El Error de junio:
La comedia mediocre del leninismo cubano
-A propósito de un artículo de Pedro Campos.
(A Rafael Spósito, in memoriam)
“Libertad sin Socialismo es privilegio e injusticia;
Socialismo sin Libertad es esclavitud y brutalidad.”
M. Bakunin
En el transcurso del presente mes (junio, 2010) han proliferado de manera significativa los artículos de “colaboración-crítica” desde el “dentro-contradictorio” y los llamados a la “cohesión revolucionaria” y al “diálogo sin sectarismos”, así como las invitaciones en busca de consensos ─entre las filas revolucionarias─ hacia la impostergable transición al Socialismo en Cuba, en el contexto de un innegable ambiente tibiamente crítico que ha venido cobrando fuerzas al interior de ciertos sectores que aún mantienen una devoción confesa al gobierno de los hermanos Castro y a su partido único y excluyente.
Añejas acusaciones desde nuevas formulaciones
Llama extremadamente la atención que en estos momentos cruciales afloren viejos señalamientos recargados y reelaborados en nuevas enunciaciones para rotular, desde la crítica tímida y de reciente factura, los mismos puntos que, con cincuenta años de antelación y de manera mucho más contundente expusieron los libertarios desde la Asociación Libertaria de Cuba (ACL) , a través de un manifiesto donde se denunció, a comienzos del año 1959 con autonomía de criterio e incuestionable lucidez, el creciente «centralismo estatal» camino de un «ordenamiento autoritario»; no sin antes recordar el papel protagónico de los anarquistas cubanos en la lucha contra la dictadura del presidente-General Fulgencio Batista. En el mismo documento, se acusa la estrategia obscena desarrollada por el Partido Comunista de Cuba (PCC), con miras a «recabar la hegemonía que […] durante la era de dominación batistiana […] gozaron». En igual tesitura, el Solidaridad Gastronómica del 15 de febrero de 1959, mediante otro Manifiesto a los Trabajadores y al Pueblo en general, advierte, ante las imposiciones verticales a favor de mantener en sus puestos dirigentes a toda la jauría de cuadros del PCC al servicio de la dictadura batistiana y de remover de las filas del proletariado a los orientadores anarcosindicalistas, que «[…] Es imprescindible que sean los propios trabajadores quienes decidan la inhabilitación sindical de sus pasados dirigentes, pues de hacerlo de otra forma , sería caer en los mismos procedimientos que ayer […] combatiéramos» . El editorial del 15 de marzo de 1959 de la misma publicación libertaria, condena sin tapujos «los procedimientos dictatoriales […] acuerdos y mandatos desde arriba que imponen medidas, quitan y ponen dirigentes.» Asimismo, incrimina a los «elementos incondicionales […] en las asambleas, que sin ser miembros del organismo sindical, levantan el brazo a favor de una orden de los dirigentes.». Y, acto seguido, se describen algunas de las técnicas de intimidación puestas en práctica para alcanzar la hegemonía: « […] se llenan las salas asamblearias de milicianos armados que constituyen una flagrante coacción, no se respetan los preceptos reglamentarios […] se llega a cualquier tipo de procedimiento para mantener el control de los sindicatos.»
Desde luego, como bien reza el refrán «nunca es tarde si la crítica (dicha) es buena» pero lo cierto es que no sólo llegan tarde sino son poco “dichosos” los planteamientos desde donde parte esta corriente de críticos timoratos que lanza llamados de auxilio en clave Morse digitalizada. Es curioso que ahora se repitan las críticas de antaño y que además se acepte a plena luz que «Esta nociva práctica sectaria continúa hasta nuestros días» y se afirme que «En Cuba, hoy, se aprecia con total nitidez el carácter reaccionario del sectarismo en esas acciones que crean divisiones, resentimientos y obstaculizan el avance socialista.», sin embargo, se elude reconocer que estos mismos señalamientos fueron expuestos en los propios albores del proceso revolucionario desde una crítica decididamente comprometida con el Socialismo y la Libertad. También se evita examinar a profundidad el meollo del conflicto.
