por Milton D’León
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No dejó de sorprender el anuncio de Chávez
durante la noche del 8/12 sobre su nueva operación en Cuba producto de su
cáncer en etapa crítica, no solo por la nueva intervención quirúrgica sino
porque esta vez presentaba el peor de los escenarios: desde un desenlace fatal
hasta la inhabilitación para seguir gobernando. Frente a esta circunstancia,
Chávez se anticipó designando al actual Vicepresidente Nicolás Maduro como su
sucesor para una eventual elección presidencial que se convocaría en caso de
que no pueda estar capacitado para asumir su nuevo mandato el 10 de enero,
fecha del inicio del nuevo período presidencial: "Elijan a Maduro como
presidente de la República, se los pido desde mi corazón", enfatizaba
Chávez. Durante la campaña electoral, fue el propio Chávez quien aseguró que
estaba totalmente recuperado de su enfermedad, cuestión repetida por todos los
voceros oficiales y el pleno del PSUV en sus distintos sectores y facciones.
Pero la historia que se relata ahora desde el gobierno es otra: ha sido
Diosdado Cabello, en la reciente reunión de la Asamblea Nacional que autorizara
a Chávez a viajar a Cuba, quien llegara a afirmar que “todo el que votó por
Chávez sabía que estaba enfermo”, lo que es a ojos vistas completamente falso.
Al escribir este artículo se anunció que Chávez salió de la primera fase
operatoria, y se reincorpora su salud como principal preocupación del debate
público nacional y la discusión de la entrada de una posible etapa
post-chavista.
La incertidumbre política
Aunque la enfermedad de Chávez siempre se
vino manejando como un secreto de Estado, ahora es más que evidente que, a
quienes no ha sorprendido fue al propio entramado interno de las fuerzas del
chavismo como lo revela Diosdado Cabello en su discurso desde la Asamblea, así
como seguramente tampoco a las filas de la oposición patronal que por derecha
enfrenta a Chávez. El propio Capriles Radonski, al momento de inscribir su candidatura
para la Presidencia de la República así como aceptar el triunfo de Chávez,
llegó a afirmar que "los tiempos de Dios son perfectos" para su
carrera presidencial, que leído entre líneas a los días de hoy no tenía otro
significado que el conocimiento de la real situación. Por eso sorprendió,
incluso, que tras conocerse el resultado electoral, salió con fuerza a afirmar
que no había existido ningún fraude en las elecciones cuando recibía presión de
algunos sectores para que pronunciara lo contrario, hablando con Chávez
telefónicamente, algo inesperado por quien se caracterizó por asaltar la
embajada de Cuba durante el golpe de Estado del 2002. Capriles venía de hacer
una campaña corriéndose un poco hacia el centro, buscando seguramente ser visto
como alguien potable frente a una eventual desaparición de Chávez, lo que le
costó el distanciamiento de aliados de campaña más derechizados. Si el proceso
electoral de octubre fue farsesco no lo sabremos, pero sí es cierto que el
anuncio de Chávez fue justamente al poco tiempo de las elecciones, incluso, el
propio Presidente a pocos días de declararse su triunfo electoral disminuyó
considerablemente sus apariciones públicas, y es sumamente probable que las
distintas fuerzas políticas de uno y otro color se posicionaran en una actitud
post-chavismo con suficiente antelación. De pronto, se reveló entonces, lo que
Marx llamara la profanación del secreto bonapartista.
Pero la situación, más allá del anuncio de
Chávez y la designación de un sucesor frente a una eventual elección
presidencial, se da en un marco de gran incertidumbre y conmoción por la
posibilidad de que se pueda abrir un curso potencialmente caótico. La eventual
desaparición física de Chávez o su postración que lo aleje de la política
producto de su enfermedad está atravesada por un panorama traumático. Como
hemos escrito, “el bonapartismo del gobierno, que incluye una politización
importante de las Fuerzas Armadas, donde todo gira alrededor de Chávez y de
quien depende todo, siempre ha sido un factor de crisis e inestabilidad en el
chavismo del cual toma nota la burguesía y el imperialismo en su versión
obamista” (ver LVO 496). Entonces, la desaparición abrupta de Chávez abre la
gran zozobra de si es posible darle un camino pacífico a una transición de una
forma de gobierno bonapartista de Chávez a otras formas de dominio político
consensuado entre los distintos factores políticos actuantes en la realidad
nacional. La crisis que se abriría frente a un desenlace fatal, tanto hacia lo
interno de las corrientes y las bases del PSUV y dentro del pueblo seguidor de
Chávez, como también profundizando las divisiones ya expresadas en las fuerzas
de la oposición patronal por la actitud de Capriles durante la campaña, sumado
a la actitud que terminarían tomando las Fuerzas Armadas, altamente
politizadas, no son fáciles de contornear. Esta preocupación no solo hace a lo
interno de Venezuela, sino incluso dentro del propio gobierno de Obama, que si
bien nunca vio con buenos ojos a Chávez más allá del distanciamiento que tenía
con respecto a los republicanos, teme un panorama caótico en el territorio de
su principal abastecedor de petróleo, de igual manera lo ven los gobiernos
regionales para quienes Chávez venía jugando un papel de estabilizador de la
región sudamericana, por su papel en Colombia y Centroamérica.
