Carlos Taibo
En los últimos días me ha tocado escuchar con relativa frecuencia que lo que sucede en Gaza en estas horas -las acciones militares israelíes- es culpa de las milicias de Hamás. O, por decirlo de otra manera, que si éstas no bombardeasen territorio israelí, nada estaría ocurriendo. A ese argumento conviene oponer los que siguen.
En los últimos días me ha tocado escuchar con relativa frecuencia que lo que sucede en Gaza en estas horas -las acciones militares israelíes- es culpa de las milicias de Hamás. O, por decirlo de otra manera, que si éstas no bombardeasen territorio israelí, nada estaría ocurriendo. A ese argumento conviene oponer los que siguen.
1. Malo es que se intente describir un conflicto de largo
aliento sobre la base de lo que, en relación con él, ha sucedido en un período
de tiempo tan breve como cercano. Para entender lo que ocurre en Gaza en estas
horas hay que prestar atención a la historia de Palestina desde 1947, y
entonces aparecen con claridad el poderoso y el débil, el invasor y el
invadido, el colonizador y el colonizado. ¿Qué diríamos de un examen del
desembarco de Normandía que, focalizando en exclusiva la atención en lo que
ocurrió aquellos días, interpretase sin más que la Wehrmacht alemana era un
ejército que se defendía frente a las iras incontenidas de los comandantes
aliados?
2. Es dolosa, en particular, la ignorancia de lo sucedido en
Gaza desde mucho tiempo atrás. Parece obligado hablar del hacinamiento de
palestinos expulsados de sus casas y tierras, de la represión, la segregación y
la explotación. Y en los últimos años del bloqueo. Cuando se decide ignorar
todo esto, es muy sencillo llegar a la conclusión de que quienes lanzan esos cohetes
son, sin más, locos islamistas que actúan de manera airada y caprichosa. Aunque
no tengo intención alguna de defender su conducta, esta última nace de un
escenario insoportable, y de un callejón sin salida. Hamás, en singular, es un
producto insorteable -tal vez deseado- de la política de Israel. No ha nacido
de la nada.
3. Curioso resulta que las más de las veces no se preste
atención a una discusión importante: la relativa a la proporcionalidad -a la
falta de ella- de las acciones militares israelíes. Ahora como siempre, el
número de muertos del lado palestino es mucho más alto que el del lado israelí.
El hecho de que entre los muertos palestinos se incluyan con extraordinaria
frecuencia civiles inocentes, y niños, nos emplaza ante lo que sólo puede
calificarse como terrorismo de Estado. ¿Qué es peor: el terror que ejerce un
grupo ‘privado’ o el que despliega una maquinaria estatal que, para colmo, se
autocalifica como Estado de derecho y disfruta de un franco reconocimiento
internacional? Más allá de lo anterior, conviene recelar de la idea de que
Israel no pretende otra cosa que dar réplica a las agresiones que padece: esa
cantinela la hemos escuchado muchas veces cuando el objetivo de los gobernantes
israelíes era proseguir, sin más, con la conquista de territorios y con su
secuela más común en forma de expulsión y exterminio de poblaciones palestinas.
Recupérense al respecto las sabias palabras que Noam Chomsky ha difundido las
últimas horas.
4. Dejemos las cosas claras: quienes bombardean Gaza son, en
realidad, las potencias occidentales. Hace tiempo que éstas otorgaron a Israel
un papel relevante: el de gendarme regional que debe acabar con cualquiera que
plante cara al proyecto colonial que defienden en la región más tensa del
planeta. De ahí, por cierto, el silencio connivente de nuestros gobernantes
ante lo que ocurre en Gaza.
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