Como acertadamente señala el compañero Ramón García Guerra «La cuestión exige problematizar a fondo las consecuencias de las políticas. Exigiría, además, definir a quiénes éstas benefician y a quiénes perjudican […] La crítica actual especula con el malestar popular mientras apela al sentido común. Saben que los estados de incertidumbre hacen infelices a las gentes. Como una solución al dilema, ahora nos ofrecen una vuelta a los momentos en que todo parecía funcionar bien en la sociedad (curiosamente la solución llega de aquellos que imaginan obtener ciertas ventajas con el retorno al pasado.). La reacción opuesta sería fomentar el inmovilismo ante las exigencias de cambio en la sociedad. Significa esta política otra manera de especular con el sentido común. Entonces se apela a los miedos. Somos al final rehenes de sueños y miedos colectivos que impiden imaginar otras realidades sociales posibles. Entonces, la crítica que hacemos busca convertir el malestar en conciencia que facilite el cambio […] »
Del mismo modo se plantea la defensa de una alternativa que esbozan a manera de «visión», misma que no pretenden imponer a nadie «sino divulgarla, debatirla y buscar la manera de que forme parte de las soluciones; pero sectariamente se rechazan su discusión y difusión en los medios masivos oficiales» , ignorando que desde los primeros pasos de la Revolución fue puesto a consideración de la sociedad cubana un entramado de cuestionamientos y alternativas de calado mucho más profundo y no sólo fue rechazado sino aplastado con lujo de violencia y ensañamiento. Quizá, esta “ignorancia” responda a esos “miedos colectivos que impiden imaginar otras realidades sociales posibles” que nos imprime García Guerra.
Claro que no es necesario tener conocimiento previo de cuántas iniciativas se intentaron en el pasado para emprender nuevas alternativas socialistas frente a la barbarie reaccionaria del sectarismo que aún perdura después de cincuenta y un años de absoluta hegemonía. Sin embargo, sí consideramos requisito de vital importancia el estudio escrupuloso de la historia del movimiento social-revolucionario, no sólo cubano sino del movimiento social-revolucionario internacional, para no repetir errores o sucumbir ante los mismos peligros y/o desviaciones.
Sería muy lamentable que esta preocupación genuina de los libertarios cubanos, se transfigure de nueva cuenta en etéreos recursos polémicos y se nos vuelva a diagnosticar «ansias de protagonismo escénico», «comportamientos políticos arribistas» e «inclinación a la rentabilización política» , haciendo gala de cierta perversidad congénita y/o de un analfabetismo ideológico crónico.
Identificando a los emisarios y ubicando el domicilio remitente
Al comienzo de este texto llamaba la atención sobre la proliferación –acrecentada de forma particular durante el presente mes de junio (2009) de artículos, propuestas, ataques y respuestas, confeccionadas desde la “colaboración-crítica” y el “dentro-contradictorio”, de la mano de reiterados llamados a la “cohesión revolucionaria” y al “diálogo sin sectarismos” hacia la impostergable transición al Socialismo en Cuba.
Cabe señalar que en este sinnúmero de “mensajes” (más allá de las firmas y/o el anonimato) se localizan de manera puntual dos emisarios, con agendas políticas contrapuestas pese a ciertas analogías del discurso y la similitud de objetivos.
Se detecta, a primera vista, la presencia de dos fracciones en pugna con idéntico domicilio remitente:
1.- La vanguardia histórica del Partido Comunista Cubano, de claro corte stalinista, mayoritaria y octogenaria; en funciones públicas de alto nivel y/o en reserva bajo el “plan pijama” y,
2.- El impulso reformista de una nueva generación de militantes del Parido Comunista Cubano y de cuadros cercanos a esta institución, de inspiración trotskista, minoritaria, que oscila entre los 40 y 60 años de edad, miembros de nivel medio o medio-bajo de la élite gobernante cubana . También hay que ubicar en las proximidades de esta tendencia a un grupo de intelectuales mucho más heterodoxo que comulga con un amplio abanico de doctrinas políticas ─en los límites de la socialdemocracia sueca y el “comunismo” italiano de Refundación, pasando por la Izquierda Unida española y aterrizando en el “socialismo” bolivariano del Siglo XXI de manufactura chavista.
