Debate con la izquierda chavista
Al cabo de un año en el que repuntaron las luchas populares y obreras, con centenares de movilizaciones, huelgas, y protestas, este 26 de septiembre el pueblo trabajador le cobró al gobierno, a través del voto castigo, la aplicación brutal de un ajuste económico que incluyó una devaluación del 100%, congelamiento de salarios en el sector público, y aumento del IVA.
También los trabajadores y los habitantes de los barrios y comunidades populares le cobraron electoralmente al gobierno la represión y criminalización de la protesta, el enriquecimiento desenfrenado de la burocracia y la burguesía chavista, la inseguridad y la corrupción policial, y el desastre de los servicios públicos.
Si algo ha quedado completamente claro para los trabajadores y el pueblo pobre, es que con Chávez no manda el pueblo, sino que mandan los burócratas ladrones de cuello rojo y los sectores de la burguesía que han amasado gigantescas fortunas en estos 11 años de apropiación de la renta petrolera. Sin embargo, el fenómeno de la polarización electoral entre dos bandos burgueses, uno que se autoproclama nacionalista (PSUV) y el otro de oposición (MUD), aunado a la avalancha de recursos del Estado y el empresariado privado que inundaron las calles y medios de comunicación con publicidad, fueron elementos que impidieron cualquier posibilidad de un debate político de fondo, invisibilizando la alternativa política levantada por luchadores obreros y populares que valientemente dimos una pelea desigual en la contienda electoral, marcando una referencia digna y revolucionaria, aunque no se hayan cosechado frutos electoralmente.
La Asamblea Nacional que resultó electa el 26 de septiembre es un reflejo de hasta qué punto la polarización entre la chavoburguesía y la burguesía opositora ha copado la escena nacional. No habrá trabajadores, campesinos, o luchadores comunitarios en el nuevo parlamento. El bipartidismo roji-blanco se afianza y el nuevo parlamento será el escenario para que avancen los pactos interburgueses para seguir descargando el peso de la crisis económica y social sobre los hombros del pueblo humilde.
No es cierto que el resultado electoral cree "las mejores condiciones (cualitativas ahora fundamentadas en la pluralidad y diversidad) para despachar la posibilidad de regresión y avanzar hacia saltos históricos", como asegura Vladimir Aguilar (http://laclase.info/nacionales/los-resultados-electorales-del-26-s-fin-de-la-transicion). La derecha no ha sido ni será un contrapeso para la arbitrariedad y el autoritarismo con el que el gobierno ha actuado en contra del pueblo trabajador. Los corruptos de ayer y hoy pactarán para afianzar las medidas antiobreras y antipopulares del Estado venezolano, y legislar contra los intereses de las grandes mayorías, sin duda.
La confusión permanente
Uno de los errores más gruesos y trágicos de quienes se consideran la izquierda del chavismo, ha sido confundir revolución con gobierno chavista e igualar los intereses del pueblo que lucha con los de la burocracia roja y la chavoburguesía. El sujeto fundamental de las luchas desde el Caracazo hasta el presente ha sido el pueblo humilde y los trabajadores. Por el contrario, la nueva clase política que ha capitalizado el derrumbe del puntofijismo ha sido la responsable salvaguardar al capitalismo con una política de colaboración de clases, sintetizada en un proyecto desarrollista burgués bajo el mote de "socialismo del siglo XXI". Para encauzar dentro del marco capitalista las expectativas de justicia social de las grandes mayorías, ha combinado el populismo, el clientelismo electoral, los subsidios a través de las misiones, la cooptación y la represión, y ha llegado a entendimientos con la burguesía opositora, otorgando amnistía a los golpistas, así como facilidades y ventajas económicas a la oligarquía financiera y el gran comercio.
Pese a todo esto, esa "izquierda chavista" insiste en asimilar el programa de la chavoburguesía con los objetivos de una revolución socialista. Así, Edwin Aguirre plantea que "se ha avanzado en el cumplimiento de las tareas que la burguesía dejó de cumplir" (http://www.kaosenlared.net/noticia/ahora-mas-nunca-profundizar-revolucion), reciclando la vieja tesis de que un sector burgués nacionalista, como el que gobierna en Venezuela, puede adelantar tareas como la reforma agraria o la industrialización del país. Lejos de reconocer que el pago de las estatizaciones de tierras o de empresas constituye una forma de inyectar capital al empresariado, tarea que se enmarca en el esquema desarrollista que el gobierno promueve, Aguirre considera que se trata de una contradicción, o una limitación de la política oficial. La izquierda chavista ve contradicciones donde sólo está la coherencia de un programa capitalista. El problema es que se parte de la idea de que el gobierno es socialista, porque así lo proclama. De este error se derivan todos los demás.
De igual manera, la izquierda chavista se queja de que no se aprovechó en favor del pueblo y los trabajadores la mayoría absoluta de la que gozó el gobierno en el parlamento durante los últimos cinco años. El problema nuevamente es la perspectiva equivocada con la que se plantea el problema. En realidad, el gobierno aprovechó esa mayoría para dotar a Chávez de dos leyes habilitantes con las que promulgó instrumentos legales capitalistas, y legisló la entrega de los yacimientos petrolíferos a las transnacionales a través de empresas mixtas. El gobierno usó la mayoría absoluta de la Asamblea Nacional para impulsar su proyecto polìtico. La izquierda revolucionaria no estuvo en el parlamento anterior ni estará presente en el nuevo, por lo tanto es falso que, como asegura Aguirre, "tuvimos durante cinco años el poder democrático de la Asamblea Nacional".
