Por Simón Rodríguez Porras
De acuerdo con la versión oficial, un grupo comando yanqui entró en la noche del 1 de mayo a la vivienda donde se encontraba escondido Osama Bin Laden junto con miembros de su familia, cerca de la capital pakistaní, y pese a no ofrecer resistencia fue ejecutado, al igual que varios de sus acompañantes. Luego arrojaron su cuerpo al mar, aplicando el método de la desaparición forzada que durante años la Escuela de las Américas enseñó a los terroristas de Estado latinoamericanos.
De acuerdo con la versión oficial, un grupo comando yanqui entró en la noche del 1 de mayo a la vivienda donde se encontraba escondido Osama Bin Laden junto con miembros de su familia, cerca de la capital pakistaní, y pese a no ofrecer resistencia fue ejecutado, al igual que varios de sus acompañantes. Luego arrojaron su cuerpo al mar, aplicando el método de la desaparición forzada que durante años la Escuela de las Américas enseñó a los terroristas de Estado latinoamericanos.
Bin Laden fue un integrista islámico armado y entrenado por la CIA, como otros miles de mercenarios, para combatir a los soviéticos en Afganistán. Los cuervos criados por el imperialismo luego impulsaron su propia agenda, que incluía expulsar las bases militares yanquis de Arabia Saudita, donde se encuentran los sitios religiosos más importantes para los musulmanes, y terminar con la situación colonial de Palestina. La agrupación de Bin Laden ya había alcanzado cierta notoriedad antes de 2001, por ataques contra objetivos militares de EEUU en Arabia Saudita y Yemen, y contra las embajadas gringas en Kenya y Tanzania, ataques en los que hubo centenares de víctimas civiles africanas. Su actividad había sido el pretexto para bombardeos criminales como el perpetrado por el gobierno de Clinton contra la precaria industria farmacéutica de Sudán. Cuando cayeron las torres gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001, Bin Laden aplaudió los atentados sin asumir responsabilidad por su ejecución. Como suele ocurrir con las acciones aisladas, estos atentados no generaron ningún tipo de movilización contra la política exterior de los EEUU, ni siquiera en aquellos países oprimidos donde fueron percibidos como una venganza por los largos años de matanzas y crímenes de todo tipo perpetrados directamente o con apoyo del gobierno estadounidense, tales como Irak y Palestina. En EEUU generaron una confusión general que fue aprovechada por la élite gobernante para alimentar un patrioterismo extremo.
El gobierno de Bush solicitó a la dictadura teocrática del Talibán que extraditara a Bin Laden por la autoría intelectual de los ataques, pero la dictadura pidió pruebas de las acusaciones para detenerlo y entregarlo. Bush respondió a esta solicitud invadiendo Afganistán, invasión que ha cobrado decenas de miles de víctimas civiles. (1)
Casi diez años después, embriagado por la ejecución de Bin Laden, Obama pronunció un discurso en el que aseguró que EEUU podía hacer cualquier cosa que se propusiera en el mundo. Los hechos nos dicen todo lo contrario: hoy el imperialismo no puede hacer lo que le dé la gana. Es cierto que los ataques de 2001 crearon las condiciones políticas internas para que el gobierno de los EEUU pudiera lanzar una campaña de invasiones, restringiera las libertades democráticas con la Ley Patriota y otros instrumentos regresivos, e incluso creara centros de tortura secretos en Europa y un campo de concentración en Guantánamo, todo esto a nombre de la guerra contra el terrorismo. Parecía que, como diría Obama, los yanquis podían hacer lo que se propusieran, sin importar el odio que despertaran en todo el mundo sus crímenes. Pero esa situación ha cambiado radicalmente.
El pueblo árabe "ha dicho basta y ha echado a andar"
Los invasores han tenido que replegarse en Irak y comenzar su retirada, derrotados por la resistencia, mientras que Afganistán se ha convertido en un pantano para los invasores. Los saharahuis y los palestinos se mantienen en resistencia contra la ocupación colonial, que no ha podido ser derrotada. A partir del presente año se ha desatado una insurrección de masas contra las dictaduras y las degeneradas monarquías que plagan el mundo árabe. Uno de los pilares de la dominación yanqui en la región, y aliado incondicional de Israel, el dictador egipcio Hosni Mubarak, ha caído, al igual que el dictador tunecino Ben Alí. Hay tremendos procesos revolucionarios en curso en Libia, Siria, Yemen y Bahrein. Son procesos con una importante carga antiimperialista, en los que los integristas islámicos no juegan ningún papel relevante. En Egipto, los Hermanos Musulmanes tienen un programa político se asemeja al del partido gobernante de Turquía, autoritario y sin roces significativos con el imperialismo. Pese a ser una organización de relativa importancia dentro de Egipto, no apoyaron activamente la rebelión, de hecho se pronunciaron contra Mubarak después de que había caído.
