Por Liga de Trabajadores por el Socialismo
Por motivos de espacio y linea editorial sólo publicamos
extractos del comunicado de la
Liga de Trabajadores por el Socialismo en donde una buena
parte promocionan la candidatura obrera de Orlando Chirino. Si usted desea
conocer todo el posicionamiento de la
LTS , consultar http://www.lts.org.ve
Entendemos que son millones entre la clase trabajadora y el
pueblo pobre quienes confían en Chávez, sobre todo ante el pasado puntofijista,
ante la actitud arrastrada de la oposición hacia el imperialismo estadounidense
y su claro tinte proempresarial, ante el hecho que Chávez, favorecido por
largas coyunturas de altos precios petroleros y un decisivo apoyo de masas, ha
orientado parte de los recursos públicos para amainar parcialmente situaciones
de miseria y pobreza, para mejorar el acceso a servicios elementales como la
salud y la educación, y se pronuncia de palabra contra el capitalismo y sus
injusticias, manteniendo una expectativa de “revolución” y una mejor vida para
los de abajo.
Pero no se trata de comparar con un pasado miserable como el
del puntofijismo, ni de un alivio temporal a algunos aspectos de la miseria y
la pobreza, sino de acabar con un sistema que no nos ofrece más perspectivas
que las de la explotación y humillación patronal, injusticias, descomposición
social, y represión cuando no nos calamos sus condiciones. Como explicamos
adelante, el proyecto de Chávez no es el punto de llegada ni de partida de una
nueva sociedad o un mundo mejor para las mayorías explotadas, sino una variante
de este mismo sistema, y es falso que sea la mejor opción política que tienen
los trabajadores y el pueblo pobre.
Un proyecto que mantiene la explotación de los trabajadores
y la dominación imperialista
El objetivo más “ambicioso” del proyecto de país que propone
Chávez es un supuesto “desarrollo nacional”. ¿Cómo? “Sembrar el petróleo”: usar
la renta petrolera para desarrollar la agricultura y la industria nacional,
convertir la renta en capital. “De la Venezuela rentista a la Venezuela productiva”.
Objetivos que quedan solo para el discurso, ninguno se cumple ni está camino a
cumplirse, porque los capitales imperialistas siguen exprimiendo nuestros
recursos y porque la preservación de las propiedades y ganancias de los
capitalistas impiden cualquier aprovechamiento social progresivo de los
recursos.
Chávez ha pedido siempre una burguesía “con conciencia del
interés nacional”, que apoyada desde el Estado mediante la transferencia de
renta petrolera se desarrolle como clase “productiva” y “emprendedora”. Ha
dejado claro que su proyecto no contempla de ninguna manera la abolición de la
propiedad burguesa y, al contrario, propone acuerdos y alianzas con el
empresariado nacional (como ahora que los busca convencer de las posibilidades
de negocios que se le abrirían en el Mercosur y les ofrece apoyo). Por eso el
dinero destinado en estos años para atender las situaciones más graves de
miseria y de pobreza, y para la salud y educación, no ha venido de afectar las
ganancias capitalistas sino fundamentalmente de la alta renta petrolera
pública.
Es que como Capriles Radonski y la MUD , Chávez tampoco se imagina
ni se propone una sociedad sin empresarios ni banqueros, sin explotación
patronal. Por eso después de más de una década de Chávez en el poder la
burguesía venezolana sigue con sus propiedades, negocios y ganancias tan
campantes como en el puntofijismo, y la banca privada es una de las de América
Latina que obtiene mejores rendimientos. Hay sectores que creen hallar gran
diferencia entre que “antes los ministros los ponía Fedecámaras, y ahora no”,
cuestión totalmente secundaria, pues ahora los ponen la corporación militar o
los círculos de poder cercanos a Chávez, y además cumplen la misma función de
sostener esta sociedad de clases.
El “nacionalismo” de Chávez se limita a regatear mejores
condiciones de subordinación ante los capitales imperialistas, no impide que
sigan explotando los recursos naturales y los trabajadores del país, ni bloquea
la transferencia sistemática de recursos hacia los centros imperialistas, sino
apenas busca que de las riquezas que estos extraen, le quede al Estado una
porción mayor que antes, para “desarrollar la economía nacional” de la mano de
empresarios venezolanos “nacionalistas” e incluso de determinados capitales
imperialistas “amigos”.
