El aparato estatal está dando muestras de una ineficacia infinita. Lo acontecido con los alimentos descompuestos es digno de Ripley amén del incumplimiento de las metas y actividades del Estado en materia de vivienda, seguridad personal y corrupción. Asimismo, la política monetaria tiene un estigma de distinción, el control del poder sobre la economía aparte del espectáculo electoral de insultos contra empresarios medios y pequeños reunidos en Fedecámaras mientras los intereses transnacionales se ven privilegiados en el plano energético, telecomunicacional y financiero.
La receta cubana se está aplicando en el ámbito de las protestas sociales y vemos con estupor cómo se encuentran detenidos el sindicalista Rubén González, seguidor del proceso, el alcalde de Tumeremo Carlos Chancellor y el cacique Yukpa Sabino Romero, quienes han cometido la osadía de disentir y participar en las movilizaciones de la gente. Son presos políticos de origen social y no partidista.
La construcción de viviendas es asaz deficitaria y pretenden los diputados de la Asamblea Nacional reformar la ley de arrendamientos dándole mayor celeridad a los juicios para asfixiar más a los arrendatarios bajo el subterfugio de estimular la iniciativa de los constructores. Es el mismo argumento empleado para justificar la vigente Ley de Arrendamientos Inmobiliarios en la oportunidad de su promulgación cuando todos conocemos que fue redactada por los caseros y además partió de una premisa falsa: dar concesiones a los propietarios de inmuebles para activar el mercado de alquiler inmobiliario cuando lo cierto es que su carencia de rentabilidad es el factor determinante para la parálisis de este sector aparte de la incapacidad oficial para incursionar en este segmento.
La inseguridad reinante así como las turbulencias penitenciarias obedecen a expresiones estructurales del Estado más que a fallas de voluntad y ejecución de políticas al respecto. El toque de queda al cual está sometida la gente de alguna manera le ahorra recursos a las entidades policiales.
En materia de corrupción hay infinidad de manifestaciones indetenibles por razones de la misma naturaleza del modelo político y la impunidad histórica garantizada en este flagelo. Los chinos de Recadi y los Eleazar Pinto se reproducen en esta gestión como muestra de apariencia de combate a la descomposición pero de ninguna manera se ha detenido sino incrementado.
No obstante, lo más preocupante es la paralización del aparato productivo en efluvio de sintonía con los grandes centros mundiales de poder quienes aprecian a Venezuela como un mero suministrador de fuente energética fósil y cada vez el Estado es más rentista y dependiente del excremento del diablo.
Estamos sumergidos en un oscuro túnel a pesar de los altos precios del barril del oro negro. La ingente deuda pública externa e interna así como los compromisos internacionales se encargan de asfixiar la dinámica económica y social en la nación aunada a una ineptitud increíble de la actual administración en el desempeño de sus funciones.
Humberto Decarli R.
hachedester@gmail.com
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