Lo más extraño es que Aguirre y su organización caractericen el resultado de las elecciones como "un triunfo de las fuerzas de la reacción, de los explotadores, de los corruptos, de la burocracia, de los ineficaces e indolentes... de las fuerzas reformistas dentro de nuestro proceso", cuando ellos hicieron precisamente esfuerzos para que dichos elementos salieran triunfantes, bajo las banderas del Psuv. Hay que recordar que todas las candidaturas del Psuv eran representativas de la burocracia y la chavoburguesía, e incluyeron a connotados golpistas (Francisco Arias Cárdenas), corruptos (Diosdado Cabello, Cilia Flores), y violadores de derechos humanos (Roger Cordero Lara).
A confesión de parte, relevo de pruebas
Stalin Pérez Borges, activista sindical del Psuv, explica que la campaña electoral que él apoyó incondicionalmente, repitió "el viejo esquema clientelar, sin incentivar el debate y la discusión, bajando líneas decididas entre cuatro paredes" (http://www.kaosenlared.net/noticia/militantes-psuv-frente-resultado-electoral-269stalin-perez-borges). Estos vicios le hacen temer que se pueda perder el gobierno, como si alguna vez lo hubiese tenido.
Al igual que Edwin Aguirre, Pérez Borges acusa a unos fantasmagóricos "burócratas" de llevar "al país al límite del caos". Lamentablemente, Pérez Borges también llamó a votar por esos burócratas, quienes actúan en concordancia con las líneas estratégicas del presidente Chávez. Lo triste es que este sindicalista del Psuv intenta encubrir que el Presidente Chávez, y no otro, ha sido el encargado de atacar a los trabajadores que se movilizan en defensa de sus derechos, acusándolos de economicistas. Chávez en persona dijo en marzo de 2009 que enfrentaría cualquier huelga en empresas estatales con la militarización. Fue Chávez quien anunció las medidas económicas "anticrisis" contra el pueblo, y es el presidente quien asegura los privilegios de su séquito.
Revolución socialista o caricatura chavista
Stalin Pérez, Edwin Aguirre, y Vladimir Aguilar coinciden en alimentar la tesis de que el Psuv "no termina de erigirse como el vaso comunicante entre el liderazgo del Presidente y su base social". Ocultan de esta manera hasta qué punto el Psuv, como aparato para la cooptación y corporativización del movimiento popular, es una expresión organizativa adaptada a los fines de un proyecto nacionalista burgués y a las características de un liderazgo bonapartista como lo es el de Chávez.
Todos llaman también a "profundizar la revolución". Pero mientras continúen asimilando revolución y gobierno, estos llamados, tendrán como resultado, consciente o insconsciente, la profundización de la confusión entre los trabajadores y el pueblo. En sentido contrario y nítidamente, los revolucionarios afirmamos que "profundizar la acción gubernamental" significa avanzar en la entrega de la soberanía a las transnacionales petroleras, significa avanzar en el ataque a la autonomía del movimiento obrero y popular, normalizar las relaciones con la derecha opositora para consolidar el nuevo bipartidismo, mantener presos a Sabino Romero y Rubén González y sentenciar a los centenares de trabajadores y campesinos con procesos judiciales abiertos por defender sus derechos. Nada más ajeno a la revolución socialista.
La conclusión necesaria es que el gobierno nacional apunta a cerrar la crisis histórica abierta en febrero de 1989, sentando las bases para un nuevo consenso burgués y aplastando al movimiento popular bajo el peso de aparatos burocratizados y sin autonomía. Para mantener abierto el proceso revolucionario es necesario liberarnos de las cadenas ideológicas de los agentes del capitalismo, sea de la versión oficialista de "socialismo con empresarios" que impulsa el chavismo o del retorno a la "democracia" que pregona la oposición derechista; aunado a la tarea de profundizar la lucha independiente por la realización de la agenda de reivindicaciones sociales, democráticas, y económicas que alimentaron el insurgir de las mayorías en la vida política nacional hace dos décadas.
Hay que liquidar el espejismo de la polarización interburguesa, y la estafa del mesianismo reaccionario de Chávez, el supuesto líder iluminado que gobierna para beneficio mutuo de explotadores y explotados. Hoy en día el populismo chavista es el opio del pueblo. Quienes contribuyen en la tarea de barnizar la política chavista con un lenguaje pseudomarxista y crean expectativas en la potencialidad revolucionaria de la burocracia roja, quienes alimentan la falacia de que con Chávez el pueblo gobierna, no trabajan por la revolución socialista sino que se colocan al servicio de la chavoburguesía.
Reagrupemos las genuinas fuerzas de la izquierda revolucionaria en la tarea de profundizar la independencia de clase y la lucha por una agenda propia de los explotados, desechando las ilusiones en el nacionalismo burgués y el populismo, y avanzando hacia la construcción de una alternativa política obrera y popular que rompa la polarización entre las dos derechas, la del Psuv y la de la MUD.
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