Si bien es cierto, como señala el compañero Armando Chaguaceda, que esta primera fuerza prefiere la opción, actualmente en curso, de «la hibridación de comunismo cuartelario y políticas capitalistas (en sus versiones estatal y neoliberal) », más en la tónica de las reformas “Coca” implementadas por el presidente-General. El segundo grupo, opta por la Quinta Internacional Socialista Participativa y propone como “solución” las Propuestas Programáticas para un Socialismo Participativo y Democrático (SPD), «presentadas desde dentro de la revolución y el Partido Comunista» .
Desde luego, si fuéramos a optar por el mal menor, sin el más mínimo cuestionamiento, nos adheriríamos a esta fracción. Pero ese no es el caso. Aunque sabemos de antemano que es factible entablar un debate (y hasta un diálogo) con los representantes de esta corriente reformista ─de hecho, desde hace algunos años mantenemos una polémica abierta que, además, me atrevería a calificar de fraterna, dependiendo más de la personalidad del interlocutor que de las ideas que profesa, reconocemos gruesas contradicciones en sus planteamientos que, inevitablemente, generan reticencias.
Aún así ─insisto─ registramos una abismal diferencia entre estos portavoces del SPD, cargados de buenas intenciones, sin lugar dudas y, los abueletes cuartelarios. A esta corriente reformista no se les puede imputar un solo asesinato, una delación, una condena, una golpiza, una traición; en cambio, los stalinistas cuartelarios han sido los protagonistas directos de cuanta infamia se ha cometido en Cuba durante los últimos 77 años. Sin embargo, vemos con asombro como se alistan ─tal vez de manera involuntaria, por inercia o por miedo─ a repetir los mismos “errores” que en el pasado cometiera su casa matriz.
Descifrando los mensajes
Tan sólo reparemos en esta frase de Campos , para ahondar someramente en estas reticencias que comentaba con anterioridad: «[…] más que nunca es necesaria la cohesión entre las filas revolucionarias, sin que por ello cese la lucha de ideas en su seno por hacer avanzar el socialismo» (el subrayado es nuestro). E inmediatamente, dos párrafos más abajo, afirma: «[…]Los enemigos del diálogo, del intercambio y el entendimiento; los partidarios de agudizar las contradicciones, siempre se opondrán a este tipo de movimientos y buscarán torpedearlos para más encono y agravamiento de las tensiones», equiparando a “los partidarios de agudizar las contradicciones” ─es decir, a los revolucionarios sociales conscientes de su rol─ con “enemigos del diálogo, del intercambio y el entendimiento”.
Cualquier análisis medianamente racional nos lleva a concluir que estamos frente a una gigantesca incongruencia y nos exige cuestionarle a Campos semejante maroma dialéctica, por lo menos mediante la formulación de un par de interrogantes: a.- ¿Cómo pretende “la cohesión entre las filas revolucionarias, sin que por ello cese la lucha de ideas en su seno por hacer avanzar el socialismo” sin agudizar las contradicciones ni agravar las tensiones propias de la lucha entre excluidos e incluidos? b.- ¿Con quién procura dialogar y alcanzar un entendimiento sin agudizar las contradicciones ni agravar las tensiones?
