El pensamiento anarquista tiene una larga
historia que recorre todos los continentes del planeta desde su formulación
sistemática durante la Revolución Francesa de 1789. Su desarrollo en América
Latina estuvo ampliamente influido por la migración europea que llegaba a este
continente buscando espacios de justicia y dignidad.
Costa Rica no escapa a esta corriente que
empieza a ser más visible a principios del Siglo XX en la zona urbana. De la
mano de un grupo de intelectuales, artesanos y artesanas y obreros y obreras,
el anarquismo se desarrolla a través de distintos medios. Publicaciones,
bibliotecas, centros de estudio, sindicatos, y conferencias públicas, serán
algunos espacios tomados para difundir esta filosofía de vida.
En esta actividad los intelectuales juegan un papel primordial en la construcción de una cultura política alternativa que siente las bases para el cuestionamiento del orden social vigente. La clase trabajadora y el conjunto de los sectores oprimidos serán los llamados a llevar a cabo esta labor.
El presente estudio se avoca a vislumbrar esta relación entre anarquismo, cultura política y Nueva Intelectualidad a través de un análisis de algunos de sus exponentes, proyectos y tensiones.
Presentación leída el martes 14 de mayo en
el Auditorio Clodomiro Picado, de la Universidad Nacional. Heredia, Costa Rica.
“Sin dioses tutelares,
sin guías, sin maestros,
sin nada de lo que ata y esclaviza
los humanos empeños”
José María Zeledón
I
La siguiente presentación tiene el objetivo
de plantear algunas rutas posibles para ubicar los inicios del anarquismo en
Costa Rica. Para lograr esto, voy a presentar ¿que entiendo por anarquismo?,
¿cuáles son sus orígenes y objetivos? y ¿cómo fue que inicie el proceso que me
llevó a rastrear esta presencia? Esto que voy a desarrollar esta noche, es
parte de las cosas que no aparecen en el libro, que es una versión resumida y
editada de mi tesis de licenciatura en Ciencias Políticas defendida en el año
2010, en la Universidad de Costa Rica.
En su versión original, esta contempla un
capítulo sobre el origen del pensamiento anarquista en Europa, que se remonta a
1789 con el estallido de la Revolución Francesa y va hasta principios de 1900
con la divulgación masiva del anarcosindicalismo, como la principal forma que
toma el anarquismo en América Latina. También incluye un apartado teórico y
conceptual, que reflexiona sobre una de las posibles formas de entender el
vínculo entre el pensamiento anarquista y las ciencias políticas que es parte
de mi formación académica base. A las personas interesadas en estas discusiones
pueden buscar el texto original en la biblioteca de la UCR, la biblioteca
Nacional o la versión completa digital alojada en la página de la Federación
Libertaria Argentina (FLA).
II
Antes de empezar con las definiciones y la
historia del anarquismo, quisiera contar mi experiencia personal con respecto a
este tema. Esta tiene dos antecedentes principales, mis estudios universitarios
y mi práctica política. El primer campo se refiere a mi entrada en la UCR a la
carrera de ciencias políticas, espacio en el cual esperaba saciar mis ansias de
conocimiento sobre la realidad del país y el mundo. Pensaba que estudiando
ciencias políticas, podía conocer “desde adentro” como gobernaban los políticos
y cuáles eran los fundamentos que justifican la dominación de la población a
través del Estado. Con este conocimiento, creía yo que podía encontrar mejores
herramientas para la acción política que buscara como horizonte la
auto-organización crítica de la sociedad.
Conforme fui avanzando en mis estudios, me
di cuenta que la mayoría de mis compañeros, compañeras y profesores, estaban
más interesados en conocer y practicar la política, como una técnica al
servicio del Estado y su reproducción. Por lo tanto, la política empezada y
terminaba con el Estado, todo lo que estuviera fuera de ella, era considerado
marginal, apolítico u utópico. En la mayoría de las lecturas y autores que
leíamos había una especie de compromiso “natural” entre las y los politólogos
con el Estado y la política electoral, ya fuera apostando por convertirse en
gobernantes o como asesores y especialistas de estos.
Viendo esta realidad de la disciplina y su
práctica, choqué con un muro que parecía muy difícil de traspasar. La idea de
conocer la política, para transformar radicalmente la sociedad y buscar otras
maneras de relaciones sociales, sin dominación política, parecía cada vez más
lejana del curriculum y el espacio de convivencia de las y los politólogos.
Frente a esta realidad, tenía dos opciones, abandonar la carrera o seguir el
camino de la intransigencia y la necedad, y buscar algún pequeño hueco en el
muro, que pudiera comprobar que podía haber una forma alternativa de practicar
la política.
