sábado, 20 de febrero de 2016

Opinión: El inmovilismo y los potes de humo como estrategia política


Hernán Torres

Mis queridos lectores, debo señalarles que este artículo lo escribí un poco antes del anuncio de las medidas económicas por parte del Presidente Maduro, esto me condujo a pensar que debía, o reformularlo completamente, o botarlo a la basura, porque la realidad cambiante lo había convertido en obsoleto. Sin embargo, después de escuchar las medidas económicas decidí mantener el texto original y hacer algunas observaciones al final sobre la nueva situación económica. Creo que el planteamiento central del texto original sigue teniendo vigencia en virtud de que lo anunciado tiene un aire gatopardiano, es decir, trata de vender la idea de algo nuevo cuando en realidad en el fondo todo sigue igual.

Nubarrones negros y un viento gélido recorre la geografía venezolana desde el Amazonas hasta el lago de Maracaibo, desde los Llanos hasta el litoral central, este tiempo de tormenta no es otra cosa sino la crisis económica y política que se abate sobre Venezuela, que aparentemente se encuentra inerme frente a la potencia destructora de una tormenta que pudo no existir si se hubiera hecho lo que era menester.

Este artículo trata de responder a una pregunta que me hizo un amigo - ¿Por qué no se terminan de tomar las medidas necesarias para enfrentar la crisis? Esta pregunta me puso a pensar y no se me ocurrió otra cosa más allá de que esto podría ser una estrategia política, el no hacer nada es una forma de tomar una decisión. Esto les sucede a muchas personas cuando el problema que enfrentan es demasiado grande y la única respuesta es la parálisis. Esta parálisis también se da cuando nos apegamos a unos preceptos inmersos en una postura ideológica que consideramos inamovible, en este caso, intentamos de adaptar la realidad a nuestras ideas preconcebidas, en vez de adaptarnos a la situación.

Frente a la crisis que se comienza a reconocer a regañadientes, la única respuesta del gobierno ha sido un decreto de emergencia económica que le da poderes especiales al ejecutivo pero que no señala ninguna medida concreta. Por otra parte se ha establecido la reactivación de varios sectores económicos, cosa que hasta ahora, no es más que un conjunto de buenos deseos. A esta reactivación se le ha llamado la reactivación de los motores económicos de Venezuela. Primeramente, podemos decir que la escogencia del nombre de motores para esta iniciativa me parece desafortunada, muchos recordarán los cinco motores del Presidente Chávez y toda la parafernalia alrededor de los mismos. Todo terminó con una presentación del presidente señalando un tanto risueño que se habían fundido los motores.

En este caso, podríamos decir que si estos motores económicos son la respuesta a la crisis de corto y mediano plazo pues ya están fundidos. En primer lugar, esto es algo que debió ser puesto en marcha hace 15 años atrás y no se hizo porque simplemente pasamos de un capitalismo rentista a un socialismo también rentista. Así que esta concepción arranca muy tarde y en condiciones muy desfavorables.

En segundo lugar, la reactivación de un sector económico es algo que requiere mucho tiempo, además necesita muchísima inversión para la adquisición de equipos, materias primas e insumos, una gran proporción de estos son importados, por lo tanto, se requiere una cantidad muy apreciable en dólares, por último, también se requiere de un recurso humano capacitado. Además, de todo lo anterior, se necesita un acuerdo con el sector privado para motivarlo a realizar la inversión necesaria, eso sin tomar en cuenta que sería necesario contar con una inversión extranjera masiva. En virtud de la situación de la economía nacional y el enfrentamiento que existe entre el sector privado y el gobierno, es muy difícil pensar que este último esté dispuesto a invertir un céntimo, y lo mismo sucede con los inversionistas extranjeros.

Si estamos en una situación de merma de los ingresos petroleros a niveles de un 25% de los que se obtuvieron en 2014, con una caída de las importaciones por falta de divisas y la obligación de pagar un servicio de deuda muy oneroso, y no contamos ni con la inversión extranjera ni nacional para reactivar la economía ¿alguien puede pensar que esta idea de activación de unos motores tiene en verdad alguna seriedad?

La crisis de corto plazo, es un problema agudo de falta de ingresos en moneda extranjera para mantener a flote una economía altamente dependiente del exterior. Por lo tanto, la solución a corto plazo consiste en redimensionar los gastos del Estado, crear ingresos adicionales por la vía de los tributos y el incremento del precio de la gasolina, renegociación de la deuda pública, liberación o flexibilización del control de cambio y la obtención de dinero fresco, además, es necesario una negociación con la oposición política y el sector empresarial. Una posición clara en este sentido es lo que no se visualiza por ninguna parte.

