Por Domingo Alberto Rangel
En los análisis teóricos sobre el movimiento bolivariano
predomina una confusión parecida a la que suele reinar en las perturbaciones
cromáticas que llevan a tomar unos colores por otros. El movimiento
bolivariano, el PSUV o con mas sencillez, el chavismo, pasa por ser un
movimiento de la izquierda revolucionaria de inspiración marxista y contextura
muy avanzada. Nada más ajeno a la filosofía, si es que esta palabra cuadra con
unas gentes como las de ese mundo que están en las antípodas de todo lo que
significa inquietud intelectual o desvelos doctrinarios. El chavismo o PSUV es
el viejo caudillismo venezolano, forjado en los campeonatos de las guerras
civiles que, necesitado de una plataforma ideológica, apeló o se vio forzado a
apelar a las muletillas de la izquierda pues éste era la única que en 1992
cuando el comandante Chávez irrumpe desde el cuartel donde presta sus
servicios, militaba en la oposición.
Si Chávez no opta por las muletillas de izquierda, no
obtiene las inmensas cuotas de popularidad que le acompañan desde el primer
momento. Pero sólo en la escogencia de las consignas de izquierda que lo
emparentan con la izquierda, todo en el movimiento chavista es de inspiración
fascista.
El chavismo está, digamos como primer paso, destinado a
esclarecer los infundíos y borrar las confusiones, militarista. Basta en las
filas del PSUV haber hecho una carrera militar o haber pertenecido por unos
meses siquiera al cuerpo de oficiales de una cualquiera de los cuatro
componentes de las Fuerza Armada para subir hasta la estratosfera política
dentro del movimiento. Tan intolerantes son los militares chavistas que en días
pasados hicieron regresar desde La
Habana a Venezuela, al mismísimo comandante Chávez para
disipar una aguda crisis creada por un grupo de oficiales bolivarianos en
Fuerte Tiuna que anunciaron allí sin tapujos de no concurrir al desfile del 5
de Julio si lo presidia Elías Jaua. El pobre Jaua se dará cuenta que los
desertores de la izquierda tienen que maldecir, de manera pública y
reiterativa, su propio pasado si quieren hacer carrera tras una deserción. El
espejo para los desertores es Rómulo Betancourt, quien paso más de medio siglo
maldiciendo a los comunistas y agrediendo al comunismo tras haber militado unos
pocos años en el Partido Comunista de Costa Rica. Para que la derecha crea en
la sinceridad de los arrepentidos, estos últimos deben atacar todos los días la
vieja fe, ser apóstatas beligerantes y orgullosos.
Chávez resulta un caudillo a la venezolana que nada agrega a
José Antonio Páez, Antonio Guzmán Blanco, Joaquín Crespo o Cipriano Castro.
Personalistas y dicharachero, Chávez oscila entre pintoresco y simpático.
Tienen gracia como la tuvo Panchito Alcántara quien decía que el Tesoro era
como el Guaire, todos tiene el derecho de meter allí su pichagua y solo se
discute el tamaño de la pichagua. En otra ocasión esta misma persona, cuando
alguien le pregunto cuál era su programa de gobierno respondió, exprimiendo el
cinismo, tirarle una morocota a todo el que pase frente a la casa de gobierno.
Un movimiento tan rupestre no puede tener ideología, pero lo que podría
sustituir en él a la ideología es de neto corte fascista.
El PSUV reivindica un indigenismo de raíz racista. El culto
al pasado pre colombino, la exaltación de un remotísimo pasado indígena
constituye uno de los rasgos básicos del actual oficialismo. Ignoran los
caudillos de PSUV que entre los aborígenes hubo clases sociales pugnaces entre
sí, guerras atroces sin que hubiere aparecido ningún movimiento de resistencia.
En cambio en España, mientras se realizaba la conquista de América, los
comuneros de Castilla realizaban la guerra campesina más avanzada de Europa
hasta aquel momento. El régimen implantado por España fue infame como todo
colonialismo pero nada de esto autoriza a introducir ese fascismo para tontos
que es el indigenismo.
El movimiento bolivariano tiende a crear una organización
social que coloca a la clase obrera a disposición de la burguesía nacional. Los
consejos obreros constituyen el intento más descarado e infame de convertir al
proletariado en un apéndice de la burguesía. Es el fondo un infeliz intento de
crear la situación que fue característica de Alemania e Italia en los años que
precedieron a la
Segunda Guerra Mundial.
El descarado y obsesivo culto a la personalidad es otro
rasgo que identifica a nuestros bolivarianos con el fascismo de todas las
coloraciones y variedades. Los fascismos de Europa exaltaban más allá de toda
ponderación a todos sus jefes. Es verdad que no solo incurrieron en ese pecado
los movimientos fascistas, pero en el comunismo soviético hubo copiosas
autocriticas por el derroché de cursilerías y en general por todas las miserias
que acarreo el culto a la personalidad.
El régimen venezolano pasa por socialista o usa la palabra
socialista para definirse. La experiencia de la Europa Oriental
nos induce a pensar que en sociedades atrasadas, la única manera de promover y
realizar una política industrializadora radica en instituir y crear empresas
estatales que luego, robustecidas y prosperas serian privatizadas. En la URSS y en general, en la Europa del Este se creó una
burguesía ya desde tiempo de Stalin, era una burguesía táctica que esperaba su
oportunidad. Aquí el chavismo viene creando “su” burguesía.. ¿Qué otra cosa son
Diosdado Cabello, Aristóbulo Isturiz, José Vicente Rangel y Darío Vivas, sino
burgueses avergonzados que no puede confesar o mostrar su enriquecimiento.
Ellos pueden decir hoy, menos aprovechamos a fondo de las
ventajas de las cuales gozamos para que nuestros nietos no se vean obligados a
hacer lo mismo. La burguesía chavista es en cuanto a hipocresía, lo más
refinado que hayamos tenido en los últimos cien años. Coloca más de un millón
de barriles de petróleo en los Estados Unidos, sus dirigentes se enriquecen con
una presteza que nadie en el pasado venezolano llego a demostrar y encima de
eso hablan como revolucionarios. Se necesita cinismo pero también el cinismo
requiere de artistas y estos lo son hasta lo sublime.
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