Pedro Francke
Ollanta Humala anuncia medidas para favorecer a las empresas
mineras. Menos de una semana después, Yanacocha anuncia que sacará agua de la
laguna El Perol para trasvasarla a su reservorio, iniciando así la apropiación
del agua cajamarquina para el proyecto Conga. No es coincidencia; tras el
anuncio presidencial, Roque Benavides se siente seguro de que tendrá el
respaldo de las botas y fusiles para enfrentar a los campesinos que defienden
su agua y su ambiente.
Aún antes del anuncio de las medidas económicas recientes,
ya Ollanta Humala había dado el primer paso, afirmando públicamente que la
consulta previa no incluía a los quechuas, aymaras y demás pueblos indígenas de
la costa y sierra, como los cañaris, y limitándola, en el colmo del absurdo, a
lo que él llamó “pueblos no contactados”. Con el anuncio de Yanacocha está
claro que no solamente se trata de no consultarlos, sino que se pretende
imponerles los proyectos mineros a pesar del abierto y total rechazo a los
mismos. Recuérdese que una encuesta de Ipsos-Apoyo mostró que más del 80 por
ciento de los cajamarquinos rechazan Conga, y que en Cañaris ha habido una
votación ciudadana donde la población ha rechazado el proyecto Cañariaco.
Las medidas ahora aprobadas incluyen plazos cortísimos para
la aprobación de los estudios de impacto ambiental de los nuevos proyectos
mineros saboteando así las posibilidades de una mejor regulación ambiental, y
son permisivas frente a explotaciones mineras en zonas donde hay patrimonio
arqueológico. El círculo se cierra.
Esto se da en un contexto en el cual, según cifras
oficiales, la inversión minera aumentó 29 por ciento en el primer trimestre del
año, mientras que lo que cayó fue la producción de la industria manufacturera.
Pero para responder a este problema de la industria nacional, el gobierno da
facilidades a la minería. No solo la respuesta no se condice con el problema,
sino que no entiende el origen del problema. Una de las causas fundamentales de
la caída en la producción industrial es la caída del tipo de cambio en 15%
desde que comenzó ese gobierno, que resta competitividad a la industria
nacional. Con el dólar barato, las importaciones de hilados, tejidos y demás
productos industriales sacan de juego a productores peruanos que venden en el
mercado interno. Por su parte, quienes exportan reciben menos soles por cada
dólar que venden afuera, por lo que algunos pierden la posibilidad de competir
con chinos, indios o bangladeshis. Esta caída del dólar se produce precisamente
por la afluencia de dólar producida por las inversiones mineras.
Así, el remedio que pretende aplicar el gobierno lo que hace
es agravar la enfermedad holandesa que afecta a nuestra industria. También
avivará los conflictos sociales. Solo falta que Nadine acuse a los opositores
de ser perros del hortelano.
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