En Noviembre del año pasado logré por medio de unos colegas, y después de entregar copias de mi pasaporte, ficha médica, sellos y un pedido a través de una universidad local, obtener permiso para cruzar el territorio donde opera la petrolera española Repsol YPF en el Ecuador, el l amado Bloque 16. Emprendí entonces un viaje de ocho horas hacia la ciudad de Coca, provincia de Orellana, donde permanecí unos días antes de seguir camino hasta las orillas del río Napo, lugar donde comienza el militarizado control petrolero. Este es un compartir de lo que aprendí en ese trayecto, que además de relatar una historia de intervención y despojos, está marcado por injusticias y pueblos silenciados.
Las nefastas huellas de más de 40 años de explotación petrolera en la amazonía ecuatoriana son evidentes, casi palpables, al recorrer la provincia de Orellana. Los testimonios y estudios realizados en el marco del juicio contra la empresa Texaco por sus incalculables daños al medio ambiente y por consecuencia, a las poblaciones que viven en relación directa con este, es un ejemplo del significado de estas huellas2 . Sin embargo, y pese a los graves impactos demostrados hasta la saciedad de estas actividades, en octubre del 2011 el gobierno ecuatoriano llamó a una nueva ronda de licitaciones petroleras3.
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