Heridas de balas, madres de hijos
impunemente asesinados, irrespetadas, silenciadas, descalificadas, invisibles
ante el poder
María
de los Ángeles Peña Fonseca
I
Anoche pude hablar con Zenaida, mujer
yukpa, hija de Sabino, hija de Lucia;
impactada por dos balas de alto calibre en
medio de un enfrentamiento entre
ganaderos, ejercito y yukpas. Zenaida,
venezolana como tú, como él, como ellas, las y los de los ministerios.
“Más o menos me siento”, me dijo. “Una
de las balas me quedó en la espalda , y
tengo miedo”. Escuché de fondos niños llorando, y le pregunté cómo está la
gente, como está la abuela que también está herida, pero no hubo respuesta pues la llamada se cayó. De inmediato tuve la imagen de Zenaida y el poema de Jo
Carrillo juntos, titulado Y cuando se vayan, llévense sus retratos, el cual
adapto a la situación que está
atravesando la vida de las mujeres yukpas y de las mujeres indígenas en general
cuyas voces son silenciadas, aun y
cuando, muchos despachos de ministerios tengan en sus paredes fotos, afiches de
ellas…
A nuestros camaradas revolucionarios y
revolucionarias
amigos, amigas radicales
les encanta tener retratos de nosotras
sentadas junto a la vasija de barro
rallando la yuka
manejando el machete
en guayucos y collares brillantes
cargando nuestros niños morenos amarillos
leyendo libros de las
campañas
recibiendo las bolsas de comida que nos trae el Minpi
nuestros camaradas revolucionarios y revolucionarias
amigos y amigas radicales
deben pensarlo de nuevo
A nuestros camaradas revolucionarios y
revolucionarias
amigos, amigas radicales
les encanta tener retratos de nosotras
andando por el conuco en el sol ardiente
descalzas,autóctonas,
en guayucos y collares brillantes
cargando niños morenos amarillos
recibiendo las bolsas de comida que nos trae el MINPI
sonriendo.
Nuestros camaradas revolucionarios y revolucionarias
amigos y amigas radicales
deben pensarlo de nuevo.
Nadie se sonríe
al dar frente al día
escondiéndose por el monte porque está el sicario del
ganadero apuntando
o yendo a enterrar a nuestros hijos muertos por
diarrea , fiebre y gripe
nuestros camaradas revolucionarios y revolucionarias
amigos, amigas radicales.
Y cuando nuestros camaradas revolucionarios y revolucionarias
amigos, amigas radicales nos ven
en carne viva
no como su propio retrato
no están muy seguros, muy seguras
si
les encantamos tanto.
no somos tan felices como nos vemos
en
sus
paredes
II
En 1980, Pat Parker, feminista, poeta
afrodescendiente lésbica, escribió que La revolución: no es limpia, ni bonita, ni
veloz. Sabía lo que decía porque vivía la opresión que solo las mujeres negras,
indígenas, inmigrantes, pobres, violentadas,
sufren. Es la opresión que se refuerza en cada experiencia de violencia
y exclusión. Opresión que viene de todos los frentes: derecha, centro e
izquierda.
Resulta más previsible recibir los
golpes de la opresión que viene de la derecha.
Sus rasgos no se esconden, son explícitos. Pero cuando viene de la ciertos sujetos identificados con la izquierda revolucionaria, la opresión, suele confundir en sus rasgos porque se mimetiza. Sabe
esconderse. Sabe disfrazarse. Pero al final, aunque suene paradójico, ésta
desata su fuerza con los mismos argumentos de odio que la surgida de la
derecha. Lo sabemos las mujeres identificadas con el movimiento feminista y de
dignidad lo difícil que ha sido
desenmascarar el racismo y el sexismo cuando éste proviene de quienes se asumen
como “camaradas” de la lucha. El patriarcado pacta y no le importa luego la
ideología política. Es astuto. Sabe hacer alianzas pues lo fundamental aquí es
demostrar quien representa el poder. Y el poder se representa invisibilizando
las voces de las mujeres, callándolas, violándolas, matándoles a sus hijos,
disparándoles cobardemente, porque entendamos mujeres aquí a los machos se les
respeta.
III
Dicho lo anterior, la experiencia de las mujeres indígenas Yukpas de la Sierra de Perijá lo constata. Carmen Fernández, en luto porque sus dos hijos fueron asesinados. “Calladita se ve más bonita”, es el mensaje para ella. No denuncie señora, que entre usted y nosotros, la bala pesa más.
A Guillermina, hija de Sabino, el día en que su abuelo fue asesinado, los sicarios que la metieron en la camioneta amenazándola con el arma sobre sus partes íntimas, le recordaban que allá mujer no es gente. Asi que también, mire usted, “india altanera, cuidese oyó que pa la próxima, no habrá vida”.
A Lucia, Carmen, Zenaida, Marilis, recuerdo, cuando iba a visitar a sus presos, las mandaban a agacharse, y los militares, se burlaban de su desnudez, de su fragilidad, de estar agachadas como quiere el poder que estemos siempre las mujeres, agachadas, piernas abiertas, miedosas y sumisas. Denunciaron ellas esto. Nada pasó. Nadie del poder de izquierda se inmutó.
A Anita, cuando iba una y otra vez a la policía a denunciar el acoso para con su comunidad, las amenazas de muerte para con ella, para con su madre, un día, en plena sala, un efectivo de la policía de Machiques le expresó: “di, di tú, dónde están tus hermanos, que uno a uno los mataremos y nos beberemos su sangre”. Aquí la muerte efectivamente se consumó pero con este preludio de odio hacia ELLAS.
¿Hasta cuándo?
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