martes, 14 de enero de 2020

Guerra digital entre China y Estados Unidos: Noticias desde el frente



Fricce

En vista de que vivimos en un mundo tóxico-dependiente del teléfono móvil, cuando Google dijo que ya no proporcionaría a los teléfonos Huawei el sistema operativo Android, muchísima gente se ha preocupado por no poder subir ya a Facebook sus cosas en tiempo real. Huawei y Google inmediatamente han tranquilizado a los usuarios diciendo que la medida no afectaba a los aparatos ya vendidos, por lo que sus clientes podrían continuar desmintiendo cotidianamente on line el argumento de que la especie humana está dotada de inteligencia, Después intervino incluso Donald Trump en persona diciendo que, para intentar resolver de alguna manera el problema, se necesitaría una suspensión de tres meses antes de hacer operativa la interrupción del sistema operativo.
 
Este alto al fuego temporal no ha resuelto la guerra digital en curso entre Estados Unidos y China, que cada vez está resultando más violenta. El problema principal no son los teléfonos de Huawei (que es el segundo fabricante mundial) sino las redes de comunicación digital que Huawei está construyendo.

Más o menos cada diez años cambian las modalidades de conexión, aumentando mucho la velocidad del tráfico de datos, ahora el estándar es el 4G, que se activo en torno a 2012. Desde 2020 se utilizará el 5G: toda célula de comunicación tendrá una velocidad de alrededor de 29 Gbps, 20 veces superior.

Los Estados Unidos se quedaron atrás en la construcción de redes. En los albores de la telefonía móvil se estaba dilucidando cómo superar el sistema analógico TACS, usado por entonces. Los Estados Unidos querían desarrollar un sistema propio de comunicación digital, pero la empresa sueca Ericsson invento el GSM, que rápidamente se convirtió en el estándar mundial.

Ía necesaria para el desarrollo de las redes de comunicación. Aparte de la Ericsson (que controla poco menos que el 15 % del mercado mundial) está la finlandesa Nokia (con poco más el 15 %) que ha dejado de hacer teléfonos móviles y ha potenciado la división de “redes de comunicación” con la compra de Alcatel y Motorola. En cabeza de la clasificación está Huawei (con 30 %). Cierran la lista la otra china ZTE (con cerca del 10 %) y la única estadounidense presente en este restringido círculo: la Cisco (que cubre el 10 % del mercado). Pero la Cisco sólo fabrica rúter y switch, no hacen antenas ni sistemas de transmisión, y a la fuerza debe asociarse con cualquiera de las otras cuatro para trabajar. Todo el estándar 5G se lo reparten estas cinco transnacionales, con los demás actuando de comparsas.

El problema de los estadounidenses es que, hasta hoy, internet lo han gestionado entre ellos. La red nació en Estados Unidos en el ámbito militar y, hasta hace poco más de dos años, era un delegado del gobierno norteamericano el que concedía las direcciones IP, e independientemente de que las líneas transoceánicas por las que pasan las transmisiones estén controladas militarmente por la US Navy, los principales proveedores de contenidos en el ámbito internacional (Google, Facebook, Amazon, etc.) son norteamericanos y la mayor parte de la ingeniería de la red está proyectada en los Estados Unidos.

Casus belli y tropas de choque

Se pueden decir mil y una tonterías sobre la horizontalidad de la red, sobre la inexistencia de centros de decisiones, pero la realidad es que quien controla la red controla la comunicación global, y hasta ahora la han controlado los Estados Unidos. El hecho es que están perdiendo terreno también en este ámbito con consecuencias devastadoras para su rol de superpotencia global.

La nueva tecnología 5G no será solamente más veloz sino que será utilizada en un futuro próximo para la digitalización de la vida: el Internet of Things (IOT). Cada vez más electrodomésticos estarán conectados. Los drones funcionarán con esta tecnología, La producción aumentará cada vez más a través del “smart working” y del on line. Aumentará mucho el papel de la digitalización en la vida cotidiana.

