El inefable Luis Britto García continúa dando ejemplos de la intelectualidad al servicio del gobierno, como bien la caracterizó Rómulo Gallegos, en su novela Doña Barbara, con el personaje del "bachiller Mujiquita". En su mas reciente columna del diario Ultimas Noticias (se puede ver en http://www.aporrea.org/medios/a107384.html?utm_source=twitterfeed&utm_medium=identica) el literato repite las dos explicaciones oficiales sobre las causas de la inseguridad ciudadana en Venezuela, esa misma que las propias cifras oficiales estiman en 19.000 homicidios anuales, según la encuesta de victimización del Instituto Nacional de Estadística.
El primer "argumento" es la tesis de la invasión paramilitar en Venezuela, los cuales tendrían un plan secreto de desestabilización kamikaze contra los ciudadanos indefensos. La idea ha sido repetida por otros/as, para quienes las causas primordiales de los delitos violentos en el país no puede ser otra sino "exógena" y de la mano de las fuerzas del mal. Britto García reitera en las novelas de piratas, quizás porque conoce demasiado sobre el tema. Como muestra de su rigurosidad intelectual ventila las cifras de violencia en Venezuela extrayéndolas de Wikipedia. De allí saca sus sesudas inferencias. Sin embargo, su siguiente argumento es bastante curioso, aunque ya había sido sentenciado por el zurdo de sabaneta. Citamos: "Los niños nacidos y formados durante el gobierno bolivariano están por cumplir diez años. Sus crímenes no exceden de robarle la merienda a un compañerito. La estadística delictiva es nutrida por personas nacidas y formadas durante la Cuarta República. Sus defensores escupen hacia arriba al culpar al proceso por los actos de una generación que se formó mientras ellos estaban en el poder". Aca Britto sugiere una mecánica e indetenible influencia exterior sobre los individuos, los cuales serían buenos por naturaleza pero pervertidos por el tiempo que les tocó vivir. Mujiquita le pide a los demás que no escupan para arriba, porque en su hipótesis el mismo tendría la cara ensalivada. Britto García forma parte de una generación de "artistas de izquierda", por llamarlos de alguna manera, que bien supó adaptarse a las veleidades y parcelas suministradas por "La Cuarta República". Como sempiterno becado del viejo Conac y demás instituciones culturales, oasis del ñangarismo desarmado de los setentas y ochentas, Britto García podía escribir plácidamente en la hamaca colgada en su quinta del Este de Caracas, desde donde cualquiera puede recordar sus entrevistas sobre lo humano y lo divino. Si en esa época acallar las críticas eran precondición del mecenazgo, hoy en día resucitar su dinosáurico y domesticada posición antisistema es la que aceita las prebendas del poder.
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