En el mismo texto señala, a modo de punteo preciso, que: «Hace tiempo se viene insistiendo en la necesidad de acabar de establecer el nuevo consenso sobre la sociedad en que el pueblo cubano desea vivir, la cual no puede ser impuesta, sino resultante del intercambio entre todos los revolucionarios y con todos los cubanos honestamente interesados en el bienestar de la nación […] Cuba debe cambiar en muchos aspectos y muchas modificaciones habrán de hacerse para perfeccionar el sistema político a fin de lograr una verdadera democracia participativa y decisoria, como demanda una sociedad que pretenda construir el paradigma socialista nunca alcanzado […] El pueblo cubano vive decenios de inseguridad, sometido a infinidad de indefiniciones y multitud de regulaciones de todo tipo impuestas por los distintos niveles de la burocracia, que obstaculizan la vida del cubano común, sin saber cuál va a ser el rumbo que seguirá el gobierno, sin poder hacer planes a mediano y largo plazo, dependiendo de cambiantes coyunturas y decisiones de las que no participa […] Si no se asume, con todas sus consecuencias que el sistema burocrático de propiedad estatal, trabajo asalariado y centralización de las decisiones y el excedente, heredado del estalinismo ya fracasó y por tanto debe ser cambiado, no simplemente actualizado, el único avance garantizado es… hacia el hundimiento. Lo demás, como postergar indefinidamente el VI Congreso, no informar públicamente los planteamientos del pueblo, no realizar una discusión en el seno revolucionario y otros movimientos, sólo pueden ser interpretados como la intención de ganar “tiempo”, a la espera de que un milagro reviva el “modelo”...de desastre. Se socializa y democratiza el sistema o se derrumba. Ya muchos revolucionarios cubanos han expuesto ideas al respecto. Y no culpen luego al imperialismo. El burocratismo, y muy especialmente el sectarismo dogmático predominante en las esferas de la dirección del partido y el gobierno, están impidiendo el diálogo sincero y comprometido en el seno revolucionario […] En Cuba, hoy, se aprecia con total nitidez el carácter reaccionario del sectarismo en esas acciones que crean divisiones, resentimientos y obstaculizan el avance socialista. […]». Y, sin embargo, concluye: «[…] Algunos quieren que abandonemos la política de colaboración-crítica con el gobierno-partido y asumamos el enfrentamiento. No voy a calificar sus intenciones y métodos gastados, cada cual sabrá sus razones, pero no vamos a prestarnos a campañitas que puedan siquiera parecer fuera de la Revolución o contra ella. Todo cuanto hagamos será siempre desde el dentro-contradictorio. En lo personal, con ella y a partir de ella, moriré o viviré […]».
De más está aclarar que no tengo motivos para dudar que Campos en realidad desea que el cubano de a pié se apropie enteramente de su destino y participe democráticamente del debate para “establecer el nuevo consenso sobre la sociedad en que el pueblo cubano desea vivir”, mismo que no puede ser impuesto “sino resultante del intercambio entre todos los revolucionarios y con todos los cubanos honestamente interesados” en un cambio de forma y de fondo.
Lo que despierta mis suspicacias es que, no obstante (después de haber llegado hasta aquí), Campos termina sumido en una proposición insostenible; porque toda posibilidad de que la gente cubana haga suyos los conflictos en curso y decida, libre y autónomamente, la sociedad en la que quieren vivir, transcurre inexorablemente por el abandono de la política de colaboración con el régimen y la superación del gobierno-partido. Acciones que presuponen la necesidad de emancipación socio-humana para el pleno disfrute de la Libertad. Esa Libertad que no se agota en las libertades burguesas que donairosamente reconoce la Declaración Universal de Derechos Humanos ni cabe en las estrechas urnas de ningún circo electoral sino que solamente se concreta con la capacidad individual y colectiva de decidir la propia vida, libre y autónomamente, sin relación de dominación alguna que la coopte. Y ello, obviamente, nada tiene que ver con prestarnos a “campañitas” contrarrevolucionarias como insinúa Campos.
Esto, sin que me quepa un ápice de duda, lo sabe perfectamente la corriente que integra Campos. Tal vez, al final del camino, todo pueda reducirse al inconveniente de las disparidades en los tiempos de maduración ideológica. Pero lo definitorio al respecto aún está por decirse.