El programa burgués y autoritario de los integristas islámicos choca con las reivindicaciones democráticas y sociales que están en el centro de la rebelión árabe, las cuales son la expresión de sus potencialidades anticapitalistas. Incluso en Palestina, donde Hamas había capitalizado un gran apoyo popular gracias a su posición de independencia y resistencia frente al fascismo sionista, se ha materializado un pacto de unificación del gobierno con la dirección de Fatah, que es la máxima expresión del colaboracionismo y de la renuncia a las banderas originales de la lucha anticolonial. El camino recorrido por Fatah es análogo al de los nacionalismos burgueses de la región, incluyendo el propio Mubarak, heredero del nasserismo, Kadafi y Al Assad de Siria, quienes demostraron las limitaciones y el retroceso de ese proyecto histórico, convirtiéndose en apéndices de la política imperialista en la región y sus regímenes son hoy el blanco de la furia popular.
Terrorismo o revolución
Por enésima vez se confirma que el terrorismo como método de lucha no sólo es ineficaz sino perjudicial para la causa de los pueblos, pues impide a las masas asimilar que a través de la movilización pueden tomar su destino en sus propias manos. Acciones aisladas e indiscriminadas, que cobran numerosas víctimas civiles, aterrorizan mucho más a la población general que a la élite gobernante, y por eso le brindan a ésta la ocasión para desatar la represión y en ocasiones utilizar otro tipo de terrorismo mucho más poderoso, por cuanto cuenta con recursos infinitamente mayores, como lo es el terrorismo de Estado.
En cambio, las acciones de masas en Yemen, las huelgas en Egipto, la creación de los comités revolucionarios en Túnez, el armamento popular y el combate contra Kadafi en Libia, los choques con los esbirros del ejército sirio y la quema del Palacio de Justicia por parte de miles de manifestantes enardecidos, los alzamientos estudiantiles contra la monarquía corrupta marroquí, son experiencias en las que son protagonistas y se educan políticamente millones de personas, saboreando el verdadero poder transformador de la movilización. Cuando el ejército reprime salvajemente, se fractura, como ha ocurrido en Libia y en menor grado en Siria, y si es incapaz de hacerlo, como en Túnez y Egipto, los gobiernos caen.
Obama: alegría de tísico
Los festejos en Washington por la ejecución del líder de Al Qaeda no se corresponden con la severa crisis de dominación yanqui en el mundo árabe, la cual no se revertirá por la desaparición física de un fanático que llevaba años aislado y sin ejercer una influencia significativa sobre la vida política de la región. El propio secretismo oficial sobre la ejecución es una muestra de debilidad, y es pasto para que proliferen diversas versiones sobre qué pretende Obama ocultar.
Con la intervención militar en Libia y la invasión saudí contra Bahrein, el imperialismo intenta frenar la revolución árabe, pero hasta los momentos no ha tenido el menor éxito. Hundiéndose en una crisis económica de enormes dimensiones y con escaso apoyo popular para aventuras guerreristas, la tradicional disposición agresiva y violenta de la política exterior yanqui se resiente de una tremenda impotencia. La celebración del gobierno de Obama es alegría de tísico. Hoy los pueblos árabes están logrando algo mucho más importante y efectivo que derribar las Torres Gemelas. Están derribando los regímenes en los que se ha apoyado EEUU durante décadas para oprimir y saquear el Mahgreb y el Oriente Medio.
Nota:
1.- Hasta el día de hoy, no se ha publicado una investigación profunda y concluyente sobre los ataques del 11 de septiembre. La página del FBI incluye a Bin Laden en su listado de "Criminales más buscados", y en la ficha correspondiente menciona su responsabilidad en los ataques a las embajadas estadounidenses en Tanzania y Kenya, pero curiosamente no menciona su relación con los ataques del 11 de septiembre. La ficha de Bin Laden se puede observar en el siguiente enlace: http://www.fbi.gov/wanted/wanted_terrorists/usama-bin-laden
(Consultada el 9 de mayo de 2011).
Tomado de Laclase.info
Tomado de Laclase.info
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