El pasado 16 de abril se conoció que dos indígenas Yukpa
habían sido asesinados en la sierra del Perijá estado Zulia. En las primeras
informaciones difundidas por organizaciones de apoyo a la lucha indígena, se
divulgó que Silfrido Romero y Donal Romero Ramos habían sido asesinados por “sicarios
ganaderos” de la hacienda de Reinaldo Soto con armas de guerra. “Silfrido vive
más al norte, en Toromo (río Negro), pero tenía de visita entre la comunidad
Chaktapa y Río Yaza, y Donal de la comunidad vecina Kasmera, familia de la
funcionaria del Ministerio Indígena Amalia Pérez, Cacica Mayor del centro
Piloto Kasmera”. Sin embargo, la misma nota firmada por Homoetnatura afirmaba: “Los
habitantes de Chaktapa aseguran que fueron asesinados por efectivos del
Ejército, que desde el 12 de Octubre del año pasado cuidan como solía hacerlo
durante los tiempos de la Cuarta República los predios de unas 70 haciendas
incluidas hoy dentro de los títulos otorgados entregados al pueblo Yukpa y
solicitados desde el inicio del proceso de demarcación de sus tierras en el 2004”.
Los “sicarios ganaderos”, de esta
primera nota, eran miembros del Ejército.
En una interesante coincidencia, medios de comunicación
oficialistas y opositores de la región intentaron minimizar el asesinato
afirmando que los yukpas estaban robando ganado, que habían ingresado
ilegalmente en fincas ganaderas y que formaban parte de un grupo minoritario
que estaba azuzando provocaciones contra las autoridades de la zona. Incluso
funcionarios del Ministerio de Pueblos Indígenas, en Caracas, avalan esta
versión. Todos y todas se cuidaban de señalar que lo ocurrido había sido un
asesinato, y que sus responsables tenían que ser sancionados.
Para aumentar el desconcierto los “defensores de los
indígenas”, esos que afirman que todos los males de la Venezuela de hoy son
culpa de la derecha endógena y el imperialismo, emitían comunicados sobre la
situación también mediatizando los hechos. Se afirma que quienes asesinaron a
los yukpa lo hicieron con fusiles de guerra Ak, y que quienes habían accionado
sus gatillos lo hacían “bajo ordenes de los ganaderos”. Si eran militares los
asesinos, ¿porqué no decir que las ordenes venían desde dentro de las Fuerzas
Armadas Bolivarianas? En escritos particularmente ambiguos, denunciaban también
la presencia de paramilitarismo en la zona, del ex candidato Pablo Perez y del
partido Primero Justicia. Todo esto seguramente es verdad, pero lo medular de
la denuncia –el asesinato de dos yukpas por miembros del Ejército (o con armas
de guerra vendidas por el ejército)- se ahogaba en un mar de necedades. En año
electoral hay que denunciar… a medias.
Todas las evidencias apuntan que las arbitrariedades de los
ganaderos son amparadas tanto por el gobierno regional y nacional, como por las
Fuerzas Armadas. Habría que preguntarse cuantos generales son latifundistas de
la zona, y cuantos se benefician del tráfico de todo tipo de cosas a través de
la Sierra del Perijá. La responsabilidad de los asesinatos, tanto por el
estancamiento de la demarcación, son responsabilidad
del gobierno nacional. Y mientras no se recuerde que la situación de los
indígenas es consecuencia de la existencia de minerales e hidrocarburos en sus
tierras, de la primacía del modelo de exportación primario energético sobre
cualquier otra consideración, humana o ambiental, no se estará tocando el
problema estructural que condena al exterminio la cultura y los asentamientos
indígenas en el país.
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