Euclides Perdomo
La profesión más antigua del mundo está siendo vilmente vilipendiada por víboras viciosas. Me refiero a que, en los últimos días, grandes sacerdotes de Occidente y de Oriente, desde vicarios vitalicios hasta viriles viracochas, han visto su virtud violentada. Ante esta vicisitud y como vivaces profesionales que vivimos de nuestra vindicta, vivificamos nuestra vigorosa voz en vibrante defensa de los Vigilantes de la Fe. Lo haremos en dos partes, primero Occidente y después Oriente:
Parte 1 - Sacerdotes occidentalizantes (católicos)
Según nos han resumido recientemente los medios de comunicación, el vicediós Francisco S.J., dice estar muy dolido porque ha encontrado que, en la sede del Consejo de Administración de su multinacional -el Vaticano-, coexisten un lobby gay y un alto nivel de corrupción. Al mencionar estas dos ‘lacras’ a la vez pero sin mayores especificaciones, no podemos saber si el Presidente de los arajais –vulgo, curas-, ha querido establecer voluntaria o involuntariamente un grado de relación causa-efecto entre ellas. Sea como fuere y como demostraremos enseguida, el Gran Arajai miente:
Corrupción en el Vaticano. Mentira por imposibilidad física. No puede haber corrupción en el Vaticano. Veamos por qué: según cualquier diccionario de la lengua castellana, corromperes “alterar y mudar la forma de alguna cosa; echar a perder, podrir; sobornar; estragar, viciar, impurificar; molestar, fastidiar; oler mal, heder”. En el contexto actual, de todas estas acepciones la que más se aviene a la supuesta corrupción vaticana es, obviamente,sobornar. Pues bien, el Vaticano ni soborna ni es sobornado porque no quiere ni puede obtener beneficios fraudulentos en el mercado terrenal. Y la razón de esa involuntariedad e imposibilidad es una sola: el Vaticano trabaja en otro mercado, exactamente en el mercado de futuros –llamado también celestial-. Como todos sus competidores, en este otro mercado aspira al monopolio de la producción, venta y copyright de su mercancía que no es otra que la famosísima Semper vita, la vida eterna.
Poseyendo el cuasimonopolio de un producto así, comprenderemos que el vil metal carece de importancia. Por ello, el Vaticano sólo admite donativos, limosnas, si lo prefieren, óbolos caídos del cielo. Dicho vulgarmente, dinero que emplea a su libérrimo albedrío y del que no tiene que rendir cuentas a nadie de este mundo.
Un ejemplo: algunos economistas dicen que, actualmente, el Estado español le regala a la Iglesia católica 11.000 millones de euros –otras fuentes hablan de cantidades muchísimo más altas pero, bah, la cuantía real es lo de menos-. De toda esa millonada no tiene que dar cuenta ni a Hacienda ni a nadie porque es un regalo y, como tal, no exige contraprestación. Es gratuito; luego, de haber corrupción, será corrupto el Estado que pone dinero de los ciudadanos, no la Iglesia que sólo pone la mano aunque nada pide.
Resumen filosófico: el Estado es la Actualidad y el Vaticano la Eternidad. Huelga añadir que la actualidad es antónima de la eternidad.
Lobby gay en el Vaticano. Mentira, porque este par de términos constituyen una falsa sinécdoque. Entendemos por sinécdoque aquella figura retórica en la que se toma la parte por el todo, incluso una enciclopedia tan detestable como la Encarta nos ofrece ejemplos muy claros: “la mano que aprieta el gatillo, los pies suspendidos del ahorcado”. Pues bien, hablar de “lobby” implica que nos referimos a una minoría que intenta manipular la voluntad de la mayoría. Pero da la casualidad que el “lobby gay” ha sido, es y será mayoría aplastante en la Iglesia, ergo denominar así al grueso del Poder vaticano está fuera de lugar.
