Fabricio Briceño G.
Estas ideas que aquí escribo nacen de un viaje que hice a principios de año a los caños del Delta del Orinoco, a 7 horas de Tucupita en curiara a motor. Esta experiencia me permitió conocer y vivir con mucho detalle la riqueza cultural del pueblo Warao en tres comunidades, con jóvenes, docentes, líderes comunitarios y aidamos (la autoridad en las comunidades). El origen, historia y actualidad de esta etnia es muy distinta al devenir del criollo de quienes viven en ciudades y a orillas de carreteras de Venezuela.
Estas reflexiones intentan
aclarar los prejuicios que existen sobre la riqueza cultural warao, y a su vez,
para desmontar la propaganda oficialista de supuesta defensa de los pueblos
originarios como tanto suelen vendernos. Espero sea provechoso para los
imaginarios colectivos.
Los orígenes de una cultura milenaria
Según investigaciones antropológicas la etnia Warao es de
las más antiguas que llegaron provenientes de Asia a los caños y humedales del
Orinoco, pasando por un estrecho no sumergido entre Trinidad y el Delta en tiempos
ancestrales, lo que les permitió adentrarse a territorio venezolano. Miles de
años pasaron, lograron adaptarse a una vasta extensión por sus conocimientos en
la navegación, organizando sus más importantes actividades alrededor del agua.
Los waraos son pacíficos esencialmente, su relación con la
naturaleza ha sido de equilibrio por más de 7 mil años, encontraron en ésta
todo lo necesario para la vida, literal y culturalmente hablando. El fuego fue
uno de sus más grandes avances y, a partir de la relación con el entorno
natural, creación, producción y reproducción de la vida: comida, curiaras,
herramientas de pesca, siembra, cesterías, juegos y actividades culturales.
Por supuesto, no todo ha ocurrido en armonía. Mientras la
relación de los Waraos con la etnia Arawak se desarrolló en un clima de respeto
y complementación, por convivir en territorios cercanos y similares en varias
zonas del Delta, sucedió lo contrario con distintas etnias de la familia
Caribe, caracterizados por ser guerreros esencialmente… la conquista de
territorios por parte de éstos derivó en esclavizar a los waraos, y
posteriormente, su venta a los europeos y guyaneses. Han sido más de 500 años
de sometimiento: del extractivismo eurocéntrico al extractivismo puntofijista,
al extractivismo bolivariano; donde el sistema dominante termina por imponer su
cultura, por medio de leyes, fuerzas armadas, instituciones educativas y el
comercio avasallante, sustituyendo los valores y mitos ancestrales por las
simbologías de los jotaraos, como los waraos denominan a los criollos.
Los waraos no solo tuvieron que migrar del Orinoco medio al
bajo Delta huyendo de los Caribes, también soportaron los procesos de
conquista-evangelización española y muchos años de seudoesclavismo y
aprovechamiento burdo por parte de los jotaraos representados a través de
empresas, gobiernos y diversas instituciones fundamentalmente públicas.
Las huellas del puntofijismo en los waraos
En las últimas décadas hubo decisiones del gobierno e
instituciones del Estado que afectaron de manera definitiva la vida de los
waraos, pasaron de su milenaria vivencia a una abrupta sobrevivencia. La
decisión de construir un muro de contención a los caños en el tramo hacia
Tucupita fue dirigida por el gobierno de Raúl Leoni e implementada por la CVG y
vigilada por la guardia nacional (GN) en aras del “progreso”, para impedir la
salida natural del agua hacia el caño Mánamo con la intención de ganar terrenos
para las siembras y una carretera hacia Tucupita. Por lo menos en teoría. Esto
ocasionó la disminución del 80% del volumen fluvial en ese caño, aumentando la
acidez de los terrenos y la salinización de las aguas, afectando drásticamente
la flora y la fauna de la región, y con ello a miles de waraos.
Este ecocidio generó que se secara el caño Tucupita ―y con
ello emerge el olor a agua estancada que actualmente padece la capital― de
manera definitiva y redujo la vida ambiental en el uno de los principales caños
del Orinoco, matando el equilibrio ecológico que existía. A su vez, impuso la
sobrevivencia de muchos indígenas que
tuvieron que mudarse a pedir limosna y buscar soluciones en la “civilización”,
incrementándose los vejámenes que la ciudad criolla les proponía y que en la
actualidad chavista aún se mantiene de manera sumamente indignante a pesar de
la cantidad de políticas “dignas” que tanto se regodea este gobierno.
La relación con el gobierno, entre la dependencia y los
favores políticos
En los últimos años la política del gobierno nacional y
regional mercadea el rol histórico de los indígenas con una supuesta inclusión
que valoriza su cultura. Sin embargo, la realidad grita a todo gañote la
necesidad de dependencia indígena hacia las instituciones gubernamentales:
educación formal que no enseña sus propias tradiciones, saltándose la tan
anunciada multiculturalidad, obstáculos a la demarcación de tierras y
humedales, usurpación de soberanía al limitar a los waraos en su ejercicio al
voto con solo firmar mientras el “camarada” vota por la patria ―situación que
germina la violencia y es aplacada con bolsas de comida y botellas de ron―,
amenazas de despido por posiciones políticas contrarias al gobierno de turno,
aprobación de recursos públicos para obras en comunidades dependiendo de
resultados electorales, etcétera.
