Raul Zibechi
Desinformemonos.org
Cuando Lula ingresó al Palacio de Planalto, en enero de 2003, Paíque Duques Lima tenía 17 años y estaba dando sus primeros pasos en la militancia social. Vivía con sus padres en Brasilia, Distrito Federal. El resto de su familia habitaba una de las múltiples favelas alejadas del modernismo urbanístico aséptico diseñado por Oscar Niemeyer, el mayor arquitecto brasileño y uno de los más admirados del mundo. Con los años Paíque se hizo antropólogo, quizá como forma de lealtad a su raza y de servicio a su clase, y se vinculó a varios movimientos sociales, entre ellos el MPL (Movimento Passe Livre) que, dice, “en portugués quiere decir pasaje gratuito”.
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Cuando Lula ingresó al Palacio de Planalto, en enero de 2003, Paíque Duques Lima tenía 17 años y estaba dando sus primeros pasos en la militancia social. Vivía con sus padres en Brasilia, Distrito Federal. El resto de su familia habitaba una de las múltiples favelas alejadas del modernismo urbanístico aséptico diseñado por Oscar Niemeyer, el mayor arquitecto brasileño y uno de los más admirados del mundo. Con los años Paíque se hizo antropólogo, quizá como forma de lealtad a su raza y de servicio a su clase, y se vinculó a varios movimientos sociales, entre ellos el MPL (Movimento Passe Livre) que, dice, “en portugués quiere decir pasaje gratuito”.
-Las grandes manifestaciones de junio parecen tener como
antecedente los pequeños movimientos locales que fueron creando las condiciones
subjetivas y organizativas, como el MPL y los Comités Populares de la Copa.
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- En todo el período del gobierno Lula, pero ya desde antes,
hubo movimientos alternativos y luchas pequeñas o medianas que fueron creando
una cultura nueva de lucha, no vinculada ni a la derecha ni a las
organizaciones tradicionales de izquierda. Con las movilizaciones contra la
globalización, hacia 2000, fue naciendo una cultura de acción directa por gran
parte de la juventud urbana: las radios libres, el CMI (Centro de Medios
Independientes), los grupos de jóvenes de los partidos políticos que lucharon
contra sus propios partidos y rompieron con ellos, y en general jóvenes que
rechazan la estructuras tradicionales como los sindicatos y las burocracias
estudiantiles.
- Le das más importancia a esta nueva cultura política
horizontal, asamblearia y autónoma que a la cantidad de militantes que tiene
cada grupo. ¿Es más una cuestión de calidad que de cantidad?
- Es relativo. En 2003, en Salvador, 40 mil personas
salieron a las calles contra el aumento del pasaje, en lo que se conoció como
la “Revolta do Buzu” (autobuses en el argot local). La juventud salió a las
calles espontáneamente y luego las organizaciones estudiantiles negociaron con
el gobierno, pasando por encima del movimiento. Fue una traición. Nueve
demandas del movimiento fueron aprobadas por la alcaldía, todas menos la
anulación del aumento del pasaje -que era el punto central. A partir de ese
momento vimos que era posible luchar sin estar en un partido o en una
estructura tradicional. En 2004, en Florianópolis, sucedió la “Revolta das
Catracas” (molinetes), en base a una organización pequeña por el pase libre con
algunas decenas de personas, pero se pudo politizar la lucha, convocar acciones
y hablar con las autoridades. Los miembros del movimiento no negociaban sino
que sólo trasmitían las preocupaciones de la gente. Esa fue la potencia de la
lucha, una organización horizontal sin dirección permanente.
En 2005 se crea el MPL nacional reclamando por transportes y
el pasaje libre con base en una cultura y una forma de luchar, con los
principios de apartidismo (pero no antipartidismo), autonomía, horizontalidad,
independencia, federalismo y prácticas centradas en la acción directa y con un
horizonte anticapitalista. Desde entonces, todos los años hubo luchas en
distintas ciudades contra los aumentos del pasaje. Las luchas son en general
localizadas, pues cada ciudad tiene administración propia del transporte. En
los últimos diez años, en cerca de 60 ciudades hubo movilizaciones pequeñas y
medianas de hasta cinco y diez mil personas. En algunas ciudades revirtieron
los aumentos y en otras conquistaron el pasaje libre para los estudiantes. Los
Comités Populares de la Copa que surgieron en 2008 y otras organizaciones
también fueron construyendo una cultura de lucha horizontal en las calles.
-Se dice que son movimientos de clase media, estudiantes y
profesionales. ¿Estarías de acuerdo con esa caracterización?
-No. Es una movilización de la juventud proletaria que aún
tiene muchas divisiones, porque en Brasil hay una escisión en las ciudades -que
tienen un centro con clase trabajadora informal y suburbios con clase
trabajadora más formalizada, y una gran periferia donde vive la clase
trabajadora precarizada. Cuando hablan de la clase media están invisibilizando
la participación de los informales del centro que están participando en las
movilizaciones. Ciudades escindidas en clases, en espacios y en razas. Hay
muchos activistas y manifestantes negros.