Pregunta imprescindible: ¿por qué dicen “lobby gay” cuando quieren decir “lobby pederasta”? Si se señalara a una agrupación de homosexuales, no habría nada que decir por lo mismo que no diríamos nada de una agrupación de asiáticos o de melómanos: como cualquier peña de adultos informados y libres, están en su derecho de presionar en favor de Asia o de la Música e incluso de fusionarse para ensalzar la música asiática. Más aún, si la clerigalla católica hace ostentación de su celibato bisexual, ¿en qué puede afectar a su dogma que sus más altas potestades sean homosexuales y hasta homosexualas?
Obviamente, todo ello no tiene nada que ver con la pederastia. Por lo cual, nos encontramos ante un caso de una mentira sinecdoquial camuflada tras una mentira teológico-sexual. ¿Demasiados estratos mentirosos? Bueno, no olvidemos que estamos hablando de la más robusta multinacional académica del fraude. Ella siempre se supera a si misma.
Parte 2 - Sacerdotes orientalizantes (budistas/taoístas/confucianos/jainitas, etc.)
También en estos días, ha saltado la noticia de que un maestro de shaolin, asiduo de la televisión y propietario de un templo/gimnasio/matadero especializado en “artes marciales” –¡ñaka!, ¡toma contradicción!-, el señor Juan Carlos Aguilar, ha matado a palos a varias señoras; al menos dos pero todavía no se sabe si aparecerán más asesinadas y tampoco se puede descartar que aparezcan algunos asesinados.
Algunos han opinado que esta matazón se explica porque Aguilar es un señor bajito (1,60 mts) Posiblemente quienes así desbarran estén pensando en aquel a quien llamaron El General Patas Cortas. Pero sucede que Franco es literalmente Incomparable, con Aguilar e incluso con el mismísimo Lucifer redivivo. Aguilar es un pueblerino artesano de la Muerte: Franco era un industrial de la Tortura y la Muerte de categoría intergaláctica. Aguilar es un malandrín sacacuartos, Franco fue un esclavista arcaizante. Por ende y en este caso, no creo que sea tan alargada la sombra del Bajito Sangriento.
Aunque, hablando de sombras siniestras, quien cobijó a Aguilar bajo su risueño paraguas de espejuelos fue Eduard Punset, un franquista paradigma del reciclamiento pero esa es guerra para otro día porque hoy debemos centrarnos en las acusaciones populistas: justamente en el hecho de que al maestro guerrero Aguilar le han acusado de ser falso maestro y falso guerrero, invectivas cuyo rotundo mentís va a continuación.
Falso maestro. Mentira. Maestro es quien enseña y Aguilar enseñaba mucho: lo demuestra la pujanza de sus innumerables academias. ¿Que enseñaba mal?, pues supongo que igual de bien/mal que el resto de las academias. Por ejemplo, ¿recuerdan a la Real Academia de la Historia pontificando en letras de molde sobre la bondad del Caudillo y hasta sobre su virginidad en materia de homicidios? Pues eso.
Item más, el señor Aguilar no era mal maestro ni tampoco un maestro mediocre. Al contrario, personifica al Maestro por excelencia puesto que, vamos a ver, si quieres aprender “artes marciales” y sólo te enseñan a dar sopapos, estás en el Bachillerato. Si te enseñan a propinar pescozones con ayuda de una herramienta –katana, kris, puño americano, etc-, entonces estás en la licenciatura. Pero, como ocurre en cualquier universidad, todo eso es baldía y gaseosa teoría… mientras no acudas a clases prácticas.
Y aquí radica la enorme autoridad académica de Aguilar, su profundísimo doctorado phD: ha practicado lo cual, en marcialidades artísticas, significa que ha matado. Y lo ha hecho siguiendo el único camino científico, el de prueba y error. Ha matado de prueba y ha errado de sitio y lugar. Pero conste en acta que el minúsculo error de desnucar donde ha desnucado en lugar de haberlo hecho en (digamos) Afganistán, no es óbice suficiente para mermar sus méritos como auténtico maestro en artes marciales.
