Por: Inti Rodríguez
La historia de los pueblos indígenas ha sido desde siempre
una historia de resistencia contra el despojo y el olvido. Una historia que se
niega a morir entre las páginas de los libros, y que cobra vida en las luchas y
en la voz de los muertos. Una historia de 500 años de saqueo y genocidio, 500
años de engaños, 500 años de miradas apagadas y de voces encendidas.
El 03 de marzo de 2013, sicarios abrieron fuego contra la
humanidad de Sabino Romero causándole las heridas que finalmente apagarían su
mirada, pero que encenderían aún más su voz y la de sus hermanos indígenas.
Rápidamente, la Fiscal General de la República, el Ministro
del Poder Popular para las Relaciones de Interior y Justicia y la Ministra de
Pueblos Indígenas, se comprometieron a iniciar una investigación para
esclarecer los hechos y determinar las responsabilidades del caso, no sin antes
señalar a la "derecha ganadera" como la responsable de este crimen.
Curiosamente, la propia Fiscalía General de la República, había negado las
medidas de protección solicitadas para proteger a Sabino, quien fue amenazado
de muerte en reiteradas ocasiones.
Pero más allá de las declaraciones y la propaganda oficial,
la tierra sabe que el asesinato de Sabino no ocurrió aquel domingo de marzo. Su
crimen fue ejecutado mucho tiempo atrás.
La Sierra de Perijá, hábitat ancestral de los pueblos Yukpa,
Wayúu y Barí, es una de las reservas de bosque y agua potable más importante
del país. Allí, también se concentran enormes yacimientos carboníferos que el
gobierno de Chávez, desde su llegada al poder, continuó entregando a las transnacionales
del carbón: Itabira Rio Doce Company, Vale do Río Doce, TOMEN, EXCEL, Carbones
del Guasare (Ruhrkohle, Anglo-American Coal), Carbones de la Guajira
(Inter-American Coal/Chevron-Texaco, Evan Energy), Venequip-CAT, Washigton
Group International, Morrinson Knudsen Corporation, Carbonífera Caño Seco y
Corporación Carbones del Perijá. Como consecuencia de esta política entreguista
y ecocida, 500.000 hectáreas de bosque están amenazadas por la explotación del
carbón en la Sierra, y la vida y costumbres de los pueblos indígenas que la
habitan condenadas a desaparecer.
Frente a ello, los líderes indígenas y las organizaciones
defensoras de sus derechos, han denunciado y resistido al despojo de sus
tierras. La única respuesta del gobierno ha sido la criminalización de sus
luchas, el encarcelamiento y la impunidad ante los continuos atropellos y
asesinatos de sus caciques.
El artículo 119 de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela señala: "El Estado reconocerá la existencia de
los pueblos y comunidades indígenas, su organización social, política y
económica, sus culturas, usos y costumbres, idiomas y religiones, así como su
hábitat y derechos originarios sobre las tierras que ancestral y
tradicionalmente ocupan y que son necesarias para desarrollar y garantizar sus
formas de vida”. Una declaración que no ha bastado para impedir que las
carboníferas y los hacendados -con la complicidad del Ejército y la Guardia
Nacional-, sigan despojando a los Yukpas, Wayúu y Bari de sus territorios
ancestrales.
Sabino, siempre defendió el derecho a la tierra. Su lucha
fue criminalizada por el estado venezolano, estuvo encarcelado durante 18
meses, y sus hijos y hermanos han sido perseguidos y asesinados.
En octubre de 2011, Alexis Romero encabezó junto a sus
hermanos Pemones, una protesta que logró desarmar y someter a 19 funcionarios
del ejército venezolano. Ese mismo año, el Presidente Chávez promulgó en Gaceta
Oficial la “nacionalización” de la industria del oro, y la creación de empresas
mixtas para la explotación del mineral con participación de capitales públicos
y privados. Los indígenas, rechazaron la entrega de los recursos auríferos que
se escondía tras la llamada nacionalización, y denunciaron los atropellos
contra su pueblo por parte de los efectivos de la Fuerza Armada Nacional
Bolivariana, a través de la aplicación del Plan Caura, que lejos de combatir
las fuentes de la minería ilegal y ecocida, estuvo orientado a criminalizar a
los Pemones, Yekuanas y otros pueblos originarios.
Los indígenas Pemones habitantes de la comunidad “El Casabe”
en el Estado Bolívar -que habían sido desalojados de sus tierras de trabajo
ante la prohibición de ejercer la minería artesanal-, respondieron
enérgicamente al enterarse que los soldados que les habían impedido ejercer su
derecho al trabajo, estaban explotando y comerciando con el mineral que decían
proteger. Luego de la protesta, Alexis Romero permaneció detenido durante tres
días en la cárcel de La Pica, en el Estado Monagas, y luego fue sometido a
régimen de presentación ante los Tribunales cada quince días.
Posteriormente, en febrero de 2013, los Pemones encabezados
por el líder Alexis Romero, sometieron a 42 efectivos del ejército en el
poblado de Uriman, en el Estado Bolívar, el reclamo fue el mismo: rechazo a la
llamada nacionalización del oro, que entrega los recursos a las transnacionales
y hostiga a los indígenas.