Hay un estudio de Ericsson, a menudo citado por quienes quieren agilizar las inversiones estatales en el sector, sobre el hecho de que en un país el aumento de la velocidad de conexión determina el aumento del PIB- Ya que Ericsson produce la tecnología que comporta un beneficio tal, el estudio tiene la misma validez que la respuesta del camarero cuando se le pregunta qué tal es el vino de la casa. En realidad, este estudio se utiliza para justificar los efectos de la red %G en el aumento de la contaminación eléctrica; ya se están preparando en Italia para aumentar los límites del envenenamiento electromagnético consentido de los actuales 6 voltios a los 61 necesarios para la nueva tecnología. Haremos cosa bonitas con el móvil en el hospital.

El verdadero problema de la red G% es el control. No sólo el control social –que será todavía más invasivo respecto a hoy- sino sobre todo el espionaje industrial y militar que podrá ejercer el que controle la red. No es que hoy no espíen, al contrario;  los Estados Unidos tienen sistemas de control e interceptación desde siempre. Algunos como Echelon, toman la información de lass líneas transoceánicas, otros están basados en el software espía, como Prism, y llegan a controlar el ordenador, micrófonos y cámaras (incluso estando apagados), otros (Weeping Amgels) toman el control de la Smart TV y permiten ver y escuchar todo lo que sucede delante de ellos.

Los chinos no se quedan atrás. Cuando Amazon compró Element Technologies, descubrió en las placas base, producidas por la china Supermicro Computer, chips que servían para lograr de jejos el control total del servidos sobre el que se habían instalado sin que quien  lo utilizaba (o el software de seguridad, si se trataba de un hackeo hardware) tuviese el más mínimo conocimiento de lo que estaba sucediendo. O los chips realizados por la Shangai Adups Technology Company, que enviaban cada  72 horas a los servidores chinos los datos de las llamadas, de los mensajes y de la posición de los smartphones en los que se habían instalado.

El problema es que quien controla en la red los rúter sobre los que circulan las llamadas ni siquiera necesita las actualizaciones y en un mundo en que la información es poder, se le permite la ventaja ante la competencia, ya sean Estados o transnacionales.

Después está el problema de todos los problemas: hoy hay una carrera entre China y Estados Unidos sobre quien realizará pro,ero la inteligencia artificial, la bomba atómica del futuro, que otorgará la supremacía mundial a quien la controle. Para poder funcionar bien se necesita un software que pueda modificarse a sí mismo, de un hardware que permita yottaflops de cálculo y de tantísimos datos a elaborar para progresar en conocimiento y, por tanto, en potencia. El control de las redes garantiza incluso esto: una inmensa mole de datos a escanear, analizar y con los cuales mejorar los algoritmos propios.

Por este motivo los Estados Unidos están ejerciendo tantas presiones para evitar que sea Huawei el que construya la red 5G en el  mundo. Huawei es una de las transnacionales que invierte más en investigación y desarrollo en el mundo (por detrás solo de Apple). Sobre los 100.000 millones de dólares de facturación anual (con beneficios en torno al 20 %) Huawei invierte más de 10.000 millones al año en investigación y desarrollo, y ha creado un modelo propio de producción. Como es una sociedad anónima, Huawei no cotiza en bolsa y las acciones las poseen los empleados. El fundador y actual administrador delegado, Ren Zhengfei, sólo posee el 1,42 % de las acciones de la sociedad, y las demás acciones y participaciones están distribuidas entre los empleados chinos, que tiene individualmente porcentajes infinitesimales.

Se trata de una estructura societaria similar a la de nuestras cooperativas en las que, si bien todos los socios tiene el mismo poder decisorio, son elegidos siempre para los cargos directivos quienes tiene buenas relaciones con el poder político (para las contratas) y con los bancos (para la financiación). Que sea una falsa igualdad se comprende por el hecho de que Ren Zhengfei sea uno de los cien hombre más ricos de China, con un patrimonio personal declarado de un billón setecientos millardos de dólares. En vista de que trabaja con las contratas públicas externas, es verosímil que también tenga la posibilidad de disponer de fondos “en negro” gracias a los consabidos porcentajes y “regalitos” que acompañan, en cualquier parte del mundo, a este tipo de actividad. Corren rumores de que tiene unos cuantos milloncejos en paraísos fiscales, y parece que sson ciertos.

