Este artículo apareció en la edición 60 de El Libertario y volvemos a republicar debido al reciente derrame de petróleo en el rio Tascabaña, el cual ha empeorado la situación de contaminación de la zona habitada por Kariñas que ya veníamos denunciando.
Por Pepe el Toro
Las dos
Tascabañas se encuentran en el Edo. Anzoátegui, en medio de la carretera
Cantaura – El Tigre. En ambas comunidades la población es mayoritariamente
Kariña y juntas llegan a unos mil habitantes. Desde hace una década están
siendo afectadas por emanaciones de gas metano, dentro y en las riberas del río
Tascabaña. Sin embargo, en los últimos años un elemento tan explosivo como el
gas también se ha apoderado de la población: el miedo. Temor no sólo a morir
por contaminación o por la explosión de un pozo de gas, sino también por
denunciar y ser víctimas de las represalias del poder económico y político de
la zona: Petróleos de Venezuela Sociedad Anónima (PDVSA).
El pasado 26/5 diferentes
voceros Kariñas realizaron una rueda de prensa para exigir soluciones a la fuga
de gas que, en la última década, se ha extendido bajo sus tierras ancestrales.
Días después recibieron la visita de representantes de la estatal petrolera
quienes les recriminaron el haber realizado denuncias en la “prensa golpista”,
olvidando que los medios públicos y seudocomunitarios le han dado la espalda a
las denuncias indígenas. Los funcionarios de PDVSA amenazaron a los Kariñas,
afirmando que eran “traidores”, “escuálidos” y “malagradecidos”, recordando que
era su empresa quien construía obras sociales en la comunidad, las cuales
podían detenerse si reincidían en su actitud. Tres semanas después El
Libertario visitaba la comunidad para corroborar la situación, pero los voceros
de las comunidades ahora se mostraban temerosos de hablar.
Tras varios
intentos, y con la promesa de no grabar en audio las conversaciones ni tomar
fotografías, pudimos conocer de sus labios el problema y visitar los sitios del
río en donde se encuentran las emanaciones. El miedo nos acompañó durante toda
la jornada. Los Kariñas nos pedían, nos suplicaban, que no fuéramos a revelar
su identidad.
La muerte del morichal
Los Kariñas,
concentrados en los estados Anzoátegui, Bolívar, Monagas y Sucre, son uno de
los doce pueblos indígenas presentes en territorio venezolano. En el caso de
Anzoátegui el 7% de sus habitantes pertenecen a esta etnia (16.686 personas) concentrados
en la zona geográfica de la Mesa de Guanipa, Municipio Pedro María Freites, en
caseríos como Bajo Hondo, Mapiricure, Kashama y las dos Tascabañas. Como en el
resto de los pueblos originarios, la subsistencia de los Kariñas está basada en
la siembra de pequeñas parcelas denominadas “conucos”, para lo cual aprovechan
las tierras húmedas de los morichales –comunidades biológicas dominadas por la
planta moriche en cuyos bajos corren aguas limpias filtradas en los arenales de
los suelos de las sabanas- y los ríos aledaños a sus comunidades. Sin embargo
desde hace una década sus métodos tradicionales de autosubsistencia están
siendo amenazados por las burbujas de gas que son visibles en varios puntos del
río.
Desde el año 2007, a causa del gas, la
flora y la fauna adyacente a los morichales ha ido desapareciendo y no se puede
sembrar porque el agua está contaminada. Los animales que bebían del curso de
agua, como venados, chigüires, lapas, conejos, reses y caballos han muerto. En
el río ya no se ven peces como coporo, guabina y sardinitas. Las antiguas
cosechas presentes en las márgenes se han acabado. Los conucos de yuca,
topocho, cambur y ají se perdieron debido a la falta de agua no contaminada. Las
consecuencias sociales y ambientales de la producción de gas y petróleo han
sido constatadas, reiteradamente, por el Ministerio del Ambiente,.que ha señalado
como causa de la desaparición de los morichales el desarrollo de actividades
mineras y petroleras, “cuyas acciones no controladas, impactan de manera negativa
en el funcionamiento y la conservación de estas formaciones vegetales”
(http://www.minamb.gob.ve/index.php?option=com_content&task=view&id=32&Itemid=63).
Y los morichales son la base de las formas tradicionales de vida indígena.
Tras las
primeras denuncias, realizadas en el año 2005, PDVSA realizó diferentes
reuniones con la comunidad, organizando mesas de trabajo. En ese tiempo se
comprometió a canalizar la construcción de infraestructuras para Tascabaña I y
dotarlos de tanques de agua que serían surtidos por 4 camiones cisternas
habilitados por la compañía. Progresivamente instaló tanques de agua en las
casas, de color azul, y otros de uso colectivo, más grandes y de color rojo.
Sin embargo los 4 camiones se redujeron a uno, el cual periódicamente provee de
agua sólo a los tanques azules. Por otra parte, PDVSA ha instruido a la
comunidad que no debe consumir el agua del río, la cual solamente debe usarse
para lavar la ropa. Además, construyó diferentes tramos de aceras, renovó el
sistema eléctrico y construyó un ambulatorio y una cancha deportiva, obras aún
inconclusas que los indígenas no quieren perder. Pero estas instalaciones, lo
único tangible que han recibido de PDVSA, se conservarán a costa de perder su
salud y su manera tradicional de subsistencia.
