Las naciones productoras de hidrocarburos presentan diferentes fachadas en su estructura económica. Por una vertiente, se encuentran los países con una economía fundada en las materias primas y poca diversificación de su actividad; por la otra, los de desarrollo sostenido quienes no dependen del crudo y lo asumen como un excedente que puede ser administrado paralelamente.
Rusia, México y los países de la O.P.E.P., en general, representan sociedades rezagadas con pocas incursiones en las áreas vanguardistas contemporáneas. Por el contrario, Noruega y el Reino Unido extraen petróleo pero con poca incidencia en sus P.I.B. por poseer una economía sólida y no monoproductora.
Los hidrocarburos simbolizan en el primer caso el excremento del diablo mientras en los otros el oro negro, dada las consecuencias de su proceso y significado interno. La misma actividad se expresa en forma disímil por múltiples razones.
Asimismo, al margen de los Estados emergen los intereses de las transnacionales cuyo perfil manifiesta otra instancia en el comercio planetario. Desde las antiguas Siete Hermanas que en el entorno de la guerra fría disponían de los precios a voluntad y eran capaces de defenestrar gobiernos hasta la situación actual pasando por el período de las estatizaciones de los Estados nacionales.
La nacionalización efectuada en el Irán de Mohammad Mosaddegh fue una decisión soberana e inconsulta con los poderes del mundo y concluyó en el derrocamiento del premier y el restablecimiento del entramado anterior. En cambio, la efectuada en Venezuela fue negociada respetando derechos de tecnología lo cual hizo que Pérez Alfonzo la calificara de “chucuta”. Los ingentes gastos de prospección y exploración inclinaban la balanza para que fueran asumidos por los Estados reservándose las trasnacionales el mercadeo y la distribución.
En la actualidad la coyuntura petrolera es otra. Las grandes empresas energéticas requieren tener en sus activos producción de barriles para incrementar el valor bursátil de sus acciones debido a la escasez. De allí que hayan vuelto a la extracción y la prospección abaratada por la tecnología. Así, vemos cómo el Estado venezolano se ha asociado con muchas corporaciones petroleras, gasíferas y carboníferas de distintos orígenes para entrar en de los planes de los grandes centros internacionales de poder. Ahora el petróleo vuelve a esas empresas con esta apertura encubierta.
Lo anterior expresa bien lo planificado por los entes dominantes del orbe sin llegar a teoría conspirativa alguna. La postura de la actual administración se inscribe perfectamente dentro de esas orientaciones y por ello la reducción del sector industrial, el mayor empleador, en beneficio del área de servicios (banca, seguro y telecomunicaciones) para cumplir a cabalidad las directrices externas.
No se puede concluir en considerar al petróleo como una maldición sino en la existencia de unas élites embarcadas en planes preestablecidos con los cuales hay una acertada concordancia. Venezuela se integra en las naciones dependientes y monoproductoras como son concebidas por los ejes de poder. Y para ello han contado con la colaboración irrestricta del cuadro político interno porque tanto el gobierno como la oposición no difieren al respecto sino en zonas periféricas. Sólo unas proposiciones diametralmente opuestas pueden dar al traste con la tradicional dependencia nuestra.
HUMBERTO DECARLI R.
hachedester@gmail.com
Rusia, México y los países de la O.P.E.P., en general, representan sociedades rezagadas con pocas incursiones en las áreas vanguardistas contemporáneas. Por el contrario, Noruega y el Reino Unido extraen petróleo pero con poca incidencia en sus P.I.B. por poseer una economía sólida y no monoproductora.
Los hidrocarburos simbolizan en el primer caso el excremento del diablo mientras en los otros el oro negro, dada las consecuencias de su proceso y significado interno. La misma actividad se expresa en forma disímil por múltiples razones.
Asimismo, al margen de los Estados emergen los intereses de las transnacionales cuyo perfil manifiesta otra instancia en el comercio planetario. Desde las antiguas Siete Hermanas que en el entorno de la guerra fría disponían de los precios a voluntad y eran capaces de defenestrar gobiernos hasta la situación actual pasando por el período de las estatizaciones de los Estados nacionales.
La nacionalización efectuada en el Irán de Mohammad Mosaddegh fue una decisión soberana e inconsulta con los poderes del mundo y concluyó en el derrocamiento del premier y el restablecimiento del entramado anterior. En cambio, la efectuada en Venezuela fue negociada respetando derechos de tecnología lo cual hizo que Pérez Alfonzo la calificara de “chucuta”. Los ingentes gastos de prospección y exploración inclinaban la balanza para que fueran asumidos por los Estados reservándose las trasnacionales el mercadeo y la distribución.
En la actualidad la coyuntura petrolera es otra. Las grandes empresas energéticas requieren tener en sus activos producción de barriles para incrementar el valor bursátil de sus acciones debido a la escasez. De allí que hayan vuelto a la extracción y la prospección abaratada por la tecnología. Así, vemos cómo el Estado venezolano se ha asociado con muchas corporaciones petroleras, gasíferas y carboníferas de distintos orígenes para entrar en de los planes de los grandes centros internacionales de poder. Ahora el petróleo vuelve a esas empresas con esta apertura encubierta.
Lo anterior expresa bien lo planificado por los entes dominantes del orbe sin llegar a teoría conspirativa alguna. La postura de la actual administración se inscribe perfectamente dentro de esas orientaciones y por ello la reducción del sector industrial, el mayor empleador, en beneficio del área de servicios (banca, seguro y telecomunicaciones) para cumplir a cabalidad las directrices externas.
No se puede concluir en considerar al petróleo como una maldición sino en la existencia de unas élites embarcadas en planes preestablecidos con los cuales hay una acertada concordancia. Venezuela se integra en las naciones dependientes y monoproductoras como son concebidas por los ejes de poder. Y para ello han contado con la colaboración irrestricta del cuadro político interno porque tanto el gobierno como la oposición no difieren al respecto sino en zonas periféricas. Sólo unas proposiciones diametralmente opuestas pueden dar al traste con la tradicional dependencia nuestra.
HUMBERTO DECARLI R.
hachedester@gmail.com
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