Por eso, al igual que los adeco-copeyanos, ha continuado
enviando constantemente, y sin falta ninguna, millones y millones de dólares a
las cuentas de los bancos imperialistas como pago de la deuda externa, paga
jugosas “indemnizaciones” al capital trasnacional por la compra de empresas o
acciones, destina recursos públicos para subsidiar a las corporaciones
imperialistas que invierten en el gas, a las que exonera del pago de IVA e
ISLR, a las petroleras imperialistas las hace socias permitiéndole ser dueñas
del 40% en las empresas mixtas con contratos a más de 30 años, a muchas
empresas imperialistas se les permite no pagar impuestos aquí sino en su país
(tratados de no doble tributación), no solo se paga religiosamente la deuda
externa sino que ha aumentado enormemente, comprometiendo como forma de pago
incluso la futura producción petrolera, de hierro y de aluminio, y en nuestro
país, como en cualquier otro país capitalista de América Latina, operan cientos
de empresas imperialistas sacando ganancias constantemente. ¿De cuál
“revolución antiimperialista” nos habla?
Por eso en una ocasión, ante luchas salariales de
trabajadores estatales, Chávez dijo que no le quitaría dinero a las misiones
para pagar salarios, pero sí le quita dinero a los salarios o las misiones para
dárselo a la banca imperialista. Por eso mientras destina grandes recursos para
el Grupo Techint por la re-compra de Sidor, afirma no tener recursos para el
contrato colectivo de los trabajadores de Sidor y para las inversiones que
necesitan hace años nuestras empresas básicas. Para mantener buenas relaciones
con el imperialista gobierno japonés y obtener un préstamo, el gobierno
“obrerista” y “nacionalista” de Chávez combatió con saña y aplastó la lucha de
los obreros de la
Mitsubishi , contando con una brutal represión de la policía
de Anzoátegui que cobró la vida de dos obreros, amenazando con meter la Guardia Nacional
a la empresa y aprobando el despido de casi todos los dirigentes sindicales que
estaban en la lucha. Es así que en la empresa mixta VENRUS se dan la mano la
“Empresa de Producción Social Minera Nacional” y la trasnacional rusa Agapov
para intentar meter en la cárcel a dirigentes sindicales por protestar contra
las condiciones de trabajo y el terrorismo laboral. Es así como el gobierno ha
garantizado las condiciones de explotación que impone la trasnacional petrolea
china CNPC usando la
Guardia Nacional Bolivariana para reprimir protestas de los
obreros de la misma. Los ejemplos pueden seguir por montones.
Y es que nuestro país no ha dejado de ser esencialmente una
semicolonia con inmensos problemas económicos y sociales porque buena parte de
sus riquezas se las chupan los capitales imperialistas, por las más diversas
vías, con la total complicidad del Estado y el gobierno. Por más que hable
mucho de “revolución” y de “socialismo”, el de Chávez es apenas una versión más
de ese timorato nacionalismo burgués que, en medio de grandes luchas y
movilizaciones de las masas obreras y oprimidas de nuestra América durante todo
el siglo pasado, jamás logró ninguna “liberación nacional” ni apostó por la
emancipación social de los explotados, dejando en el camino solo confusión
política, frustraciones o trágicas derrotas.
Un gobierno para la estabilización de la sociedad burguesa
El rol histórico que vino a jugar Chávez ante el quiebre del
régimen de dominio burgués que había en el país desde el ’58, ha sido el de
estabilizar la situación, no de desarrollarla en sentido revolucionario, sino
al contrario de canalizarla y desviarla hacia un cambio de régimen y un
proyecto de país parcialmente distinto al del puntofijismo. Desde su primer
discurso como presidente, en febrero del ’99, lo ha dejado claro: “tenemos que
darle cauce a un movimiento que corre por toda Venezuela… es un pueblo que
recuperó por su propia acción la conciencia de sí mismo y allí está clamando,
en las afueras del Capitolio y por donde quiera que vayamos… aquí se desató una
verdadera revolución, señores y yo tengo la certeza de que nosotros le vamos a
dar cauce pacífico, que nosotros le vamos a dar cauce democrático… Ese pueblo
necesita cauce… o le damos cause a esa fuerza o esa fuerza nos pasa por
encima”. Y remataba: “No queremos más rebeliones”. Si una coherencia ha tenido
Chávez es en ese rol. Afirmaciones como esta pueden encontrarse en cualquier
momento de su gobierno, incluso en los momentos de mayor confrontación como en
el 2002. En los momentos de mayor confrontación con las fuerzas desplazadas del
puntofijismo y la burguesía opositora proimperialista, que fueron también los
momentos en los que su régimen estuvo más débil y más dependía Chávez de la
movilización combativa de las masas, nunca actuó para aprovechar la debilidad
de la reacción tras sus derrotas y volcar sobre ella al movimiento de masas
para avanzar en desmontar las bases del capitalismo. Porque su gobierno es un
gobierno de contención, de canalización institucional del descontento y
malestar de las mayorías trabajadoras y pobres.
