Enrique Contreras Ramírez
Con
los privilegios que tiene la clase política venezolana y particularmente las elites de los partidos
políticos, es muy difícil creer que en la “oposición” “HAY UN CAMINO” o que el candidato del gobierno es “EL CORAZÓN DE
LA PATRIA”. Semejantes consignas burlan el sentimiento de un pueblo que sigue
aspirando realmente que su destino cambie, en el cuadro de la justicia social.
Pensar
que mientras convierten a un pueblo, sobre todo a las clases sociales más
humildes, en simples mendigos, donde se le otorga las migajas que la clase
política en campaña electoral les asigna a través de becas, ayudas, mercados,
pacas de cemento, hojas de zinc, una cocina o un televisor y “empleos”
temporales en forma de contratos, las clases políticas disfrutan con gran voracidad
la renta petrolera que pertenece en igualdad de condiciones a todos los
venezolanos.
MARCAR EL CAMINO DE LA UTOPÍA
En
éste país, cualquier alcalde, concejal,
gobernador, ministro, diputado o cualquier otro funcionario de alta jerarquía,
cambia de estatus social y económico al no más tomar el poder y allí comienza
su carrera de enriquecimiento.
Da risa y a la vez rabia, ver por ejemplo
que un alto funcionario de justicia o electoral, cobre de aguinaldo la módica
suma de 200 millones y tanto de Bs (de los viejos), mientras un educador o
cualquier funcionario medio del gobierno, por 25 o 30 años de servicio, se le
asigne por concepto de prestaciones sociales la suma devaluada de 60 o 70 millones de Bs. cuando tiene
la suerte de que se le paguen.
Esta relación hay que hacerla, porque la
clase política de ayer y la de hoy, siempre ha tenido esta conducta incólume,
representan el sector parasitario del Estado, porque se alimenta de él, sin
mayor esfuerzo, sin mayor consideración, sin mayor vergüenza, degenerados por
la riqueza mal habida, producto del saqueo, el robo y el tráfico de influencia.
Unos, los de ayer, a nombre de la democracia y los de hoy, a nombre del
socialismo del siglo XXI.
El día que nuestro pueblo decida levantarse
y tomar el cielo como lo hace nuestro Cóndor de los Andes, sin límites y
restricciones y donde la libertad, acompañada de la justicia social, elimine
los partidos políticos, los privilegios económicos de los parlamentarios, se
elimine la figura presidencial a cambio de una junta de gobierno (por ej.),
donde las elecciones sean por uninominalidad y expresión directa de las
comunidades a través de una Constituyente Originaria, estaremos marcando el
camino hacia la verdadera democracia participativa y protagónica del pueblo,
para darle horizontalidad al nuevo gobierno, sin relaciones de poder, que surja
de un hecho constituyente, capaz de aplastar las viejas civilizaciones. Desde
luego que plantearse esto, resulta una herejía para las clases políticas y
económicas y una utopía para los que militamos en la misma. Utopía y herejías,
que la historia se ha encargado a través de sus categorías
(espacio-tiempo-humanidad) de no negarlas y que son posibles de realizar.
UN DISCURSO PARA GANAR ELECCIONES
Los que estamos militando en la utopía, los
que no creemos en los procesos electorales tal y como están planteados para
cambiar el sistema, seguimos perseverando, en la lucha por un nuevo modelo
civilizatorio, pues hasta el momento lo que se ha intentado no ha servido para
hacer revolución, pues creemos que los discursos de Chávez sirven para ganar
elecciones y no para hacer revoluciones.
A cualquier persona de corte progresista o
de avanzada, a los excluidos de toda una vida, a los sin tierra, sin casa, sin
empleo, sin trabajo, sin educación, sin salud –entre tantos otros problemas-
cuando oye a Chávez de inmediato se identifica con él, pues su discurso
sociológicamente hablando, se apoya en la esperanza, en el concepto de justicia
social y bien común, pero cuando uno revisa con seriedad la conducta
administrativa de sus funcionarios y del propio presidente, uno observa con
dolor que aquí no se está construyendo ningún socialismo, que se está imitando
el viejo modelo del socialismo real, y como si fuera poco, el gobierno se
expresa en la práctica como un
hibrido, donde se repite los viejos vicios adeco copeyanos (puntofijismo),y que
durante todos estos años el gobierno “bolivariano” resultó ser expresión del
mismo sistema, el mismo capitalismo ahora globalizado, el mismo modelo de
dominación, la misma corrupción, el mismo tráfico de influencia, los mismos
pillos que se han cambiado el color como el camaleón y que saquean con la misma
impunidad de ayer el erario público de hoy,
sacrificando de esta manera el bienestar colectivo de la mayoría de los
venezolanos.
EL CULTO A LA PERSONALIDAD
El gobierno al igual que la oposición,
aprendió en todos estos tiempos electoreros a manipular las masas. Pero el
señor presidente, maneja como un verdadero maestro, sus cualidades
histriónicas, manejando un discurso y una conducta que lo ha tenido siempre en
la cresta de la popularidad, sobre todo en los sectores más desinformados. Esta
es una realidad que la oposición torpemente nunca ha entendido.