Debemos decir que todas las medidas anteriores no son fáciles de llevar adelante por un gobierno que fue vapuleado en las últimas elecciones parlamentarias y que se aproxima al momento en que puede solicitarse un revocatorio al presidente. Un incremento en el precio de la gasolina aunque sea una medida vista como lógica no dejará de tener un impacto negativo, aparte de la molestia que causará en muchos el hecho que llenar un tanque de 40 litros de un carro que hoy cuesta Bs. 4, pasará a costar Bs.120, tenemos el impacto en la inflación que sin duda tendrá la medida. Debido a la decisión de no incrementar el valor de la unidad tributaria de acuerdo a la inflación, ha resultado que personas con sueldo mínimo deban pagar impuesto sobre la renta. Por esta vía vemos que hay un empobrecimiento de la gente por el cobro de tributos lo que incrementa el descontento con el gobierno. En virtud de que los ingresos petroleros ya no son suficientes para mantener el nivel de importaciones y pagar el servicio de la deuda externa, es razonable pensar que sea ineludible una renegociación de la deuda, sin embargo, esto es algo que no depende de la voluntad del gobierno sino de los acreedores. Se ha corrido un rumor de que el gobierno habría solicitado a China un período de gracia por dos años, aparentemente la respuesta de China no habría sido positiva. En términos generales, es posible esperar una respuesta negativa de los acreedores en virtud de la perspectiva lúgubre que presenta el mercado petrolero en lo que respecta al nivel de precios. La liberación o flexibilización del control de cambio implicará una maxidevaluación y un impacto inflacionario fuerte, lo que también incomodará a la gente. La obtención de dinero fresco en las circunstancias en que se encuentra Venezuela luce algo muy difícil, debido a que los acreedores externos no esperan a corto y mediano plazo una mejoría de los ingresos petroleros.

También, existe la posibilidad que Venezuela se declare en cesación de pagos de su deuda externa. Sin embargo, esto tiene sus bemoles. Venezuela tiene activos en el extranjero que pueden ser embargados con una orden judicial de un tribunal extranjero. Se dice que el ministro de economía defenestrado habría sugerido esto, frente a lo cual, los demás ministros se habrían opuesto, justamente por el riesgo de embargo.

Frente a la crisis, vemos al Ejecutivo paralizado, inmóvil como si se estuviera esperando que ocurra un milagro que pudiera revertir la situación. El problema y sus posibles soluciones implican tomas de decisión, que tendrán un costo político adverso para el gobierno, lo que puede comprometer gravemente la gobernabilidad. El gobierno no solo se enfrenta a un problema económico muy grave, sino que además, a una situación política muy adversa con una Asamblea Nacional que busca la destitución del Presidente. El panorama se complica más aun cuando vemos que dentro del chavismo no hay ninguna visión clara y única para enfrentar la crisis. Esto parece confirmarse con la salida de un ministro de la economía que duró un mes o menos, un hombre visto como un radical es cambiado por un empresario. Aunque debemos decir que las pocas declaraciones que dio fueron bastante desafortunadas y mostraron un desconocimiento del tema económico.

Cumpliendo con lo dicho acerca de colocar unos comentarios sobre las medidas adoptadas, comentaremos que el alza del precio de la gasolina era algo esperado, lo único que sorprende es el diferencial tan grande entre la gasolina de 91 octanos y la de 95. Obviamente, esto implicará algo positivo para las arcas fiscales. La duda que podemos tener los ciudadanos que pagaremos la gasolina al nuevo precio es que los fondos que el Estado reciba por este concepto sean bien utilizados y no caigan en manos de la corrupción.

En lo que respecta a la devaluación, podemos señalar que también era una muerte anunciada. La política económica de la V república en este sentido, no difiere mucho de la utilizada en la IV, cuando arrancó un proceso de deterioro continuado de la moneda nacional. Aunque no se ha querido usar el término de devaluación, el pasar el dólar de Bs. 6,30 es una maxidevaluación de 58% de acuerdo a los parámetros internacionales, donde vemos que las monedas fluctúan en porcentajes ínfimos. Además, tenemos un cambio flotante que comienza en Bs 200 por dólar, que asumimos irá subiendo rápidamente. En virtud de que el dólar a Bs. 10 quedará para salud, medicinas, alimentación, misiones y grandes misiones, así como a las actividades destinadas a la producción, podemos inferir que el dólar viajero quedará sujeto a esta tasa flotante. Una devaluación de esta magnitud a nivel mundial puede ser considerada como una hecatombe en la economía. De hecho, si el cambio para viajes pasa de Bs. 12 a Bs. 200 podemos hablar de una devaluación de aproximadamente 16 veces. Esto más que avala la expresión hecatombe. Por último, cabe destacar que esta devaluación manteniendo un control de cambios con un valor ridículo del dólar a Bs.10, con una tasa flotante que arranca en Bs.200 que no es otra cosa que el infausto SIMADI no asegura para nada que el dólar paralelo desaparezca o baje sustancialmente. El cambio SIMADI fue un fracaso por una sola razón, nunca se suministró la cantidad necesaria de dólares para satisfacer la demanda, y si tomamos la palabra del presidente, de que en el mes de Enero entraron solo 77 millones de dólares podemos estar seguros que este dólar flotante será un pozo seco. De tal forma que podemos esperar que se siga culpando a Dólar Today de las desventuras, no de Justine, como el libro del Marqués de Sade, sino del valor del dólar.