“Independencia y Patria Socialista”
“Preservar y consolidar la soberanía sobre los recursos
petroleros y demás recursos naturales estratégicos.” Así reza uno de los
grandes objetivos históricos del Programa de la Patria 2013-2019, presentado en
junio de 2012 por el presidente Chávez en una concurrida movilización realizada
en la Plaza Diego Ibarra de Caracas, con ocasión de la inscripción de su
candidatura a la reelección presidencial. El Programa, hoy convertido en
bandera de los sucesores políticos de Chávez, establece la asunción de varios
objetivos históricos y estratégicos para la construcción del llamado socialismo
bolivariano. En general, dichos objetivos –fundamentalmente los referidos a la
materia energética y minera-, son el desarrollo de lo establecido en la
Constitución Nacional, Ley de Hidrocarburos y Ley de Minas, instrumentos que
han consolidado el papel de Venezuela en los mercados internacionales como fiel
suministrador de recursos energéticos, y que han permitido la entrega de
nuestra soberanía a las transnacionales.
A pesar de la consigna Independencia y Patria Socialista,
Hugo Chávez, consecuente con su divorcio entre el discurso y la práctica,
anunció en febrero de 2012 la firma de un contrato con la empresa estatal china
CITIC GROUP, para explotar el yacimiento de oro de Las Cristinas, uno de los
más grandes del mundo con 17 millones de onzas de reservas. Adicionalmente, Citic
Group y el gobierno nacional, suscribieron un acuerdo en septiembre de 2012 en
el que se contempla la instalación de 27 campamentos geológicos en todo el
país, para elaborar el mapa geológico de la nación y “…ubicar los nuevos
yacimientos minerales en el Escudo de Guayana, Sistema Montañoso del Caribe,
Cordillera de los Andes y Sierra de Perijá…”, así como planificar la política
minera nacional, un hecho violatorio de la soberanía, al entregar a manos de
empresas extranjeras una labor propia del Estado Venezolano.
Asimismo, el Programa de la Patria contempla entre sus
objetivos estratégicos el impulso del plan Arco Minero del Orinoco, un proyecto
que, de la mano de las transnacionales chinas, está orientado a “duplicar las
reservas minerales de bauxita, hierro, coltán…”, en los estados Bolívar y
Amazonas, y con el que se pretende explorar un área de 176.300 Km2 en
territorios habitados por comunidades Baniva, Piaroa, Yekuana y Jivi, quienes
ya sufren una nueva amenaza a su modo de vida y sus costumbres, ante la
explotación del coltán, también conocido como el oro azul.
“Entre los hacendados y los indios, este gobierno está con
los indios”
Esta afirmación fue hecha por Hugo Chávez en 2008 luego de
producirse un enfrentamiento entre hacendados e indígenas Yukpas en la Sierra
de Perijá. Luego de su muerte, los herederos del comandante-presidente se
apresuran a edificar el mito alrededor de su “gesta emancipadora e
independentista” y ya comienzan a calificarlo como el libertador del siglo XXI
y redentor contemporáneo de los pobres. Igual que hace hace 500 años, el poder
se sigue valiendo de espejismos para perpetuar el engaño.
La gesta que Chávez encabezó fue, sin duda, la más
entreguista de toda la historia venezolana. La aprobación de la Constitución
Nacional creó el marco jurídico para la entrega de nuestros recursos, al poner
en igualdad de condiciones a la industria nacional y la extranjera; luego, con
la aprobación de la ley de hidrocarburos, ley de minas, tratados para evitar la
doble tributación, aprobación y acompañamiento del IIRSA, entre otros, el
régimen chavista se afianzó como un continuador de las políticas entreguistas
del pasado. En 14 años de gobierno chavista, el país se ha hecho más
dependiente de la economía rentista -sostenida gracias a los altos precios del
petróleo-, lo que no ha impedido que la deuda externa siga en ascenso, y que
nuestros recursos hayan sido hipotecados al imperialismo chino y al capital
financiero internacional.
Entre los hacendados y los indios, el comandante-presidente
no solo escogió a los hacendados, escogió el camino de la impunidad y la
persecución a los indígenas. El crimen de Sabino sigue impune, y seguirá
impune, hasta tanto el Estado Venezolano no cese en la entrega de los
territorios pertenecientes a los pueblos originarios de la Sierra.
Entre los hacendados y los indios, el comandante-presidente
y sus herederos apostaron por la criminalización de los luchadores indígenas.
El 10 de abril, el líder Pemón Alexis Romero deberá comparecer ante un Tribunal
Militar de Ciudad Bolívar por su participación en los hechos de octubre de
2011, donde sometieron a 19 militares que explotaban ilegalmente la minería. El
14 de mayo, Provea y Homo et Natura, dos organizaciones defensoras de derechos
humanos, deberán acudir a un juicio abierto en su contra, por expresar su
solidaridad con los pueblos indígenas.
En tiempos de retahílas, leyendas y mitos, solo nos queda
asirnos al legado histórico, a lo real, a lo que demuestra la fuerza de los
hechos, y que está muy por encima del supuesto legado apostólico de Chávez. Así
-desprendidos del halo mágico-religioso-, el legado de Chávez, se presenta en
su verdadera dimensión: un estado militarizado y corporativista que intenta
secuestrar y cooptar las luchas de los indígenas y de los movimientos sociales,
para domesticarlas y ponerlas al servicio del capital. Una “insurrección
organizada” como diría el apóstol Nicolás Maduro, que en el discurso reivindica
la rebeldía y la irreverencia, pero en la práctica promueve la subordinación y
el oscurantismo cuartelario. Un freno a las fuerzas reales de cambio.
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