- En esa nueva cultura militante, ¿hay algo de la cultura
hip-hop que forma un movimiento no muy estructurado, más difuso, pero muy
potente en Brasil y muy presente en la juventud? ¿Cómo era la actividad
cotidiana de los núcleos del MPL antes de junio?
- En la organización del MPL y de los Comités de la Copa hay
jóvenes del centro y de la periferia. En nuestras reuniones al principio del
movimiento en Brasilia, por ejemplo, había entre 40 y 80 personas, pero después
de 2007, cuando tuvimos un período sin aumentos de los pasajes bajó mucho y
quedamos entre ocho y 20 personas en las reuniones semanales o quincenales.
Hacemos principalmente tres tipos de actividades: acciones directas, estudiar e
informar sobre el transporte colectivo y la movilidad urbana con cortes de
clase, género y raza, y hacer presión y propuestas a los poderes públicos
proponiendo pasaje libre, tarifa cero, o nos movilizamos cuando aumentan los
pasajes o se producen privatizaciones.
- Hoy todo Brasil sabe que la Copa es un negocio y que el
transporte es un desastre, lo que manifiesta la efectividad de este trabajo de
años. De alguna manera esta nueva conciencia crítica habla de la importancia de
los pequeños grupos militantes con alto nivel de compromiso.
-Los Comités Populares de la Copa son articulaciones donde
participan el movimiento sin techo, comunidades desalojadas y militantes
universitarios. Tanto los comités como el MPL siempre tuvieron contacto con
esta cultura de las periferias, de las favelas. La cultura de la juventud negra,
precarizada y favelada fue muy atacada en los últimos diez años por la política
de fomentar el consumismo de los gobiernos Lula y Dilma. Pero todo control
tiene sus dobles sentidos y fragilidades. Las asociaciones barriales tienen
vínculo histórico con el Partido del Trabajo (PT) e hicieron su trabajo junto
al Estado y los planes sociales. Eso generó un vacío que fue llenado por la
nueva cultura militante horizontal y la cultura juvenil favelada, que se fueron
acercando en los últimos cinco años, jóvenes trabajadores de la periferia y del
centro que tienen muchos contactos. Yo vivo en el centro del Distrito Federal
de Brasilia pero mi familia es favelada. Lo importante es que ambas culturas se
fueron aproximando con el crecimiento de las ciudades y de la especulación
inmobiliaria, que hizo crecer la segregación urbana, ya que ambos sectores
tienen problemas comunes como el transporte.
Desde 2007 y 2008, el MPL hace cada vez más trabajos en las
escuelas secundarias y los barrios de las periferias. Nuestro movimiento
comenzó haciendo talleres sobre el transporte colectivo, la segregación urbana
y el derecho a la ciudad en las escuelas secundarias y universitarias, pero hoy
el trabajo se hace sobre todo en las comunidades periféricas. En muchos casos
nos llamaban para hablar del problema del transporte.
Los Comités Populares de la Copa hicieron el mismo camino,
acercándose a las comunidades que estaban siendo desalojadas. La violencia
policial hizo que el discurso de los comités tuviera eco en la gente. Antes, en
la periferia, mucha gente pensaba que la Copa era su salvación porque generaría
empleo, pero eso cambió muy rápidamente y ahora están en las movilizaciones.
Los Comités Populares empezaron a tener fuerza en las remociones de barrios
enteros. Por otro lado, algunos medios tradicionales se abrieron a las críticas
a la Copa como Le Monde Diplomatique, Carta Capital, la revista Piauí y el
canal de pago de televisión ESPN Brasil, donde hay muchos ex militantes de
izquierda que hacen periodismo deportivo crítico y fueron muy duros con la
FIFA.
Pero la clave es que la gente comenzó a organizarse. Desde
principios de este año, las movilizaciones por el pase libre era cada día más
numerosas. En diez ciudades consiguieron bajar el precio del pasaje. En Goiania
en mayo, en Porto Alegre en marzo, en Natal, Terezinha y Belén, se movilizaron,
antes que lo de São Paulo y Rio de Janeiro. Eso nos indica que cuando suceden
los eventos de Rio y São Paulo ya se había extendido esta cultura de
movilización horizontal que encarnan el MPL y los Comités de la Copa.
-Todo indica que la represión en São Paulo jugó un papel
determinante en la expansión del movimiento.
- No soy militante del movimiento en São Paulo (soy del
movimiento pase libre en Brasilia), pero puedo hacer una evaluación por lo que
escuché y he visto, porque somos una organización nacional. Creo que es la
conjunción de tres cuestiones. La primera y más importante es que hubo un
trabajo de años de varias organizaciones que crearon esa cultura de lucha, no
sólo el MPL y los comités sino el CM, los estudiantes radicales, los Sin Techo,
las radios libres, el hip-hop, el Movimiento de Trabajadores Desocupados, los
cartoneros, todos movimientos urbanos que crearon esa cultura.
