Por: Simón Rodríguez Porras*
Con obcecada reiteración, los voceros de la Mesa de la Unidad Democrática
(MUD) vienen hablando de la necesidad de reconciliar al país. Junto a las
consabidas consignas que promueven los intereses empresariales y por una
respuesta represiva a la delincuencia común, el candidato Capriles incorpora en
todos sus discursos alguna referencia a la llamada reconciliación. Se trata de
uno de los puntales discursivos de la derecha opositora. Por ejemplo, en
noviembre del año pasado, los precandidatos de la MUD coincidieron en su primer
debate público en establecer la reconciliación nacional como primera prioridad
en su programa. En enero de este año, el secretario general de la coalición
derechista, Ramón Guillermo Aveledo, acudió a la Conferencia Episcopal
para declararse "a la orden" de los jerarcas católicos y al servicio
de la supuesta reconciliación que éstos también promueven.
A todas estas, ¿de qué están hablando estos personajes que
invocan la reconciliación? Son poquísimas las ocasiones en las que la
reconciliación promovida por la derecha tiene algún contenido concreto, como en
el caso del proyecto de Ley de Amnistía y Reconciliación Política presentado el
año pasado por personalidades vinculadas a la MUD , y mediante el cual se pretende terminar de
sellar la impunidad de quienes participaron en el golpe de 2002 y el sabotaje
petrolero, un despropósito que el mismo gobierno se ha encargado de adelantar
en gran medida con la amnistía presidencial del 31 de diciembre de 2007. Casi
siempre el discurso de los portavoces de la MUD se refiere vagamente a la reconciliación como
la vuelta a un pasado de unión, para superar la “división” presente. Capriles
Radonski ha llegado al extremo de prometer la reunificación de las familias,
tal y como lo hizo en el estado Táchira el 21 de marzo pasado: “Tengan la
seguridad (de) que vamos a acabar con la división y vamos a volver a unir a las
familias venezolanas”.
Conciliación de clases y “reconciliación”
No es casual que al hablar de una “Venezuela que queremos
todos” se coloque como primer objetivo precisamente la tan mentada
reconciliación. La idea de que existe un proyecto de país que puede representar
por igual a todos, a personas pertenecientes a clases sociales antagónicas y a
enemigos políticos, de por sí responde a una concepción al servicio de la clase
dominante y del estado de cosas imperante. Un planteamiento que se encuentra
íntimamente ligado al ideario de la restauración de un estado armonioso
perdido. El país que, según la derecha, todos queremos, es un país imaginario
que se encuentra en el pasado, un pasado en el que no había división entre
venezolanos. No puede dejar de recordarse que incluso en los momentos de más
agudas confrontaciones en las calles, durante el golpe de Estado o el sabotaje
petrolero y el lock out empresarial, quienes encabezaron esos ataques contra
las libertades democráticas, hoy reciclados en la MUD , invocaban una reconciliación
que según ellos sobrevendría si sus aventuras golpistas resultaban victoriosas.
Este anhelo de restablecer un orden caduco está
profundamente integrado a la psicología de la base social empresarial y de
clase media alta que sustenta orgánicamente a la MUD. Superar la
división significa invisibilizar los antagonismos sociales y políticos bajo el
paraguas de un consenso ilusorio, la falsa noción de que todos los venezolanos
comparten en el fondo unas mismas aspiraciones y podrían trabajar en pos de un
mismo proyecto político. Por eso, el discurso de la reconciliación no es sino
la expresión encubierta del contenido antidemocrático del programa político de la MUD , y su aspiración de
legitimar la imposición de un pensamiento único.
Es indudable que el momento en el que se quiebran sin
remedio los grandes mitos de conciliación de clases en clave puntofijista, en
que se desbaratan nociones tan caras a los reconciliadores como la
gobernabilidad, la paz social y orden, es el 27 de febrero de 1989. La derecha
quiere reconstruir su dominio utilizando el mismo cemento ideológico que sirvió
para la edificación del bipartidismo.
A nadie puede sorprender que un discurso tan baboso genere
desconfianza. Es netamente reaccionario y no empalma con la sensibilidad de
millones de personas que ven con mejores ojos al futuro que al pasado. Varios
estudios de opinión en los últimos años han reflejado esta tendencia de la
mayoría de los venezolanos a considerar que el futuro será mejor que el
presente, lo cual indica que aún sin mayores pistas de cómo mejorará la
situación económica o el goce efectivo de los derechos sociales, la mayor parte
de la sociedad mira hacia adelante.
MUD y Psuv, dos caras de la misma moneda
Pero además de reaccionario, ese discurso es inútil. La gran
ironía es que el chavismo ha perfeccionado las prácticas clientelares y
corruptas de adecos y copeyanos, construyendo una chavoburguesía a través de la
administración de la renta petrolera estatal, a través de un proceso parecido
al que dio nacimiento a los nuevos ricos del puntofijismo. A tal punto se ha
reconciliado el chavismo con las tradiciones adeco-copeyanas, que la dirigente
del Psuv Blanca Eekhout tuvo que admitir que en el partido chavista todos los
militantes tenían "un adeco por dentro". Tanto el Psuv como la MUD , en representación de dos
sectores capitalistas que pugnan por el control de la renta petrolera,
entienden que su principal tarea política consiste en cerrar la crisis de
dominación que se abrió en 1989, desmovilizar al pueblo trabajador,
desmoralizarlo y convencerlo de que no vale la pena luchar, de que hay que
reconciliarse o que Venezuela ahora es de todos. El alto nivel de combatividad
popular, reflejado en miles de protestas y huelgas reivindicativas estos últimos
dos años, demuestra que la entente contrarrevolucionaria no ha tenido éxito en
ese propósito de cerrar el ciclo de luchas abiertos hade más de dos décadas,
pese a lograr polarizar y hegemonizar el escenario electoral.
Si la izquierda revolucionaria ha de jugar algún papel
relevante hoy en Venezuela, tiene que asumir la responsabilidad de explicar que
para superar la injusticia, la exclusión y la dependencia, es necesario no sólo
hacer oídos sordos a las necedades de la
MUD , sino sobre todo romper con este gobierno, incapaz de
encabezar los grandes cambios revolucionarios que las mayorías empobrecidas y
explotadas requieren para mejorar significativamente su situación y convertirse
en artífices de su propio destino. Los representantes del viejo orden, que Chávez
nunca se propuso enterrar del todo, vienen por sus fueros, y quieren presentar
su dominio como el dominio de la paz y la reconciliación. Pero no la tendrán
fácil, cada vez somos más los que entendemos que la MUD y el Psuv son dos caras de
la misma moneda, y que se acerca la hora de que los trabajadores y los sectores
populares ejerzan directamente su poder y gobiernen a través de sus propias
organizaciones. Quienes estamos convencidos de ello tenemos en estos momentos
la oportunidad de presentar una alternativa en el terreno de la movilización y
en el terreno electoral que exprese las aspiraciones y reclamos de los
trabajadores y demás sectores populares. Mientras haya explotadores y
explotados, no habrá reconciliación posible.
* Miembro del equipo coordinador de Laclase.info
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