Por Humberto Decarli
R.
Hegel decía que las épocas tranquilas
eran las páginas en blanco de la historia. Podríamos sostener la pertinencia de
tal afirmación debido a los acontecimientos presentes en Venezuela. Nos
referimos a la inercia apreciada en el país a pesar de la existencia de graves
anomalías en diferentes planos porque el sedante electoral y el espectáculo se
han encargado de suavizar o dar la sensación de normalidad.
La
coyuntura de hoy
En efecto, atisbamos una situación de
equilibrio ante la opinión pública derivada de varias consideraciones. En el
sector oficialista se ha empleado la grave enfermedad del presidente como un
atenuante frente a los ingentes problemas suscitados por el pésimo desempeño
gubernamental además de las limitaciones inferidas de la renta petrolera,
insuficiente para atender las necesidades clientelares y asistencialistas
propias del populismo.
Ciertamente, se apela a la conmiseración
generada por la salud presidencial para darle un suspiro y limitar el mal
ejercicio del poder expresado en el fracaso demostrado en todos los órdenes. No
existe ningún rubro donde la ineficacia de la actual gestión no esté presente.
Es elemental ver como la salud, la educación, la vivienda, la inflación, los sueldos,
la inseguridad y los servicios en general transitan por precipicios.
La
maldición opositora
Asimismo la conducta de la oposición
apunta al mismo camino. La agenda electoral asfixia totalmente a la M.U.D. Su
único objetivo es el escenario fijado para fines del año venidero quizá para
enjugar su pasado conspirativo, también por la presión de alcanzar el gobierno
dadas las debilidades chavistas y en fin de cuentas porque forman parte del
juego de la democracia formal.
La tragedia de la oposición radica en la
ausencia de liderazgos nacionales. El anterior candidato presidencial, Manuel
Rosales, era de tan poca relevancia que podrá ser reemplazado con total
facilidad. Ahora se encuentra polarizada entre Capriles Radonski y Pablo Pérez,
quienes no detentan mucha ascendencia en los sectores populares y no poseen,
aparte de escasa formación intelectual, carisma ante la gente. Confían en una
buena promoción mediática y el empuje de las otroras poderosas maquinarias.
La
conmoción mundial
Los acontecimientos internacionales
presentan un rostro diferente. En España se ha iniciado una impugnación a la
representación y su modelo político, la democracia representativa. Los
indignados simbolizan el rechazo al hastío formal y están luchando por
desenmarañar el cartabón inventado desde la Revolución Gloriosa en Inglaterra y
por la Ilustración francesa que luce ostensiblemente agotado. Será cuestión de
tiempo la orientación del movimiento pero realmente están acertando en sus
propuestas, fundamentadas en las asambleas de base.
Los estudiantes chilenos tienen contra
las cuerdas al presidente Piñera debido al modelo educativo privado impuesto
desde el comienzo de la dictadura pinochetista. Hubo ya un buen antecedente
cuando estremecieron a la administración Bachelet y ahora han tomado la calle
en un país donde la desigualdad socio económica está a la orden del día.
El pueblo en Israel salió a los espacios
públicos a manifestar su angustia porque el esquema militarista gobernante ha
generado inflación y desempleo. El sionismo está asfixiando a los seres humanos
que habitan Israel bajo el pretexto de un peligro palestino sólo superable el
día en el cual sus fuerzas armadas dejen de ser un ejército de ocupación en
Cisjordania.
Igualmente en Islandia hubo una
transformación política al desalojar del poder a una claque corrupta, persiguieron
a los banqueros, desconocieron la deuda externa y hay un proceso constituyente.
Todo bien silenciado por el significado de tal movilización y por lo pequeño
del país.
