Hace un poco más de quince años forme parte de la Red de Apoyo por la Justicia y la Paz, organización que me marcó y me enseñó muchísimo. Por aquella época me
demostraron que con un pequeño gesto como un abrazo o una visita a las casas de los familiares de víctimas de abusos policiales y/o militares y sobrevivientes de la tortura podíamos emprender un camino de justicia para los más necesitados. También aprendí que tomar la calle era –y es- una manera de denunciar porque, a final de cuentas, la denuncia es “la palabra pronunciada”, y que la dignidad de la persona era lo recto, lo justo, lo merecido. Muchos años han pasado y muchas experiencias he vivido, y cuando me detengo en el camino y miro lo andado guardo con cariño el recuerdo de mis primeras experiencias en la Red.
Sin embargo, debo de expresar mi asombro al ver los giros que ha dado como organización de derechos humanos. Giro que puedo leer a la distancia como síntomas de la aceptación generalizada de lo militar y del militarismo como lo “razonable” para seguir sobreviviendo a la avalancha desarrollista e industrializada, y/o señal que lo represivo ha sido fortalecido y no el movimiento social (o quizás el movimiento social acepta de buen grado la cultura militarista con todo lo que ello implica)
Atrás quedaron aquellas reuniones del joven Movimiento de Objetores de Conciencia, atrás quedó esa vena antimilitarista, que nos llevo a firmar como primer@s objetores de conciencia mucho antes del reconocimiento chueco del derecho a objetar reflejado en la constitución vigente.
Recuerdo muchos de los conceptos y juegos cooperativos aprendidos en el 1er curso de promotores comunitarios en derechos humanos dictados en CECODAP.
Hoy, luego de enterarme que el curso de promotores comunitario se dictará en una sede de policía, imagino a la tan famosa palomita blanca (símbolo de la cultura por la paz) volando seguida por un avión policial.
Lo que antes era utopía hoy se institucionaliza, se absorbe, se vacía, se reacomoda, se negocia, se somete dentro de una institución policial. Que aquello rebelde que constituye un mundo de respeto, responsabilidad, reciprocidad, queda ahora condicionado en aceptar que existe un eterna diferencia de clases, una desigualdad, y por tanto una policía que en mayor o menor grado reprimirá al eterno pobre por delinquir; una policía que siempre velará por los intereses del que más tiene. Sé que el mundo cambia y que la utopía es dinámica, se que los años nos transforman pero no se en que momento la proclama en derechos humanos aposto por “un mundo pleno en derechos humanos ¡pero eso sí! con la mirada y la intermediación policial”.
¿Será que no he cambiado, que sigo siendo una inmadura, que luego de haber conocido a los familiares, de haber compartido sus risas, sus llantos, su criticas y regaños, su amistad, sembraron en mi conciencia un rechazo radical a las fuerzas represivas, que mi utopía no necesita vigilantes, y que como mujer a mis treinta y pico sueño con un mundo anti patriarcal porque es lo que merezco y es lo que me parece justo, y lo más recto. Será pues que me que de en otro tiempo?.
Con amor y rabia
Any Alarcón Macrí
Granollers Centre.
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