Rafael Uzcátegui
A raíz del
asesinato del luchador indígena yukpa Sabino Romero en la Sierra del Perijá, 10
organizaciones de pueblos originarios del sur del país, agrupados en la
Coordinadora de Organizaciones Indígenas de Amazonas (COIAM), realizaron un
pronunciamiento para solidarizarse y denunciar el crimen, que es significativo
por varias razones.
La primera es el
hecho que un sector se identifique y haga suyas las reivindicaciones de sus
pares, cosa normal dentro de la dinámica de los movimientos sociales en
cualquier parte del mundo, pero olvidada en nuestro país después de un largo
proceso de fragmentación y polarización de las iniciativas populares, los
cuales durante más de una década han construido lazos de solidaridad verticales
con poderes nacionales y regionales, asumiendo agendas políticas impuestas
externamente. Todo el tejido social construido después de los sucesos de Caracazo,
febrero de 1989, ha sido debilitado en la última década y media, abandonando lo
que la sociología marxista denomina “identidad de clase”. Si hace dos décadas
atrás hubieran asesinado a un símbolo de la resistencia indígena, el país se
hubiera indignado y, literalmente, levantado por los cuatro costados, contando
con el decidido apoyo y solidaridad de todos los movimientos sociales. Hoy, la
realidad es que la única manifestación realizada en Caracas para rechazar el
asesinato de Romero congregó apenas 200 personas, con bastantes ausencias y
bajo una campaña gubernamental, replicada por algunas iniciativas sociales, de
pasar rápidamente la página en el hecho, aunque eso suponga impunidad. Dentro
de la profunda inexistencia de lazos horizontales en el movimiento popular
resalta que, después de tantos años de silencios, sectores del movimiento
indígena se identifiquen con los ataques realizados en contra de otras etnias.
Meses antes la organización zuliana Homoetnatura, muy cercana a la lucha yukpa,
se había pronunciado a favor de los pemones que, en el otro lado del país,
habían desarmado a funcionarios del ejército. Esto nos sugiere que los
indígenas en su conjunto se encuentran en mejores condiciones que otros
movimientos para recuperar su propia agenda de reivindicaciones, con
independencia y autonomía.
Un segundo
elemento resaltante del comunicado de la COAIM es el cuestionamiento a la
impunidad en los asesinatos de indígenas ocurridos en el estado Zulia, lo que
reitera las serias deficiencias del sistema de administración de justicia en el
país, contradiciendo la propaganda oficial que habla que después de 500 años
está siendo saldada la deuda histórica con las comunidades originarias. “Nos
preguntamos –expresa el propio comunicado- si esta situación podría generar un
genocidio contra el Pueblo Yukpa que termine exterminando a varias familias y
comunidades”. Más adelante destacan “que en los últimos años ha habido una
política sistemática y planificada de asesinar a los líderes yukpa que han
luchado por el rescate y preservación de sus territorios”, lo cual es una grave
denuncia que merece una debida investigación y respuesta de las autoridades.
Mientras se mantenga la deuda constitucional en realizar la demarcación y
entrega efectiva de los territorios indígenas, de los cuales apenas se ha
realizado menos del 3% del total, se mantienen las condiciones generadoras de
violencia entre las comunidades movilizadas para la satisfacción del derecho y
los propietarios actuales de las parcelas reclamadas.
El pronunciamiento
también rechaza expresamente la política indigenista realizada por el gobierno
nacional “marcada por una ola interminable de regalos y asistencialismo”,
exigiendo iniciativas que realmente reviertan los problemas estructurales
padecidos por las comunidades originarias, “que permita la garantía de sus
territorios mediante la efectiva demarcación de su hábitat y tierras y la
promoción de sus derechos constitucionales”. Las propias organizaciones han
identificado que el Ministerio de Pueblos Indígenas es una institucionalidad
que más que ayudar con soluciones se ha convertido en parte del problema,
aupando “división y enfrentamiento (…) mediante el otorgamiento de privilegios
a líderes comunitarios y la compra de conciencias que generan conflictos
intercomunitarios y enfrentamientos con autoridades tradicionales”. Estas
denuncias confirman los señalamientos realizados en otros derechos acerca de la
promoción de un tipo de participación excluyente, la cual favorecería sólo a
las personas y comunidades que expresen su incondicional apoyo al gobierno
bolivariano.
La satisfacción
de los derechos humanos tiene como una de sus precondiciones la existencia de
organizaciones sociales y populares que exijan su pleno desarrollo. En el caso
de los derechos de los pueblos indígenas es necesaria la articulación autónoma
e independiente de las diversas comunidades que habitan en territorio
venezolano. La profundización del modelo de desarrollo extractivista tiene como
uno de sus naturales antagonistas, como sucede en países como Bolívar y
Ecuador, al movimiento indígena, naturales garantes de la biodiversidad y
principales afectados por la consecuencia de la contaminación de la industria
energética. Quizás el asesinato de Sabino Romero sea una amarga lección de lo
que pasa cuando a pesar de vivir problemáticas comunes, no somos capaces de
identificarnos y asociarnos con nuestros pares, distraídos en la defensa de
metas que no son las propias.
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