Por
Humberto Decarli
Terminado el año es propicio y pertinente una recapitulación de lo acontecido en el 2011. Ha sido un período accidentado porque a pesar de haber un ingreso abundante en petrodólares la economía continúa presentando y profundizando los problemas de los años precedentes.
Terminado el año es propicio y pertinente una recapitulación de lo acontecido en el 2011. Ha sido un período accidentado porque a pesar de haber un ingreso abundante en petrodólares la economía continúa presentando y profundizando los problemas de los años precedentes.
Ciertamente el precio del barril se
encuentra al alza y sigue la bonanza de los lapsos anteriores lo cual ha
incidido en un incremento del P.I.B. Esta situación ha regocijado al ejecutivo
por haber un aumento de la producción de bienes y servicios sin importarles las
circunstancias que redundan en dibujar un panorama poco augurante.
La dependencia del petróleo se ha
ampliado como lo demuestra que de cada 100 dólares exportados 95 provienen de
los hidrocarburos ratificando el rentismo como modalidad. Igualmente nos
consolidamos como una economía de puerto dada la infinitud de las importaciones
para cubrir un amplio espectro del consumo nacional.
Los dígitos que se han mantenido
haciendo secuencia con los últimos años es el de la inflación. Poseemos la más
alta de América Latina y los diseños gubernamentales en esta materia no han
podido reducirla. Aunado a la precariedad de los ingresos de los trabajadores
la resultante es un déficit generador de angustia en la gente.
La tendencia es que el Estado
controle cada vez más la actividad económica con un significado claro: hay
mayor dependencia del Estado, quien con su disponibilidad de efectivo trata,
con una mentalidad eminentemente asistencial, de reducir episódicamente los
problemas básicos.
El sector privado es quien produce
más bienes y servicios. Asume un 70% del P.I.B. frente a un 27% del público y
menos del 3% a la social, coyuntura que desnuda el carácter no socialista de la
economía venezolana. Incluso el factor trabajo se ha reducido en la generación
de estos rubros.
En el plano de la deuda atisbamos su
elevación por la búsqueda de liquidez por parte del Estado. Además de los
acreedores tradicionales como la banca emerge China como el principal gracias
al mecanismo crediticio llamado el Fondo Chino pagado con la factura petrolera.
Tanto la interna como la externa es indetenible y resulta paradójico
contraerlas en época de abundancia.
El gobierno critica abiertamente al
ALCA porque no comprende a la energía en su agenda pero sí asume una
participación abierta en el Plan Mesoamérica para llevar gas al sur de los
Estados Unidos desde Colombia pasando por Centroamérica y México.
Asimismo, el país forma parte activa
en el I.I.R.S.A. (Integración de la Infraestructura de la Región Sur Americana) y
de allí la amplia relación comercial con Brasil para el traslado de la biomasa
y minerales desde la Amazonía
a través de Guayana hacia el Atlántico. Tanto este mecanismo como el anterior
son eminentemente capitalistas.
Igualmente ha aumentado el desempleo
y el sector informal de la economía gracias a la contracción del área
industrial y a una dinámica dirigida al control del Estado de todo el espectro
económico.
No hay razones para pensar en un
cambio de ruta porque cada día se apuntala el aparato gubernamental como el gran
interventor y sobre todo el 2012 por ser electoral. Sin embargo, esta conducta
está condicionada por los ingresos petrolero cuya proyección indica será
alrededor de 90 dólares el barril pero continuaremos en el laberinto de una
bonanza fiscal acompañada de inflación, deuda y precariedad.
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