Asimismo continúa la llamada primavera
árabe que dio al traste con Ben Alí, Moubarak y al gran cancerbero de
occidente, Muammar Gaddafi. Tienen sus barbas en remojo Alí Saleh en Yemen y
Bashar Al Assad en Siria. A pesar de que los factores mundiales y locales de
poder han manejado hasta ahora la rebelión de esos pueblos, efectuando maquillajes
con la finalidad de seguir con la dominación, no puede negarse la apertura hacia
nuevos aires de los seres humanos ancestralmente sometidos por las dictaduras
de la región.
Presenciamos una fase de transición del
modelo democrático representativo, muy limitado y agotado, a otras formas de
injerencia de los hombres y las mujeres en la toma de decisiones y donde el
alfa y la omega sean los seres humanos y no el poder.
La
trampa electoral
El oficialismo tiene tiempo llevando a
cabo una interminable campaña electoral y con los recursos financieros de la
renta petrolera mediatiza la precariedad de la vida en Venezuela.
Adicionalmente, el carisma del presidente con el agregado de su salud a la
baja, genera un espectáculo capaz de buscar el quiebre de los conflictos
sociales.
A través del mecanismo comicial
pretenden crear todavía esperanzas en los sectores mayoritarios de donde emana
el voto. Colocan al Estado con todo su peso a participar en el evento para
coaccionar y, al mismo tiempo, sobornar a la gente.
Independientemente del desarrollo de la
salud del Jefe del Estado hay una gran angustia en el chavismo por la gran
debilidad mostrada. Dependen de un caudillo al cual le han rendido culto máximo
a su personalidad quien ha destruido cualquier liderazgo dentro del PSUV. Los
grupos aliados son figurines esperando la recepción de sinecuras y cuotas
clientelares.
La ansiedad también es internacional
porque el gobierno venezolano a punta de sus recursos financieros ha creado una
dependencia que concomitantemente refuerza al presidente venezolano no conforme
con sus límites fronterizos. A Cuba y los hermanos Castro, Nicaragua, Ecuador,
Bolivia, las islas de Barlovento captadas por el hechizo dinerario así como
sectores de la intelectualidad europea y americana también tienen temor por un
futuro incierto.
Qué
hacer
Parafraseando al fundador del proyecto
autoritario soviético cabe preguntarse cuál conducta asumir ante tamaña
paralización y al bombardeo mediático, oficialista y opositor, engullidor de la
dinámica política nacional.
La
ineficacia del Estado se ha hecho presente en todos los ámbitos de su
actividad. Los conflictos sociales están contenidos pero pueden estallar por
muchas causas: la ausencia de contratación colectiva, la bonificación, la
tercerización, la inseguridad y la violencia elevadísimas, la inflación
indetenible, el desempleo creciente, la economía informal en aumento, la ausencia
de viviendas, el desastre penitenciario, la corrupción desbordada y notoria, la
flexibilización laboral, la salud pública disminuida y muchos dígitos
denotativos del fracaso.
Emergen algunas manifestaciones de
trabajadores diferentes a lo tradicional y existen dirigentes sindicales
honestos y distintos. Asimismo, las zonas de exclusión social viven días
oscuros por la precariedad de la vida y la represión policial y delincuencial
mas presentan signos de organización para responder. El movimiento estudiantil lamentablemente
está electoralizado y los intelectuales polarizados entre la defensa del
proceso o de la democracia populista.
La participación en todos los frentes de
la sociedad es la salida para romper el marasmo. Colocar énfasis en las luchas
sociales por encima de las demás es indispensable para la búsqueda de opciones
distintas a las existentes. Es una tarea titánica si tenemos en consideración
la fortaleza de un poder instaurado prácticamente desde la llegada de Colón.
Además, el músculo financiero derivado de la renta petrolera es un elemento más
para frenar las expresiones de inconformismo.
Queda la constancia y los logros
inmediatos que abonen perspectivas hacia luchas contra el Estado y demás
manifestaciones de control y disciplina. Son arduas y duras las posibilidades
pero hay que aprender de las experiencias donde un poder omnímodo en
circunstancias específicas se desmorona. Esa es la dirección a la cual deben
apuntar los esfuerzos para cambiar las relaciones de sumisión.
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