El presidente supuestamente “revolucionario” no ha dejado
nunca de insistir a sus opositores, al empresariado, y al imperialismo yanqui,
que él es el garante de la estabilidad y la paz social en el país, es decir, de
que no se desaten posibilidades de una revolución social. Su política es para
encasillar el descontento social hacia reformas para un capitalismo de
“desarrollo nacional”, con una dosis de “justicia social”. Por eso cumple un
papel no revolucionario, sino conservador, y socialmente contrarrevolucionario.
Un régimen restaurador de la legitimidad y fortaleza del
Estado burgués y sus Fuerzas Armadas
Por más que discursee sobre el “poder del pueblo” y “superar
el Estado burgués”, la verdad es que uno de los más importantes logros que ha
tenido el régimen de Chávez, desde el punto de vista burgués, es recomponer la
autoridad y legitimidad del Estado burgués. Un “logro” totalmente reaccionario.
Con la fuerte crisis política abierta en el país desde finales de los 80’s, que
tuvo como gran punto de inflexión la rebelión social de febrero del 89, habían
entrado en crisis de legitimidad ante amplias franjas del pueblo las
instituciones de la democracia burguesa. La “justicia”, el parlamento burgués
(entonces Congreso Nacional), las policías y el ejército, la propia Presidencia
de la República ,
y hasta el mecanismo del voto, llegaron a tener gran desprestigio.
Se comenzaba a hacer evidente ante las mayorías trabajadoras
que estas instituciones no estaban al servicio de “todos los ciudadanos” sino
de los ricos, los capitalistas (tanto nacionales como extranjeros) y sus
respectivos políticos de oficio. El odio hacia los cuerpos represivos del
Estado burgués era síntoma positivo del desarrollo de la conciencia de clase de
los explotados. Entre el ejército burgués y el pueblo trabajador había una gran
separación marcada con sangre obrera y popular de la rebelión de febrero del
’89.
Hoy todas esas instituciones se mantienen en pie, casi todas
apenas cambiadas de nombre, remozadas con apellidos “bolivarianos” y
“socialistas”, pero cumpliendo en lo esencial el mismo papel de garantes de la
sociedad burguesa. Chávez ha logrado disipar en gran medida el odio hacia las
Fuerzas Armadas y ha logrado que se relegitime la autoridad del Estado como
“distribuidor de la riquezas” y aplicador de “justicia social”. ¡Incluso ex
militares con responsabilidad en masacres del pasado (Cordero Lara, masacre de
Cantaura, Rodríguez Chacín, masacre de “El Amparo” y los “amparitos”) son hoy
diputados o voceros de la actual campaña presidencial!
Por eso, mientras cierta izquierda miope plantea que hay que
apoyar a Chávez porque su proyecto implica un avance de la conciencia política
de los explotados, o porque su gobierno representa la posibilidad de un avance
revolucionario a futuro, la realidad es todo lo contrario: Chávez ha inculcado
una “amistad” del pueblo hacia la fuerzas represivas del Estado burgués y una
confianza en este Estado de los capitalistas, lo que es un retroceso político
en la conciencia de clase de los explotados; y la recomposición de la
legitimidad y autoridad del aparato político de dominación burgués no brinda
las condiciones para una revolución a futuro sino que la bloquea o prepara su
aplastamiento.
Un presidente hostil a las organizaciones y luchas
combativas de los trabajadores y el pueblo
Chávez se ha definido como “obrerista”, pero la verdad es
que le incomodan sobre manera las organizaciones y luchas realmente combativas
y clasistas de los trabajadores. Si bien su gobierno no ha sido, por ahora, un
gobierno de abierta represión generalizada a las luchas obreras y populares, sí
hay criminalización de cientos de trabajadores, campesinos e indígenas por
luchar con sus propios métodos, y hay duras represiones específicas hacia los
sectores de vanguardia y combativos, buscando escarmentarlos.