Nicolás Maduro, ¿en el papel de consenso o
solo bisagra en la transición?
Es claro que la designación de Nicolás
Maduro como Vicepresidente estaba pensada para una etapa post-chavista ya en
medio de las propias elecciones así como de los otros movimientos políticos en
las altas esferas del PSUV y de gobierno. Que Chávez sacara a Maduro de su
designación como candidato a gobernador de Carabobo, anunciado con toda la
pompa poco tiempo antes por el propio Chávez, así como también que saliera
Diosdado Cabello como candidato a gobernador por el estado Monagas para
mantenerse en la presidencia de la Asamblea Nacional, y la ubicación de Elías
Jaua de Vicepresidente a candidato a gobernador por el importante estado
Miranda, no dejan lugar a dudas del sentido de los movimientos que realizaba
Chávez. Pero es importante enfatizar que, con el anuncio realizado el sábado
pasado, Chávez estaba dando inicio a una transición que venía siendo discutida,
pero cuya decisión venía siendo muy demorada al menos públicamente, nombrando a
un sucesor y tratando de mantener unificado al PSUV y a las Fuerzas Armadas.
Pero la nominación de Maduro como sucesor
no se debe solo al hecho de que sea un hombre fiel a Chávez o que le pueda dar
continuidad al proyecto chavista, no se trata de una decisión ideológica o solo
de lealtad. Se debe también a que, durante una etapa de transición, es el que
puede actuar como bisagra o consenso entre las distintas facciones de fuerza
dentro del chavismo. No es un secreto para nadie las tensiones internas dentro
del chavismo, sobre todo por las representadas por Diosdado Cabello, de gran
poder dentro del PSUV y de importante ascendencia dentro de las Fuerzas Armadas
-de donde es originario, es de los militares que participó en el alzamiento
militar de Chávez en el ’92- y de poder económico, así como del ala
personificada por el hasta hace poco Vicepresidente de la República, Elías
Jaua, no muy bien visto entre sectores de las Fuerzas Armadas y con roces con
el propio Diosdado, como la de Adán Chávez, hermano del Presidente, candidato a
gobernador por el estado Barinas (estado natal de Chávez) de peso regional y en
el PSUV, de influencia también en cierto sector de militares y el más cercano a
Cuba, además de la del propio Nicolás Maduro y su esposa Cilia Flores, actual
Procuradora de la República, de fuerza en el PSUV, entre el sindicalismo
chavista, próximo a Cuba, y no mal visto por las Fuerzas Armadas. Todo esto sin
nombrar a todo un abanico de facciones de relativa importancia o de menor
envergadura, alineadas o no con las fuerzas más importantes, como tampoco sin
dejar de mencionar a movimientos aguas abajo de las fileras chavistas, donde
incluso conviven grupos armados que existen en las barriadas populares de
Caracas y otras ciudades.
Si bien Cabello tiene como activo
importante su cercana relación con las Fuerzas Armadas y con su peso en la
estructura del PSUV, su debilidad es externa e interna: externa pues se
considera que no tiene estrechas relaciones con el régimen cubano, e interna,
porque, a pesar de ser el hombre de más poder dentro de la estructura del
chavismo y su ligazón con sectores económicos y militares, no es bien visto en
las propias bases del partido y del pueblo chavista, y su designación podría
actuar como fuerza centrífuga y acelerar cualquier proceso cismático interno.
Es necesario resaltar el papel de Adán Chávez, quien ha venido enfrentado con
las otras facciones como la de Diosdado y Jaua, y no por casualidad para el mes
de febrero del año en curso escribiera un duro texto titulado “Lealtad o
traición”, que no era otra cosa que una declaración de guerra dirigida a los
“Páez” de ese Bolívar que cree resucitado en Chávez, aunque sin nombrar a
nadie. Pero Elías Jaua y Diosdado Cabello tomaron nota frente a la declaración
de Adán Chávez, provocando una supuesta alianza pragmática táctica del momento
entre estos dos cabecillas del PSUV, quienes salieron a declarar que “somos
compañeros en la lealtad a Chávez”, ¿en qué otras cosas no serían
“compañeros”?, valdría la pregunta de fácil respuesta.