Me explico mejor y detenidamente. Este y los anteriores
gobiernos, conjuntamente con la televisión y el comercio, han intervenido en la
dinámica indígena bajo intereses ajenos modificando sus patrones culturales.
Dicha situación se ha agravado en los últimos años con fines electorales,
ampliando los procedimientos de gobiernos adeco-copeyanos en una relación
compleja de intimidación-acoso, autoridad benefactora y esperanza de acceso a
lo novedoso. Al introducir el dinero como la relación fundamental entre el
gobierno y los waraos tergiversa toda cultura originaria; al construirle casas
y caminerías con materiales ajenos a su entorno distorsionan la esencia de
sustento propio y la capacidad autoorganizativa.
En este mismo sentido, se imponen en la dinámica
organizativa de diversas comunidades waraos los consejos comunales por encima
de sus formas tradicionales. A pesar que la Ley Orgánica de Pueblos y
Comunidades Indígenas plantea que se respeten las formas organizativas de cada
etnia, el financiamiento “baja” directamente si las decisiones transcendentales
las toman voceros/as del organismo comunal, desconociendo la importancia y
desplazando al aidamo, la monikata y asambleas y, por lo tanto, termina
imponiéndose el dinero en los nuevos valores comerciales y “civilizados” que en
los últimos 50 años les han transmitido a los indígenas, como cual recipientes
de experimentos criollos.
Introducir la educación formal no es bueno per se, aunque
cueste entenderlo. No solo porque algunas escuelas están desatendidas en
infraestructura, en personal profesional y en dotación de libros; que ya de por
si es inescrupuloso por toda la parafernalia que hace el gobierno del apoyo a
los pueblos originarios, sino también porque dicha formación educativa solo
contempla el “currículo bolivariano”, no los forma en idioma warao ni enseña su
propia cultura. Todo un proceso de transculturación que deja a un lado la
relación alrededor del moriche, del conuco, de las curiaras y canaletes, los
cantos y bailes tradicionales, la monikata, los saberes tradicionales que de
forma oral los ancianos y aidamos de cada comunidad enseñan, sus mitologías, y
otros elementos ancestrales.
Otro de los temas es la demarcación de tierras, elemento que
les permite consolidarse como comunidades indígenas, organizándose bajo sus propias
leyes y tradiciones, limitando a fuerzas externas para que su cultura no se
desvalorice. Lamentablemente, el mismo gobierno que promovió la Ley de los
pueblos Indígenas y hasta una Jurisdicción Especial es quien coloca obstáculos
para que distintas etnias: Yukpas, Pemón y Waraos, entre otras, demarquen sus
espacios originarios. Es el mismo gobierno quien dice defender los intereses de
los indígenas mientras retribuye a terratenientes, militares, comercios y
empresas energéticas favores concedidos, limitando y vulnerando los derechos de los menos
favorecidos.
Perspectivas: la lucha por los derechos
Por todo lo anterior es importante darle la relevancia
necesaria a las mencionadas circunstancias que están padeciendo los waraos. El
gobierno tiene que entender que si contribuye a modificar el patrón de consumo
natural por insumos y mercancías comerciales, está abonando el terreno para la
crisis de la herencia cultural Warao, lo cual debe ser elemento de reflexión
entre las comunidades y las instituciones que ahí hacen vida. Por citar un
impacto que lo anterior ha generado: antes los restos del consumo diario lo
botaban al río o debajo de los janoko (casas), pero todo seguía el ciclo normal
porque sus sustentos provenían de la naturaleza. Ahora existe contaminación ya
que no enseñaron cultural ni educativamente las consecuencias que tienen las
latas, el plástico, los químicos o la gasolina en el daño irreversible al
ecosistema.
La organización en
este sentido no solo debe ser para el diseño de la ley Warao que se plantea en
estos momentos, sino también en función de defender sus derechos ancestrales y
los que demandan las actuales circunstancias: el ejercicio del voto secreto, el
traslado con transporte público por los diversos caños y hasta Tucupita, la
educación bilingüe y multicultural, el ejercicio autónomo de sus formas
organizativas que rompa con la dependencia gubernamental… Éstos y otros
elementos son vinculables a las perspectivas que deben abordar en las
comunidades waraos en los próximos meses, sin esperar héroes o salvadores, o
depositar la confianza de mejores tiempos en agentes externos. La salida está
en los waraos mismos, con perspectiva de lucha y con la riqueza cultural que
siempre los caracterizó.
Fabricio Briceño G.
fabricioucv@gmail.com
@fabricioucv
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