Pero también su entorno más allegado
aprendió a manipularlo a él. Esto se
manifiesta en el culto a la personalidad que le tienen, saben que no puede
haber critica ni autocrítica de su gestión, el que lo haga quedara fuera,
alimentando de esta manera el camino a la autocracia que en definitiva ha
desviado la intencionalidad del 4 de febrero y del 27 de noviembre, al igual
como fue traicionado el ideal del 23 de enero de 1958. Fechas sembradas hoy día
en el corazón de los sectores más humildes de la patria.
La práctica política de Chávez, en el marco
de su entorno nadie se atreve a cuestionarla, por temor de perder sus
aspiraciones. Por el contrario, esperan y ligan a que el presidente los nombre
en algún discurso, para poder ser “dirigentes” segundones y subalternos de él y
la llamada “revolución” ante las masas.
Andar por Venezuela señalando con el dedo,
sin ningún tipo
de discusión colectiva, quienes son los diputados, concejales, alcaldes,
gobernadores y quienes deben ser los dirigentes del partido, no representa
ninguna práctica democrática, ni mucho menos revolucionaria. Por el contrario,
es convertir el problema político-revolucionario, en un club de serviles, desconociendo de esta manera los liderazgos naturales de nuestro propio pueblo
a través de referencias nacionales impuestas. Es evitar la educación política
de los pueblos, su rearme ideológico y es poner en peligro en definitiva, la
posibilidad de profundizar los cambios estructurales que reclama el país.
UNA NUEVA CLASE POLÍTICA
En el circulo de aduladores más allegado al
presidente, incluyendo su núcleo familiar, ya se encuentra conformada y
consolidada una nueva clase económica y política en el país denominada
“burguesía bolivariana”, producto del saqueo y robo al tesoro público, de
fraudulentos negocios, del tráfico de influencia, del lavado de dólares,
narcotráfico, contrabando y para el colmo, dicen representar los sectores
patrióticos, muy parecida a la que se formo, después del 23 de enero de 1958 y,
que para ese entonces término haciendo una Constitución, que traiciono el
espíritu del 23 de enero y enterró transitoriamente los sueños y las esperanzas
de la inmensa mayoría de nuestros compatriotas.
Hoy más que nunca, hay que aprender de las
experiencias del pasado, Fabricio Ojeda nos decía al respecto: “La propia
experiencia, además del estudio de la teoría política, demuestra que a esta
altura de la historia, nada tiene que buscar nuestro país en el cambio de una
camarilla por otra; o de un partido o grupo de partidos por otro partido o
grupos de partidos. Lo que se trata de lograr es un cambio revolucionario, de
fondo, en la composición social del gobierno que sea capaz de modificar las
estructuras mismas del país y consolidar un régimen independiente, liberado del
imperialismo y la oligarquía. La magnitud y causas de los problemas nacionales
requieren, sin duda, la conquista del Poder por una alianza de las clases
populares democráticas y progresistas con la fuerza suficiente en lo político y
militar para hacer frente a las fuerzas de la reacción. (Ojeda, Fabricio. “La
guerra del pueblo”. Edit. Domingo Fuentes. Caracas.1970. pp. 50-51).
LA CORRUPCIÓN Y EL BUROCRATISMO
Hoy día, después de 14 años de gobierno, el
propio Chávez se vio obligado a reconocer que la corrupción y el burocratismo
están devorando su administración. No sé, si esa preocupación es real en el
señor presidente o simplemente es un formalismo para seguir manipulando a un
pueblo, que quiere cambios y transformaciones para mejorar su modo de vida.
Mientras tanto, los nuevos y viejos
contratistas, muchos de ellos familiares e incondicionales de la clase política
en el gobierno, se encuentran como zamuros, merodeando y haciendo reuniones en las oficinas de los
ministerios, para continuar con el saqueo a la república.
Al respecto, Kleber Ramírez (+) escribía en
una oportunidad lo siguiente: “Es así como la falta de dignidad adquiere
actualmente en nuestro país la categoría de calamidad pública. Hace falta
verdadero coraje para mantenerse firme en los ideales y no sucumbir ante tanta
corrupción, ante tanto desprecio por la sociedad.
Sólo un acto político, una conmoción
política, podría liberar las esperanzas prisioneras y nuestra actitud, que
también esta prisionera de una mentalidad auto-subestimada, llena de
sentimientos de inferioridad; una acción que llevaría consigo la remoción de
las élites establecidas, para que esos espacios fueran ocupados por los
ciudadanos más aptos, con posibilidad de enfrentar las nuevas realidades y que
hagan cambiar las relaciones sociales existentes.
No podemos tenerle miedo al futuro porque
siempre se está a tiempo cuando hacemos conciencia del inmenso reto que tenemos
por delante y aceptamos nuestra cita con el destino”. (Ramírez, Kleber.
“Venezuela: la IV República”. Caracas. 1991. pp. 169).
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