La entrada a una posible etapa
post-chavista
Frente a todo esto, es Nicolás Maduro, con
su cuota de poder en el gobierno, en el PSUV y en sectores del sindicalismo más
oficialista, conocido por representar el ala “moderada” y con buenas relaciones
con Cuba como hemos afirmado, bien visto en la región sudamericana y sobre todo
por la vecina Colombia, y muy conocido por su papel de Canciller durante seis
años, a quien Chávez confía una transición. Para Chávez, Maduro es la persona
que podría lidiar en toda una primera etapa para contener las fuerzas
centrífugas del chavismo, y evitar un cisma prematuro y que salgan a flote una
crisis entre quienes durante todo este tiempo se beneficiaron de los manejos
gubernamentales. Maduro podría intentar, como hemos dicho, ser la
representación de continuación y consenso, no sólo entre las fuerzas
importantes del chavismo sino también entre el pueblo chavista, y
fundamentalmente con el sector militar. Pero es claro que Nicolás Maduro no
puede garantizar la estabilidad que proveía la figura de Chávez mucho menos
darle continuidad a un régimen bonapartista, pero sí puede ocupar un papel
clave, evitando los movimientos centrífugos en el chavismo, avanzar hacia una
transición post-chavista, buscando marchar a una forma de gobierno "más
normal", entre las propias fuerzas del chavismo y las fuerzas de la
oposición patronal.
Si Chávez no puede asumir el 10 de enero,
pasa a ser presidente transitorio inmediatamente, el presidente de la Asamblea
Nacional, Diosdado Cabello, quien tendría que convocar a elecciones en 30 días.
El 16 de diciembre hay elecciones a gobernadores en todo el país[1] , Capriles
Radonski se lanza nuevamente como candidato por el estado Mirando enfrentándose
con Elías Jaua. Si Capriles gana lo catapultaría para una eventual elección
presidencial anticipada; de perder, se reubica Elías Jaua desde un estado
importante hacia lo interno del PSUV y el pueblo chavista, y se le facilitaría
el panorama a Nicolás Maduro como candidato a la presidencia de la República.
Por eso, la importancia de las elecciones regionales a gobernadores en su
conjunto terminará de definir cómo quedará la correlación de fuerzas más
general, así como también hacia la carrera presidencial en el eventual caso de
unas elecciones anticipadas.
Desde el gobierno y el PSUV se juegan a que
Chávez al menos pueda asumir el nuevo mandato el 10 de enero, pues la
Constitución establece que goce al menos de sus plenas facultades mentales,
pero los escenarios que se pueden abrir al darse una salida traumática de
Chávez son diversos y contradictorios cualquiera de ellos, así como sus ritmos
dependerán de lo que acontezca en los próximos días o semanas, en donde se verá
las articulaciones de las diversas alianzas en el PSUV además de las que ya se
estén generando. Es claro que la etapa de una transición hacia un régimen democrático
burgués más “normal” está abierta, lo que con Chávez vivo sería garantizado sin
demasiados traumas, pero en su ausencia pueden abrirse crisis por ahora
difíciles de definir. Frente a un escenario de llamar a elecciones anticipadas
producto de un desenlace fatal de la vida de Chávez, y de ganar Nicolás Maduro,
es muy probable que busque asentarse en un acuerdo pragmático con Diosdado
Cabello por la importante fuerza que representa dentro de las Fuerzas Armadas,
negociando con las otras facciones. De perder las elecciones, será un barajar y
dar de nuevo tanto en el PSUV, en las Fuerzas Armadas, y en todo el entramado
político. Si Chávez no estuviese ni en condiciones físicas ni mentales por
efectos del tratamiento para asumir en enero, y Nicolás Maduro ganara las
elecciones, podría actuar al estilo de Fidel Castro, actuando tras bambalinas y
manteniendo el control, y por tanto logrando mantener unificado al chavismo.
Como vemos los escenarios abiertos pueden ser múltiples. Lo que sí es claro es
que, el reciente triunfo de Obama (que ha sido menos intransigente con el
chavismo con respecto a los republicanos) facilita o daría apoyo a una
transición post-chavista frente a una eventual desaparición de Chávez, yéndose
a nuevas formas de dominio político, situación en la que las Fuerzas Armadas
cumplirían un papel clave debido a su alta politización que pueda garantizar un
régimen democrático burgués más “normal”.
Nada bueno pueden esperar los trabajadores
de lo que se negocia a sus espaldas
Sin entrar en una fuerte crisis económica
que pueda aflorar procesos de lucha de clases más directos, estas variantes
podrían asentarse aunque no sin contradicciones como ya hemos explicado, pero
los trabajadores y trabajadoras, y el conjunto de los sectores explotados del país
nada bueno pueden esperar de todo lo que se está dando a sus espaldas en todas
las negociaciones en curso. Lejos aún se está en vaticinar que el movimiento
obrero y los sectores explotados y oprimidos frente a las diversas situaciones
que se presenten se queden de brazos cruzados. Es por eso que la clase
trabajadora en la etapa política que se abre debe avanzar en forjar
alternativas políticamente independientes frente a las variantes que se puedan
configurar luchando por la independencia política. Las organizaciones que se
reivindican de los trabajadores y por la revolución debemos aunar esfuerzos en
la lucha por la independencia política de los trabajadores, planteando que solo
un gobierno de los trabajadores y los explotados puede abrir el camino de la
lucha por del socialismo.
12-12-2012
Notas
[1] La LTS en estas elecciones regionales a
gobernadores y asambleas legislativas estatales llama a votar nulo a nivel
nacional.
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