La labor de desviar el fuerte ascenso obrero y popular que
puso en jaque el régimen burgués anterior, no podría Chávez haberla llevado a
cabo sino precisamente evitando chocar de frente con las organizaciones de
masas, más bien coqueteando con promesas de “poder” para los de abajo y
otorgando algunas concesiones parciales. A su vez, la alternativa que se
propuso Chávez ante la crisis del puntofijismo es un régimen fundamentado en
una figura presidencial fuerte capaz de “ordenar la casa” y negociar con las
fuerzas desplazadas del régimen anterior y el imperialismo yanqui, para lo que
necesitaba contar con un amplio apoyo de masas dispuestas a movilizarse en su
respaldo. ¡Pero apenas Chávez logró asentar mejor su régimen y apenas
comenzaron a darse luchas obreras por fuera de su control, afloró la coacción y
la represión! Así mismo el gobierno mantiene una criminal complicidad con el
sicariato terrateniente y patronal, que ha cobrado la vida de cientos de
campesinos, decenas de obreros y hermanos indígenas, en la más campante
impunidad.
Es que en su esquema de supuesto “desarrollo nacional”
Chávez se reserva el papel de ser él el que decide “dar” o quitar a los
trabajadores y pobres, cuándo “dar”, cuánto y en qué condiciones. Por eso al
lanzar el PSUV en 2007 se declaró abiertamente contra la autonomía de las
organizaciones de los trabajadores; por eso ha avanzado en leyes que le dan más
potestad al Estado burgués de intervenir en estas organizaciones; por eso la
mayoría chavista de la
Asamblea Nacional (en muchos casos con complicidad de la
minoría de la oposición) desarrolló en los últimos años un entramado de leyes
que criminalizan diversas formas de lucha obrera y popular en las más diversas
ramas de la producción; por eso Chávez avala las represiones de la Guardia Nacional
hacia las luchas obreras (el caso más reciente ha sido el de las obreras y
obreros de Petrocasa), y brindó su respaldo a Tarek William después que la
policía de Anzoátegui asesinó a los dos obreros en la Mitsubishi ; por eso con
el discurso de “defender las empresas de un eventual ataque imperialista” o
“saboteos”, impulsa los llamados “cuerpos combatientes”, patotas de
trabajadores fieles al gobierno y la patronal estatal, entrenados por el
ejército burgués para espiar a los trabajadores que se organicen con fines de
lucha y para ¡“garantizar la continuidad operativa de la unidad productiva”
ante cualquier paralización! (espías y rompehuelgas institucionalizados); por
eso Chávez es uno de los voceros de su gobierno que más directamente intenta
desprestigiar y atacar discursivamente a los trabajadores de las empresas
estatales o la administración pública cuando entran en lucha abierta por sus
derechos; por eso él mismo ha llegado a amenazar con la represión o
militarización a diversos sectores de trabajadores estatales en lucha (empresas
básicas, metro de Caracas, eléctricos, maestros, etc.), particularmente
escandalosa fue la amenaza a los trabajadores de las empresas básicas, en
Ciudad Piar en marzo de 2009, de que si iban a huelga “se las verían con él” y
con toda la fuerza del Estado, así como con los “cuerpos de inteligencia”.
Dondequiera que ha habido luchas obreras que con sus propias
reivindicaciones, sus propios métodos de lucha y sus propios dirigentes
genuinos, intentan ir más allá de lo que el gobierno quisiera, el gobierno ha
puesta en marcha las clásicas maniobras patronales para quebrarlas, llegando a
la simple y llana represión (Sanitarios Maracay, Mitsubishi, Petrocasa,
empresas básicas de Guayana, etc.) o combinando la represión con algunas
concesiones cuando la fuerza de la lucha no le ha dejado otra opción (Sidor).
Por la política de criminalización que viene desarrollando, hoy en la Venezuela
“revolucionaria” hay casi 150 trabajadores y trabajadoras con distintos
juicios, regímenes de presentación o prohibiciones de actividad sindical o
política, como represalia de la “justicia” por hacer participado de alguna
medida de lucha.
Por todo esto, un voto por Chávez sería un voto por un
político que no quiere a los trabajadores de pie, con organizaciones fuertes,
con métodos combativos, con una moral de lucha alta y conquistando victorias
contundentes contra los patrones, sino que los quiere sumisos, obedientes y
“agradecidos”… o enjuiciados, reprimidos, y hasta presos, si se alzan
seriamente contra la explotación, como el caso emblemático de Rubén González y
las decenas de trabajadores enjuiciados actualmente.
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