Localizando el (o los) destinatario(s)
En términos genéricos, pueden identificarse dos destinatarios a quienes van dirigidos estos mensajes, sin que importe demasiado reparar en distinciones sobre el “color” de la fracción que los emite. Ambas caras del Partido dirigen sus SOS en dos sentidos, unos hacia el exterior y otros de carácter endógeno:
En el exterior, los destinatarios son sus pares en busca de apoyo estratégico. Necesitan armas y parque (aunque sean teórico-ideológicas) que les auxilie para librar esta guerra fraticida en que se enfrentan. Alzarse con el Poder del partido, depende de ello. Lo que no distinguen estos contrincantes es la inutilidad de semejante lucha. El Partido Comunista Cubano es un inmenso elefante blanco varado en una piscina. Por mucho que chapotee está destinado a ahogarse, ya sea si se aferra a continuar nadando hacia ningún lugar o si decide beberse toda el agua que le oprime. La fuerza y la utilidad del Partido radicaban en la enorme (y desaparecida) potencia imperialista que les avalaba. El oro de Moscú les permitió mantener todos los puestos que ostentaban con Batista y comprar cuantos ministerios, direcciones y grados militares, consideraran necesarios para asegurarse la supervivencia y el control hegemónico. Las toneladas de armas y los millones de barriles de petróleo a cambio de azúcar y carne de cañón en operaciones militares, aseguraban la prosperidad del confortable virreinato “socialista” en plena “guerra fría”. No es por casualidad que Abraham Grobart (Fabio), uno de los más fieles servidores del Komintern en la Isla, le ofreciera el Secretariado General del Partido (Primer Secretario) al “compañero” Fidel en 1975, durante el Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba. De no haber tenido tanto que ofrecer jamás hubiesen sobrevivido a una revolución burguesa de claro carácter nacionalista, mucho más próxima (ideológicamente hablando) a los postulados nacionalsocialistas italianos y al populismo revolucionario de Perón, que a los legados marxistas. Desde luego, el pragmatismo leninista les llevaría a bucear en la historia y justificar la paternidad común (Georges Sorel) de ambas ideologías (fascistas y leninistas).
En el interior, los mensajes tienen un único destinatario: el presidente-General. Ambas fracciones coinciden en la búsqueda de reconocimiento y se ofrecen como “gestores” proponiéndose como vehículo de salvación ante la inminente implosión. Unos pretenden venderle “lo bueno por conocer” y los otros desde sus roídas pijamas o en los puestos de confianza procuran continuar brindándole “lo malo conocido”; producto probado y calado que le ha permitido la perpetuidad en el Poder a los provectos hermanitos por más de medio siglo. En resumen, lo único que parece unificar a las fracciones del Partido es la búsqueda de reconocimiento y la continuidad en Poder, para ello se prestan a auxiliar al presidente-General. Tanto los representantes del SPD como los defensores a ultranza del stalinismo cuartelario se aprestan a tender la mano con la mascarilla de oxígeno que reanime el régimen: El oportunismo es inherente al leninismo.
El viejo Marx tenía razón cuando sostuvo que la historia, en caso de repetirse, regresaba en forma de comedia aquello que alguna vez fuese tragedia. Indudablemente, los leninistas cubanos ya tienen lista para escena una comedia mediocre y aspiran ha realizar su segunda representación. Una vez más se disponen a traicionar al movimiento social revolucionario, al conjunto de los trabajadores y al pueblo en general, sólo que en esta ocasión el calendario se adelantó dos meses.
El panorama pese a todo alienta
Estas fueron las palabras, cargadas de ánimo y optimismo, con que concluía aquel editorial de Solidaridad Gastronómica de enero de 1959, que mencioné al comienzo de este texto, donde se acusaba el «centralismo estatal» y el evidente «ordenamiento autoritario» que empezaba a tomar cuerpo bajo la dirección de los hermanos Castro con el auspicio de los stalinistas cuartelarios. Cincuenta y un años más tarde estas palabras pueden volver a cobrar significado, si y sólo si, se alcanza la “cohesión” de todas las filas revolucionarias más heterodoxas y se concreta el “diálogo sin sectarismos” no con los jerarcas del régimen sino entre los socialistas anti-autoritarios en busca de alternativas al capitalismo; si y sólo si, se logra el consenso entre TOD@S los luchadores incansables por la impostergable transición al Socialismo en Cuba.