La segunda es que los actos en el centro de São Paulo
convocados por el MPL tuvieron una respuesta policial brutal cuando muchos
pensaban que al haber ganado la alcaldía el PT con Fernando Haddad, habría
cooptación y negociación, pero nunca se creyó que hubiera una represión tan
fuerte. Sabemos que el gobierno estatal del socialdemócrata Geraldo Alckmin
(PSDB) era muy represor, pero no creímos que la alcaldía petista apoyase las
acciones terroristas de la policía. Esa brutal represión tuvo importancia en
nacionalizar la solidaridad y en hacer crecer el número de manifestantes.
También es importante señalar que las primeras movilizaciones, anteriores a la
represión, ya fueron muy grandes, con 20, 40 y 70 mil personas.
El tercer punto fue la extensión del movimiento a todo
Brasil con la celebración de la Copa de la Confederaciones, que reunió la lucha
por la movilidad urbana con la lucha contra la reforma urbana y por el derecho
a la ciudad como consecuencia de las obras para el Mundial de 2014.
-La derecha aprovechó las movilizaciones para hacer su juego
contra el gobierno.
- La derecha ya tiene un bloque político y un bloque
mediático, y ahora quiere construir un bloque social. Mucha gente salió a la
calle y ahí la derecha trató de disputar; intentó imponer su agenda centrada en
la crítica a la corrupción pero sólo direccionada hacia la corrupción de los
gobiernos del PT – no contra la corrupción del PSDB o del mismo Estado,
mostrando intenciones electorales-, y por la reducción de la edad penal, contra
el aborto y de alguna manera contra los derechos de los negros y gays.
Intentaron disputar la narrativa del movimiento. La gente de los partidos de
izquierda fue atacada por la extrema derecha, pero rehuyeron hablar de los
problemas reales que nos llevaron a las calles.
-¿Cómo observas la jornada del 11 de julio de los sindicatos
y el MST donde no hubo ninguna referencia a la represión policial ni a la
masacre del 24 de junio en el Complexo do Maré, la mayor favela de Rio?
- Hay algunos sectores sindicales, pequeños, que apoyan al
movimiento. Las centrales sindicales de oposición al gobierno, como Conlutas e
Intersindical, participaron en las movilizaciones; las demás criticaron al MPL
diciendo que fuimos manipulados por la derecha. El movimiento sindical no
consiguió articular una respuesta clasista. Las actividades del 11 de julio
pueden entenderse en parte como un modo de apoyo al gobierno, justificado con
la idea de que la derecha puede dar un golpe contra el gobierno y para evitarlo
hace falta apuntalar la gobernabilidad. Es también un intento de controlar a la
gente que está en la calle. Pero también fue convocada por otros sectores que
no son del campo gubernamental y están más vinculados a las luchas sociales.
-¿Cómo ves el futuro del movimiento en el mediano plazo,
digamos hacia la Copa del Mundo de 2014 y las elecciones presidenciales del
próximo año?
-En este plano tenemos tres problemas. El primero es que el
gobierno y los medios intentarán controlar las luchas con represión, pero
también con cooptación y lo que podemos llamar “derrota sociológica” del
movimiento a través de la construcción de mecanismos de consenso.
El segundo tema es que los militantes jóvenes estamos ante
el problema de que teníamos un gran aislamiento, pero la gente que hablaba mal
de nosotros aún no tiene una cultura de protesta y ahí hay un campo de disputa
y de organización. Esto nos abre el problema de la organización.
El MPL era un movimiento de decenas de personas que
convocaban masas en las calles. Ahora la cuestión es si tenemos la capacidad de
ser una organización de masas, horizontal, autónoma y anticapitalista, capaz de
organizar a miles de personas en base a esos principios. Todas las
organizaciones pequeñas se están haciendo la misma pregunta.
La tercera cuestión es que tuvimos una participación tardía
de los sectores sociales que son decisivos porque sufren opresión estructural.
En Brasil, el racismo y la exclusión son estructurales. No se vive en Brasil
sin hablar de segregación, de clase, de sexismo y de raza, eso es clave. En los
últimos días hubo 30 o 40 actos de protesta en la periferia de São Paulo, muy
radicales, donde se quemaron autobuses. En la zona norte de Brasilia sucede lo
mismo. A la vez que hubo la manifestación en la explanada de Planalto (sede del
gobierno) sucedió esto, y nos lleva a discutir cómo impulsar luchas que ataquen
las estructuras clasistas, racistas y sexistas de nuestra sociedad, y ahí
aparece la pregunta decisiva: ¿tenemos fuerza para impulsar eso? Sobre todo
porque tenemos por delante un período muy breve para impulsarlo, apenas un año
hasta el Mundial, donde se impondrán leyes antiterroristas y la represión
policial será muy fuerte.
Estamos ante desafíos organizativos, ideológicos, militares
(es decir, cómo vamos a enfrentar la represión policial y el control masivo) y
económicos. Los empresarios no quieren derrocar a Dilma porque están muy bien
con este modelo, de modo que si hay un consenso es del gobierno y los
empresarios contra nosotros. Por eso digo que tenemos desafíos muy fuertes por
delante.
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