Por Humberto Decarli
El control de cambio en Venezuela se ha mantenido desde su implementación en los inicios del año 2003. El sentido de su aplicación residía en detener la acelerada fuga de divisas que se estaba produciendo en ese entonces. Fue una medida materializada tmabién en Europa por muchos años a partir de la finalización de la segunda guerra como vehículo de protección de las economías del Viejo Continente.
El control de cambio en Venezuela se ha mantenido desde su implementación en los inicios del año 2003. El sentido de su aplicación residía en detener la acelerada fuga de divisas que se estaba produciendo en ese entonces. Fue una medida materializada tmabién en Europa por muchos años a partir de la finalización de la segunda guerra como vehículo de protección de las economías del Viejo Continente.
Igualmente los países del socialismo
autoritario la llevaban a efecto para controlar la economía desde el Estado y
regular de esa manera la moneda nacional en su convertibilidad respecto al
dólar. Era una manifestación más del totalitarismo en materia monetaria.
Sin
embargo, en el caso nuestro esta decisión no ha cumplido la finalidad propuesta
porque las transferencias desde aquí hacia el exterior se han incrementado
descomunalmente a pesar de regularse la libre circulación de divisas e incluso
tipificarla como delito para sancionar a quienes transgredieran las normas
cambiarias.
Así, las nacionalizaciones de
ciertas empresas como la
Electricidad de Caracas y la C.A.N.T.V. fueron canceladas en monedas
extranjeras con el precio del valor del mercado de las acciones a las
transnacionales Aes Corporation y Verizon, al igual que en Sidor a la empresa
argentina Techint. Esos enormes pagos representaban ingentes erogaciones para
el Estado en unidades no precisamente venezolanas.
De la misma manera, la dependencia
alimentaria del exterior ha generado el empleo de la chequera estatal para
buscar en la muy limitada oferta de los mercados mundiales la adquisición de
estos bienes dada la baja producción interna en este rubro.
Es importante resaltar que los pagos
del servicio de la enorme deuda externa venezolana se hacen en divisas lo cual
redunda en conformar una salida más de dinero desde Venezuela.
También existe una incidencia
desproporcionada en los gastos por múltiples compromisos internacionales
contraídos, en muchos casos ilegítimamente, con naciones y organismos allende
las fronteras. La política clientelar en el exterior genera muchos pagos
superfluos para el país pero es consecuente con el estilo asistencialista y
populista llevado a cabo desde los tiempos de la tristemente Gran Venezuela así
como también lo hizo Muammar Gadaffi como experiencia de búsqueda de liderazgo
durante los años sesenta y ochenta con nulos resultados.
Mientras exista una economía de
puerto, una dependencia rentista y la ausencia de producción nacional,
Venezuela será un país importador y por ende, una nación con desplazamientos
permanentes de divisas y de capitales hacia el exterior. Tratar de esconderlo a
través del control de cambios y de expresiones como “desarrollo endógeno” y
“soberanía alimentaria”, totalmente inexistentes pero enmarcados dentro del
espectáculo como lo describía el intelectual situacionista Guy Debord.
Es la concreción de un modelo
extractivista y monoproductor que se asocia con el rol destinado por los
grandes centros de poder a Venezuela como una nación exportadora de una materia
prima tan sensible para el mundo contemporáneo como es el petróleo y cuya renta
crea la ilusión de un país autosuficiente cuando la realidad es totalmente
opuesta. Las distintas bonanzas acontecidas así lo han confirmado.
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