Ahora bien, estas medidas aunque se diga que están en función de la protección del pueblo, tienen una clara intención de ajustar las cuentas fiscales, es decir, equilibrar los ingresos y gastos en términos de bolívares, algo que como ya dijimos, se viene haciendo desde la IV República. Tal como hemos visto, echando una mirada hacia atrás, estas medidas no han significado para nada la construcción de un modelo de economía sana y vigorosa, con baja inflación, crecimiento económico, bajo desempleo y estabilidad del signo monetario. Por lo tanto, nada nos induce a pensar que estas medidas puedan sacar al país de la crisis profunda en que nos encontramos. Podríamos decir que es más de lo mismo.

El gobierno señala como algo positivo el hecho de que en Venezuela ya hay una cultura tributaria, y que el venezolano ha internalizado la necesidad de pagar tributos. Sin embargo, al no ajustar el valor de la unidad tributaria se llega a la situación de que muchos que ganan sueldos muy bajos y que antes no pagaban impuesto sobre la renta, ahora si deben hacerlo. En este caso ahora tenemos la aplicación de sistema impositivo regresivo que pecha a los ricos pero también a los más pobres. Esta situación se contradice con el espíritu de justicia social que siempre proclama el socialismo.

Debemos estar claros que estas medidas no inciden en el problema fundamental de la economía venezolana que es la insuficiencia de ingresos en dólares para hacer frente a los compromisos contraídos y las importaciones necesarias para la salud, la alimentación y el mantenimiento de las actividades productivas. La verdad es que no hay ingresos petroleros suficientes ni financiación extranjera como dijo el presidente, que permita pagar el servicio de la deuda y las importaciones requeridas.

De toda la exposición de las medidas económicas queda absolutamente claro que no existe ninguna política seria para derrotar la inflación. La devaluación y el aumento de la gasolina potenciarán la inflación que el año pasado cerró en más del 180%, con una inflación en alimentos de más del 300%, a esto hay que aunarle que estas medidas no llegarán a cerrar la brecha fiscal, es decir, la diferencia entre los ingresos y egresos del gobierno. Sin duda alguna, esta situación ha sido avizorada por el gobierno, y por eso, como una medida para suavizar el trago amargo se ofreció un aumento de salario mínimo de 20%, a sabiendas que no cubre la pérdida de poder adquisitivo por la inflación pasada y mucho menos compensa la que vendrá.

Las medidas económicas adoptadas de ninguna manera son un incentivo para la inversión nacional ni extranjera, sin inversión, toda la parafernalia en torno a la activación de los motores económicos queda como un cascarón vacío o como dice el título de este artículo un pote de humo.

Por último, debemos agregar el componente político. Aquí vemos una disposición a ir a la confrontación entre el gobierno y la oposición. En este sentido el presidente respaldó al diputado Cabello en su enfrentamiento con Ramos Allup en la Asamblea Nacional. Todo el mundo sabe que lo económico y lo político siempre van enlazados, por lo tanto, es muy difícil salir de una crisis tan grave como la que se presenta en Venezuela con una situación política que luce explosiva en algunos momentos. Tanto la Asamblea Nacional como el gobierno se desconocen mutuamente como poderes del Estado y se acusan de actuar al margen de la Constitución. Una situación de este tipo que amenaza con la posibilidad de un estallido social que nunca se sabe a ciencia cierta cuándo ocurrirá y cuál será el detonante, implica que la posibilidad de arrancar un programa económico de reactivación del sector productivo no pase de los buenos deseos.

¿Qué podemos esperar en el 2016? Por supuesto, una inflación descontrolada; escasez agravada de todo tipo de bienes con colas interminables para conseguir lo que haya, debido a la falta de divisas para importar alimentos y medicinas en las cantidades requeridas; la posibilidad de un estallido social no deseado pero que siempre es posible; cero financiamiento internacional por parte de proveedores y países, lo que implica una contracción muy fuerte de las importaciones; un precio del barril de petróleo deprimido, que no permita pagar el servicio de la deuda externa ni importar los bienes necesarios; por último, un ambiente político turbulento con una Asamblea Nacional proponiendo una enmienda constitucional para acortar el período presidencial o bien llamar a un referendo revocatorio.

Sin duda alguna, vendrán tiempos mejores, pero no será en el 2016 y posiblemente tampoco en el 17, esperemos estar vivos, o no ser demasiado viejos, para cuando finalmente estos lleguen.

[Tomado de http://www.aporrea.org/actualidad/a223165.html.]