Tome la segunda opción, y no necesariamente por ser la más valiente, sino por un criterio práctico y económico, ya llevaba más de la mitad de mis estudios completos y necesitaba sacar un cartón que me permitiera trabajar pronto y ganarme la vida. Y es así, como empiezo a buscar autores, leer revistas, periódicos y libros que hablaran sobre anarquismo y política desde otro punto de vista.
Al mismo tiempo que realizaba esta
búsqueda, si se quiere arqueológica, de “especialistas” e intelectuales que
justificaran mi posición, me di cuenta de que tenía que complementar esta
búsqueda con cosas más practicas. Y es así como, desde mi entrada en la
universidad participe en diferentes grupos estudiantiles y colectivos
políticos. La mayoría de estos eran pequeños grupos que reunían a jóvenes que
se llamaban punks y skinheads, y que habían llegado al anarquismo por alguna
canción de grupos como La Polla Records o los Muertos de Cristo o por medio de
fanzines, que era pequeñas revistas artesanales que incluían reseñas de grupos,
poemas y frases de escritores anarquistas.
Fue esta práctica política, la que llenó en parte, el vacío que había encontrado en la formación universitaria. Fue en estos grupos, donde aprendí lo que era anarquismo, desde la práctica, leyendo, discutiendo, escuchando música, organizando actividades y trabajando con distintos movimientos sociales en el país. Fue en este espacio, donde encontré la “política alternativa” que trataba de participar directamente en los problemas sociales y buscar maneras de enfrentarlos, sin contar con el compromiso con ninguna institución estatal, partido político o grupo religioso.
Esta experiencia práctica, aunada a mis constantes debates en las “aulas” universitarias, me generó suficientes inquietudes y preguntas como para “embarcarme” en un proyecto de investigación, que buscara “probar la existencia del anarquismo en Costa Rica”. Al fin y al cabo este proyecto era una manera de trabajar mi propio dilema existencial: probar que era posible la existencia de una política anarquista y también que era posible que existiera un bicho tan raro como un politólogo anarquista.
III
Según el historiador George Woodcock, el
anarquismo es: “un sistema de pensamiento social que apunta a cambios
fundamentales en la estructura de la sociedad y particularmente- pues este es
el común elemento que une a todas sus formas- a la sustitución del estado
autoritario por alguna forma de cooperación no gubernamental entre individuos
libres” (Historia de las ideas y movimientos libertarios. Barcelona: Editorial
Ariel.1979. p.15).
Según esta definición, el anarquismo busca cambios fundamentales, esto quiere decir cambios radicales, por lo tanto, es revolucionario. No busca un mejoramiento o una reforma de la sociedad, busca su transformación profunda. Uno de estos cambios principales, es la sustitución del Estado Autoritario. Esto quiere decir, que se identifica al Estado como la principal institución que garantiza el principio de autoridad, ósea, la manera en que se impone una forma de hacer las cosas de forma definitiva y sin cuestionamiento.
Cuando se habla de sustitución, esto quiere decir que el anarquismo busca reorganizar la sociedad de otra manera, por lo que este lleva implícito una idea de organización. Por lo tanto, se rompe la falacia que divulgan muchas personas, de que el anarquismo es caos y destrucción. La cuestión fundamental es ¿Cómo organizar esta sociedad sin Estado? Y ahí es donde la definición de Woodcock termina diciendo, que a través de formas de cooperación entre individuos libres.
Esto quiere decir, que uno de los fundamentos del anarquismo es la cooperación, ósea el trabajo recíproco entre los seres humanos para convivir. Pero para que esto suceda, es necesario que estos individuos sean libres, esto quiere decir, que tienen que tener la capacidad de decidir directamente y en pie de igualdad con sus semejantes, los aspectos más importantes de su vida: trabajo, ocio, vivienda, educación, salud, etc. Esto es, según este historiador lo “común” del anarquismo, que llega a esta misma conclusión de diferentes maneras.
Siguiendo esta idea, es necesario dejar aquí plateado que el anarquismo es una forma de pensamiento en la que confluyen distintas interpretaciones y métodos, de cómo reorganizar la sociedad. Y en este momento, vamos a reseñar de forma breve cuales han sido las principales corrientes que se han desarrollado sobre este tema. Comenzando por sus orígenes históricos, el anarquismo se fue construyendo a partir de cuatro tendencias principales: el mutualismo, el colectivismo, el anarco comunismo o comunismo libertario y el anarcosindicalismo.
