Carlos Solero
En la Edición de Ñ del 25 de junio se publicó un artículo titulado Un gallego rebelde en la Patagonia, allí el Sr Isidoro Gilbert militante del Partido Comunista durante años y años después autor del libro el oro de Moscú plantea, avalando las imprecisiones de Lois Pérez Leira que uno de los impulsores de las huelgas patagónicas de 1921-1922, era comunista.
En la Edición de Ñ del 25 de junio se publicó un artículo titulado Un gallego rebelde en la Patagonia, allí el Sr Isidoro Gilbert militante del Partido Comunista durante años y años después autor del libro el oro de Moscú plantea, avalando las imprecisiones de Lois Pérez Leira que uno de los impulsores de las huelgas patagónicas de 1921-1922, era comunista.
Es
claro y evidente para cualquiera que haya investigado estos lamentables
acontecimientos que terminaron con la vida de 1.500 peones rurales,
bajo la presidencia de Hipólito Yrigoyen, que Antonio Soto era
anarquista. La Sociedad Obrera de Río Gallegos estaba adherida a la
Federación Obrera Regional Argentina (F.O.R.A.). Antonio Soto coherente
con su ideario ácrata estaba convencido que la emancipación de los
trabajadores implicaba una necesaria participación en la lucha
colectiva y solidaria y entonces las asambleas libres debían ser el
órgano deliberativo y decisorio.Esto se contrapone con planteos como el
“centralismo democrático” y “dictadura del proletariado”, conceptos tan
caros al leninismo bolchevique.
En el libro de Carlos Penelas, escritor socialista libertario, titulado Los gallegos anarquistas en la Argentina, está fundamentada con meridiana claridad la filiación anarquista de Antonio Soto.
No es nueva esta costumbre de falsificar la historia y los hechos, en pleno stalinismo en Rusia se trucaban fotografías en función de la conveniencia de los burócratas del PCUS, vaya como ejemplo aquella imagen que muestra a Lenin hablando en una tribuna y arengando a las masas, junto a el estuvo León Trotsky. Años después Trotsky ya no figura, fue “borrado” de la historia, años antes que Ramón Mercader “en nombre de la causa” le clavara en el cráneo una piqueta por la espalda.
Quizá valga recordar la carta de Simón Radowitzky, prisionero en Usuhaia, también anarquista rechazando la solidaridad de los comunistas vernáculos para con el, cuando les responde que nada lo emparienta con los verdugos bolcheviques que en Rusia fusilaron 1500 obreros anarquistas por orden de Lenin y Trotsky.
Antonio
Soto era sin duda anarquista y su trayectoria de militante social no
sabía de maniobras turbias, ni de “purgas” ideológicas, aspiraba
construir un mundo con justicia, con dignidad y libertad para todos.
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