Bakunin, estuvo tempranamente en condiciones de otear los desvíos y deformaciones que sobrevendrían si no compaginábamos adecuadamente las porciones de Socialismo y Libertad. Aquella sentencia lúcida que enunciaba que “Libertad sin Socialismo es privilegio e injusticia; Socialismo sin Libertad es esclavitud y brutalidad”, adquiere gran pertinencia después de conocer en carne propia los estragos del leninismo bajo el capitalismo de Estado de los regímenes cínicamente bautizados bajo el eufemismo de “socialismo realmente existente”.
Jamás lograremos “el paradigma socialista nunca alcanzado”, con abstracciones y malabares dialécticos o, acomodos semánticos y declaraciones bien intencionadas. Si realmente deseamos construir una verdadera democracia directa, autogestionaria, participativa y decisoria, fundada en el Socialismo y la Libertad, debemos atender a exigencias políticas bien delimitadas, que no pueden conducirnos a otro derrotero que no sea el cese de la amenaza represiva institucionalizada. Dicho de otra forma: si realmente queremos extender la democracia directa e incitar a la participación popular, no hay otra alternativa que la instauración de un amplio régimen de libertades edificado sobre el consenso popular y la cohesión de las fuerzas motrices del socialismo antiautoritario. Esto está en nuestras manos y no en las del presidente-General o cualquier otro jerarca reaccionario. Y sólo será posible mediante la abolición de las prohibiciones sociales y la derogación de las leyes y decretos represivos; a través del reconocimiento y respeto de las libertades individuales y colectivas (libertad de reunión, de expresión y movimiento); suscitando la autogestión de las colectividades obreras y campesinas; promoviendo la libertad sindical y la autonomía de los sindicatos, federaciones y confederaciones obreras y campesinas; rechazando toda exclusión ─queremos una Cuba, diversa y múltiple, donde quepan muchas Cubas─ y, construyendo una nueva sociedad sin oprimid@s ni explotad@s, basada en la Libertad, la Igualdad, la Solidaridad, el Apoyo Mutuo y el respeto a la ecología, a la biodiversidad y el amor a la Tierra. Como propone el Movimiento Libertario Cubano (MLC), en los “Seis Puntos Básicos de Consenso para un Cambio Social”, sugeridos a modo de “agenda mínima de convergencia” tendiente a un cambio social hacia el Socialismo en Cuba y “con el objetivo de consolidar discernimientos y estrechar la coordinación antiautoritaria, dentro y fuera de Cuba”, en aras del fortalecimiento del creciente movimiento socialista participativo y libertario.
Como afirmara, con esa sagacidad que le caracterizaba, nuestro entrañable Spósito: «No hay ni puede haber en esto operaciones fantásticas y una vez más habrá que repetir lo tantas veces dicho: una creación social libertaria y socialista no puede concebirse como el resultado espontáneo de una nebulosa legalidad histórica ni como un designio caudillista ni como una operación de ingeniería bajo la forma de la planificación central ni como la automática derivación del desarrollo tecnológico ni como una casualidad ni como un advenimiento mágico; una sociedad libertaria y socialista, en Cuba como en cualquier otra parte, ahora tanto como en cualquier otro momento, sólo puede ser el fruto de una profunda decisión autonómica y de una interminable sucesión de luchas y de gestos que se forman en los pliegues de la conciencia colectiva. O también, para decirlo en forma más sencilla, en Cuba habrá autogestión y por ende socialismo, sólo si lo quiere y lo decide la gente y no porque así lo disponga generosamente alguna resolución desde las alturas […]».
Mientras tanto, no habrá participación popular ni democracia directa, mucho menos arribaremos al paradigma social nunca alcanzado, porque éste no ha de consumarse por obra y gracia de las buenas voluntades de la corriente de intenciones que integra Campos. En su defecto, tendremos “más de lo mismo” y continuaremos anclados en la patética espera de los designios de Cronos. En el transcurso habrá que soportar los dictados desde la cámara hiperbárica de las “reflexiones del Coma Andante” per saecula saeculorum y las especulaciones cotidianas en torno a las tan anunciadas reformas del presidente-General. Ojala mañana no tengan que arrepentirse los portavoces del “error de junio”.
Por el Socialismo y la Libertad.
Gustavo Rodríguez
San Luís Potosí, México, 25 de junio de 2010.
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