El mutualismo tenía como objetivo principal organizar la vida social a través de la reciprocidad y el apoyo mutuo como garantía indispensable de la socialización del individuo en libertad e igualdad. El principal teórico de esta corriente fue el filósofo y economista francés Pierre Joseph Proudhon, al cual se le identifica como uno de los primeros en identificarse “políticamente” como anarquista en el siglo XIX. Las principales propuestas practicas del mutualismo, serán la organización económica de la sociedad a través de los productores directos de la riqueza, ósea las y los trabajadores. Para esto, se desarrollaban grupos de productores y consumidores y se distribuían las ganancias de forma proporcional al trabajo realizado. La segunda propuesta será el federalismo, que era una forma de organización que buscaba la sustitución del Estado, a través de una coordinación administrativa de las diferentes unidades locales de producción, sin un centro político o mando centralizado.
La segunda corriente importante, se definió como colectivismo y tuvo como uno de sus principales divulgadores al ruso Mijail Bakunin. Este continúa las ideas básicas de Proudhon, sobre las asociaciones de productores y el federalismo. Las principales diferencias con el mutualismo son, el papel de la revolución social y la organización económica. En el primer caso, Bakunin y sus compañeros creían, que el colectivismo llegaría a través de un proceso revolucionario, esto quiere decir que buscara la ruptura de las instituciones actuales, cosa que Proudhon no compartía del todo, ya que él creía que el cambió llegaría a través de un proceso pacífico de evolución constante de la sociedad. En cuanto a la economía, el mutualismo aceptaba ciertas formas de pequeña propiedad, mientras el colectivismo planteaba la abolición completa de esta, pero manteniendo la posesión integra del trabajo de cada persona a través de su esfuerzo.
La tercera corriente histórica, es el
anarco comunismo o comunismo libertario, que se convertirá en la tendencia
mayoritaria del anarquismo en Europa a finales del siglo XIX. Los principales
exponentes serán los geógrafos Pedro Kropotkin y Eliseo Reclus, así como el
médico italiano Errico Malatesta. La base fundamental de esta corriente, es la
unificación de los aportes organizativos y filosóficos del mutualismo y el
colectivismo, agregando algunos elementos para abordar la forma en que debería
tener la economía en un sistema anarquista. Esta debía abolir de forma completa
la propiedad privada de los medios de producción, así como el sistema salarial.
La distribución de los recursos, entre los trabajadores debía darse según sus
necesidades y no según sus capacidades, el capitalismo sería superado, así como
la planificación estatal.
La última tendencia histórica del
anarquismo, será el anarcosindicalismo
que es una corriente que plantea al sindicato como la unidad base de formación
y transformación del proletariado. Esto quiere decir, que es en el sindicato donde
las personas desarrollan los aprendizajes y experiencias básicas de gestión de
la economía. El propósito, fundamental de los anarquistas en los sindicatos,
era promover la radicalización de estos con el fin de que los obreros tomaran
las riendas de la economía, expropiando a los patrones y socializando la
riqueza. Los principales recursos del anarcosindicalismo son el sabotaje, la
huelga y la acción directa. Este concepto se relacionaba con la resolución de
los problemas a partir de sus afectados directos, sin intermediarios ni
representantes externos. Esta forma de actuar, negaba la formación de políticos
profesionales y el parlamentarismo, por ser estos una manera de “representación
indirecta” de los trabajadores.
Esta fue la corriente que se desarrolló de
forma prioritaria en América Latina, durante el siglo XIX y XX, teniendo un
impacto mayoritario en Argentina, Uruguay, Brasil y México, en donde el
anarquismo fue la corriente principal dentro del movimiento obrero hasta
después de la Primera Guerra Mundial.
En Costa Rica, se siguió una tendencia similar a los demás países latinoamericanos, en donde la presencia anarquista se puede rastrear a través de la migración europea, el desarrollo del movimiento obrero y la divulgación de la literatura y la cultura impresa de los intelectuales. Esto demuestra, que nuestro país no estuvo ajeno a los procesos de radicalización política que se dio en otros lugares, por lo que es falsa esa idea de que Costa Rica siempre ha sido pacífica, democrática y moderada.
Parte de estos impactos se pueden encontrar en el desarrollo de una cantidad importante de revistas, periódicos y bibliotecas populares, mutualidades y sindicatos, así como en centros de cultura popular como el Centro de Estudios Sociales Germinal, fundado en 1912 por obreros, artesano e intelectuales radicalizados. El libro que presentamos hoy, desarrolla la historia de este Centro, a través del aporte de algunos de sus miembros como: Joaquín García Monge, Omar Dengo, José María Zeledón, Elías Jiménez Rojas y Carmen Lyra. La educación racionalista, la promoción del sindicalismo y la formación de una cultura política crítica, fueron parte del repertorio de este Centro.
Invitamos a todas las personas interesadas
en conocer parte de esta actividad política, a leer el libro La Semilla Que
Germina, que pretende ser una primera aproximación y síntesis a este
rompecabezas que todavía está por armar que se llama Anarquismo. Muchas
Gracias.
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