Desconociendo el impacto
El origen de las
burbujas no ha sido determinado con claridad. Una versión, repetida por los
voceros de PDVSA, afirma que ellos han heredado un problema “que no es suyo”,
debido a que las emanaciones son el legado de 35 pozos perforados en la zona en
el año 1948 por las compañías Exxon, Mobil y Texaco. En contraposición, el edil
indígena Benito Machuca declaró, en un medio regional, que el origen del
problema data del año 1999, cuando PDVSA perforó diferentes pozos cerca de la
comunidad, los cuales selló por no ser rentables y que luego comenzaron a
filtrar el gas metano. José Poyo, presidente del Parlamento Indígena, anunció
que “no ha dejado de trabajar en este caso”. El burócrata declaró que la
estatal energética “ya empezó a actuar y está realizando investigaciones, para
verificar el sitio exacto de donde proviene la fuga de gas”. Asimismo, señaló
que tienen en proyecto llevarle agua por tuberías a la comunidad, desde otro
lugar. Pero a pesar de sus palabras PDVSA, hasta las recientes intimidaciones a
los Kariñas, se había desentendido del asunto.
La ausencia de
estudios técnicos que determinen la amplitud y profundidad del problema
aumentan del desconcierto de los indígenas, para quienes por ahora las
consecuencias directas son la sequía del río, la disminución de sus siembras
tradicionales y el aumento de enfermedades presumiblemente producto del consumo
del agua contaminada. Sin embargo, se preguntan si hay otras consecuencias que
desconocen, y si respirar y tomar agua contaminada afectará a sus hijos, hijas,
nietos y nietas. PDVSA no ha presentado estudios de impacto ambiental, ni
cuando se realizaron las mesas de trabajo años atrás ni ahora. La petición en
que coincidieron todos los indígenas con los que conversamos es que la empresa estatal
haga estudios que revelen la gravedad del problema. Sin embargo, ¿sería
confiable un estudio de impacto pagado y realizado por encargo de quien es
responsable del problema?
¿Por qué el
Ministerio del Ambiente y la
Defensoría del Pueblo no se han pronunciado sobre este caso?
En la entrada de la cercana ciudad de Anaco un gran cartel publicitario anuncia
que esa zona es el bastión gasífero del país. Sin embargo al mirar alrededor
rápidamente se constata que la riqueza no ha beneficiado a las poblaciones
aledañas a los pozos de energía. PDVSA es el verdadero poder real en la zona,
con un presupuesto y una capacidad de incidencia política mucho mayor que
alcaldías y gobernaciones. Es PDVSA quien genera empleo en la región. Asimismo,
como en el caso de Tascabaña I, es la que tiene la capacidad de realizar
inversiones sociales y construir escuelas y canchas deportivas. Pero en esencia
esa empresa está allí para ejecutar una actividad económica agresiva contra el
ambiente, en beneficio real de una minoría que ni siquiera vive en la zona
afectada.
Divide y vencerás
Tascabaña I
posee entre 600 y 700 habitantes, mientras que Tascabaña II, según el censo
realizado por sus habitantes, posee una población de 170 habitantes. A pesar
que ambas poblaciones están aledañas al río Tascabaña, la única beneficiada con
la “filantropía” de PVSA es la comunidad con mayor número de familias -o con
mayor cantidad de votos-. La exclusión ha dividido a los Kariñas y ha
debilitado sus organizaciones. Si antes podían presionar juntas para defender
sus derechos, ahora cada una pide por separado ser beneficiada por las
políticas sociales gubernamentales. Los habitantes de Tascabaña II resienten
haber sido excluidos de los proyectos de construcción de aceras y escuelas,
pero nos contaron cómo habían sido beneficiadas con un crédito y 4 máquinas
para desarrollar un monocultivo de 500 hectáreas de
soya. En Tascabaña I aguardan la inauguración del Ambulatorio R2, con camas de
observación y servicio odontológico, que desde hace 7 meses ha sido construido
por PDVSA. El centro asistencial con que
cuentan posee sólo dos enfermeras, y cuando se presenta una dolencia grave hay
que ir hasta Cantaura o El Tigre. Ambas Tascabañas deben esperar la llegada de
un Mercal ambulante para comprar lo que antes cosechaban en sus conucos. “Yo no
soy un traidor, lo que quiero es ayudar a mi comunidad”. Estas fueron las
palabras de uno de los indígenas que nos acompañó a observar las emanaciones en
el río. Su cara reflejaba casi tanto temor como el que producen los vapores de
gas que están matando lentamente a su pueblo.
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[Recuadro] Una maquila de energía
El papel
asignado a Venezuela por la globalización económica es el de proveer, de manera
segura y confiable, recursos energéticos al mercado mundial. PDVSA, junto a
transnacionales como Chevron, Repsol y British Petroleum, han creado empresas
“de capital mixto”, para cumplir esta tarea, en acuerdos que van de 30 a 40 años de duración. En
primer lugar se han puesto las ganancias económicas y en último las
consecuencias sociales y ambientales de dicho modelo de desarrollo. Como
muestran poblaciones como Tascabaña, Cantaura, Anaco o El Tigre, la economía
basada en la extracción de energía es una economía de enclave, en donde todas
las ganancias y beneficios se distribuyen en élites y áreas ajenas al
territorio que alberga las riquezas minerales. Más que antes, PDVSA se ha
transformado en una compañía sagrada e incuestionable, debido a que genera las
riquezas sobre las cuales se mantiene el llamado “proceso” bolivariano. Eran
otros los tiempos cuando un movimiento vecinal y ambientalista reclamaba los
daños a las personas y al medio ambiente que su actividad ocasionaba. El
gobierno bolivariano nos ha disciplinado a aceptar, sumisamente, nuestro rol en
la economía capitalista global, estableciendo una suerte de “industria
maquiladora” de petróleo, gas y otros recursos minerales.
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