Hace algunos días en la ciudad de
Maracaibo estado Zulia, específicamente el 9 de noviembre del año en curso,
empezó lo que coloquialmente se lo
conoce como; “La feria de la chinita”. Un festejo popular celebrado por gran
parte de los marabinos, pero más allá de la manipulación mediática, las gaitas gobierneras y su exagerado derroche de energía eléctrica
(contradiciendo su ya trillado slogan “plan de ahorro energético”) la virgen
arrastra en su manto, una oleada de sangre y crueldad, “las corridas de toros”,
acto en el que se conmemora la muerte pública de toros en honor a la tradición
y su asqueroso trasfondo, el dinero.
Como no podía ser de otra manera, el colectivo A.R.D.A. (acrónimo de las palabras: acción, reacción, desobediencia y agitación) movilizo la indignación popular, colectivizando la lucha para centrarse en un único objetivo; Boicotear las corridas de toros, promoviendo el daño que causa dicho evento y todas las mentiras que lo acompañan, ya que se encuentra enmarcado en el ámbito socio-cultural y proclamado patrimonio regional por la mismísima alcaldesa, Eveling Trejo de Rosales. Se llevaron a cabo diversas actividades en repudio a la mal llamada “Fiesta Brava” donde la avaricia rompe cualquier estela de sensibilidad, dando paso al sadismo en su forma más descarada. Colectivos e individualidades se unieron para frenar esta aberrante costumbre, desde la repartición de panfletos hasta la realización de jornadas culturales, todo esto de manera autónoma, impulsados/as por el grito “No a las corridas de toro”.
La convocatoria del colectivo A.R.D.A. fue el pasado 10 de noviembre, utilizando carteles y redes sociales como medio de difusión, logramos atraer a todo tipo de activistas que encontraron afinidad en nuestro movimiento, la concentración fue pautada para las 3:00 pm, con la finalidad de marchar desde el Parque Urdaneta hasta la Ba$ilica, que fue el punto de llegada. Con pancarta en mano, megáfono y mucho corazón, los manifestantes recorrieron las calles gritando consignas, tocando silbatos y expresando todo el rechazo hacia el trabajo del torero. El recorrido duro poco más de una hora, al llegar a la iglesia los manifestantes se plantaron bajo el sol implacable (no más fuerte que sus ganas) atrayendo a peatones extrañados, que su vez, eran el publico que admiraba y escuchaba los convincentes argumentos que los manifestantes exponían.
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