Rodrigo J.
Véliz desde Guatemala
La tensión cubría
el ambiente. Frente a la entrada de la mina San Rafael, en el departamento
suroriental de Santa Rosa (Guatemala), se encontraban los vecinos y vecinas
xincas y mestizas que llevaban más de veinte días ocupando el lugar en
oposición al inicio de las operaciones. Dentro de la mina se apostaba el equipo
armado de seguridad de la empresa y rodeando a la población, para completar el
cuadro, las Fuerzas Especiales de la Policía Nacional Civil presionaban por el
retiro definitivo de los manifestantes.
Minutos
después el cuadro había cambiado y, con él, el ritmo de la tensión. Un agente
de las Fuerzas Especiales estaba muerto, un campesino yacía también sin vida en
el suelo mientras otros seis estaban heridos de gravedad y eran trasladados al
hospital más cercano. La población tenía rodeadas a las Fuerzas Especiales,
ahora desarmadas, exigiendo una inmediata mesa de diálogo para la solución de
la problemática. El humo de la pólvora de los disparos lentamente se disipaba.
Refuerzos militares y de la Policía Nacional Civil, por su parte, se
aproximaban con celeridad al lugar.
Era abril de
este año. Mientras esto ocurría, a un costado de Casa Presidencial, en la
ciudad capital de Guatemala, la empresa San Rafael S.A., subsidiaria de la
canadiense Tahoe Resources, firmaba un acuerdo voluntario de aporte de 5% de
regalías con funcionarios del gobierno del Partido Patriota (PP). El aporte no
podía venir en un mejor momento para el gobierno, que se encuentra ante la posibilidad
de caer en un agujero fiscal de unos 765 millones de dólares, aproximadamente,
equivalente a 1,4% del PIB del país.
La respuesta
del gobierno militarista de Otto Pérez Molina fue contundente. Se giraron
decenas de órdenes de capturas, se decretó el Estado de sitio en cuatro
municipios de dos departamentos de la región, y el ministro de Gobernación,
López Bonilla, hizo responsables a dos de los líderes de la muerte del oficial
de policía, y los acusaba de secuestro y asociación ilícita con la organización
de los Zetas. En sus palabras, «la gente quiso entrar a la fuerza y la
seguridad de la mina disparó con balas de goma. Nuestro reporte niega que hayan
sido armas de fuego». Sin embargo, los reportes de los hospitales tenían la
versión contraria. Los líderes del Parlamento Xinca también ofrecieron su
versión, un tanto distinta de la del ministro, sobre lo ocurrido.
Mientras se
efectuaban las primeras capturas de pobladores se notificó que Alberto Rotondo,
el jefe de seguridad de la minera, había sido apresado en el aeropuerto
internacional La Aurora mientras trataba de abandonar el país. El Ministerio
Público, ente fiscal del Estado, tenía una orden de captura en su contra porque
unas escuchas telefónicas confirmaron que había dado órdenes de disparar contra
la población civil: «Maten a esos hijos de la gran puta». Se confirmó, también
y de manera bochornosa para López Bonilla, que la muerte del agente de las
Fuerzas Especiales había sido a manos de la seguridad de la mina. Pese a esto,
Tahoe Resources emitió un comunicado en el que afirmaba que la salida de
Rotondo del país, en pleno momento de tensión, había sido una simple
coincidencia.
Con toda
razón puede uno preguntarse: ¿cómo se llegó a esta situación extrema?
La
reconfiguración de la forma en que el territorio guatemalteco se articula con
los capitales y mercados globales ha causado fuertes tensiones y
reacomodamientos políticos. La producción de agrocombustibles, la construcción
de una estructura regional de producción, distribución, transmisión y venta de
energía eléctrica, y la industria extractiva han sido las principales rutas del
aumento acelerado de la Inversión Extranera Directa (IED) desde 2005.
La presencia
de un gobierno con fuerte influencia militar es, para ser breve, una
consecuencia de al menos diez años de tensiones, pugnas y antagonismos
resultantes de estos cambios. Como parte de esta crisis, asoman al mismo tiempo
problemas históricos latentes, entre ellos el problema de la representatividad
y el carácter autoritario del Estado guatemalteco.
*
Antropólogo, Centro de Medios Independientes de Guatemala.
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