Falso guerrero. Mentira. Aguilar es un auténtico guerrero porque ha matado aprovechando todas las ventajas imaginables –agravantes, sostienen los leguleyos-. ¿Alguien cree todavía que el guerrero mata con deportividad? Si lo hay, que no siga leyendo.
Como cualquier hijo de vecino, el guerrero prefiere matar cuando tiene todas las probabilidades de que el enemigo no le cause el menor rasguño. Darle al contrincante la mínima oportunidad de herirle sería del género idiota. No lo digo yo, lo dice el Rey de la Selva, el sanguinario león que lo piensa dos veces antes de atacar al antílope cachúo no fuera que uno de sus no-tan-simbólicos cuernos le rasguñara, con lo caras que están las antitetánicas...
Aguilar no es sólo un genuino guerrero. Al igual que ocurría con su doctorado en artes marciales, Aguilar ha demostrado ser El Guerrero por antonomasia, el que mata sin que la víctima disponga de absolutamente ninguna de las oportunidades que le otorgaría el ser persona. Aguilar ha desposeído a sus víctimas de toda seña de humanidad, las ha cosificado y hasta ha comprobado su pericia destazándolas –no decimos descuartizándolas porque hacer cuartos huele a picota o rollo que son palabras medievales y, por tanto, humanizadas-. Con esta simple operación sin anestesia, Aguilar se ubica infinitamente por encima de esos dizque soldados –El Guerrero les pondría en el parvulario- que asesinan a distancia con sus drones pero que, probablemente, no destazarían ni a un conejo.
Y, para finalizar, nos queda comentar brevemente el decorado orientalizante sobre el que Aguilar perpetraba sus performances. Es obvio que, en cuestión de religiones orientales, El Guerrero no sólo agarraba el rábano por las hojas sino que, más aún, no distinguía un rábano de un baobab. Dada la confusión general y generalizada sobre estos vericuetos religiosos, no podemos saber si fungía de taoísta, de budista o de vaya-usté-a-saber-qué. Si nos limitamos al budismo, muchos se habrán preguntado: -Pero si el Buda es la paz por excelencia, ¿cómo es posible que este individuo haya hecho esas barbaridades?
Dejando aparte por demasiado fácil el argumento de que en todas las religiones y/o ideologías existe el pecado, y limitándonos al budismo –los del tao y alrededores son chinos y ya sabemos aquello de la pérfida tortura china-, una observación superficial del budismo nos enseña que comparte con sus competidores una faceta belicosa digna de atención. ¿O es que alguien cree todavía que, desde su lugar de origen, se difundió por medio mundo gracias exclusivamente a la verdad de su doctrina? Dicho de otra manera: ¿puede alguien creer que las religiones/ideologías que, sin duda, prosperaban en su contorno le dejaron (dejan) el campo libre por su cara bonita? En tal caso, ¿cómo explicar que, por ejemplo Myanmar/Birmania, una de las dictaduras que hasta ayer considerábamos como de las más feroces esté regida por acérrimos budistas? Pero, si alguien cae en el adoctrinamiento de los media y cree que eso fue en el pasado militarista, que le pida a Google “rohingya” y, en dos clics, podrá estudiar cómo el pueblo budista –repito, pueblo, no sólo Junta Militar- persigue hasta el exterminio a un pueblo no budista –el pueblo rohingya-.
Por todo ello, llegamos a una conclusión la mar de cosmopolita: el Vaticano por su lado y Aguilar por el suyo han llevado con toda congruencia su occidentalismo de nacimiento hasta el otro extremo del planeta. Aunque sólo ésas fueran sus gracias, merecen el apoyo irrestricto de los Paladines de la Fe puesto que ambos son legítimos sacerdotes unidos por el error de sus detractores. Además, Aguilar, ese menospreciado hombrecillo de a pie, es realmente un acreditado gran sacerdote del extremo-orientalismo gracias a haber alumbrado en el pesebre de la ‘alianza de civilizaciones’ al único bebé que cabría esperar de semejante coyunda: ese Niño Feroz que crece al calor de la mula académica y el buey belicoso.
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