Huawei tiende a ser absoluta en la vida de sus empleados no solo con la autoexplotación debida a la retención de parte de su salario a través de los instrumentos societarios:  las fábicas están construidas dentro de unidades de empresa (que llaman “campus”) en las que viven los empleados con sus familias, habitan casas con alquileres más bajos que la media del mercado (en China están subiendo muchísimo los precios de las casa), se incentivan los matrimonios entre empleados, los hijos de los empleados van a escuelas y universidades ubicadas dentro de la ciudad de la empresa, tienen sus cuentas corrientes en los bancos gestionados por la sociedad y conducen sus propias vidas en función de su trabajo. Es un modelo que nació en los años de 1990 en Japón (el toyotismo) y lleva a la identificación del trabajador con su patrón, que es venerado casi de forma religiosa.

Precisando al adversario

Desde hace tiempo los Estados Unidos han identificado a Huawei como la empresa puntera de los chinos en el desarrollo de nuevas tecnologías, y como su enemigo. La guerra ha tenido una escalada en la tensión: se ha pasado de las invitaciones a los demás Estados a no admitir a Huawei en las contratas para la realización de redes 5G, a la prohibición de vender smartphones Huawei en los Estados Unidos, llegando a la detención de la hija de Ren Zhengfei, Meng Wanhrhong (ha tomado el apellidoso de la primera mujer de Ren) que, aparte de heredera del padre al cargo de vicepresidente, también era directora financiera de Huawei. La detención ha tenido lugar en Canada y está actualmente en proceso la reclamación de extradición a Estados Unidos (con Meng en libertad bajo fianza). Para extorsionar, China ha detenido varios ciudadanos canadienses acusándolos de espionaje y tráfico de drogas (uno de ellos ha sido condenado a muerte).

A mediados de 2019 hemos asistido a la posterior batalla de esta guerra con la ruptura de relaciones comerciales e3ntre Google y Huawei. A subrayar que el mismo día incluso Intel, que produce procesadores, ha declarado que no enviará más componentes a Huawei. También otras empresas menores (Qualcom, Broadcom) han anunciado el fin de las relaciones comerciales.

Es paradójico que, en el mismo momento que los Estados Unidos acusaban a Huawei de estar al servicio del gobierno chino, para combatirlo demuestran que las empresas norteamericanas están al servicio del gobierno estadounidense, pudiendo obligarse a estas a seguir prácticas comenrciales que implican pérdidas. El problema no solo es de Google por falta de venta de servicios: el sistema operativo Android puede usarse libremente, lo que no se proporcionará es la versión de Google con Google Playstore, maps y Gmail, con la consiguiente pérdida de usuarios y de espacios publicitarios. Per Intel tiene un problema mucho más grave: los procesadores para ordenador los produce también en China, donde tiene dos fábricas y experimenta las nuevas tecnologías. Para poder establecer esas fábricas han tenido que proporcionar a los chinos toda la información sobre la tecnología necesaria para producirlas (y este es uno de los puntos controvertidos en las relaciones comerciales China-Estados Unidos), y ahora podrán tranquilamente producirlas ellos solitos.

¿Hacia un Pearl Harbor digital?

Estado Unidos puede perder la batalla por este motivo. Los chinos puede tranquilamente realizar en pocos meses una versión personalizada de Android y también pueden conseguir los procesadores que necesiten (las fábricas ya están allí). Y sobre todo los chinos podrían utilizar análogas contramedidas comerciales (hoy Apple realiza el 20 % de su facturación en China) o incluso productivas: China tiene casi el monopolio de las “tierras raras”. A pesar de su nombre las “tierras raras” son un grupo de elementos químicos  relativamente comunes que se utilizan en muchísimas producciones de alta tecnología, desde los motores híblidos a los imanes, los procesadores o los superconductores. El problema (para Estados Unidos) es que China controla en este campo el 95 % de la producción mundial y, si tuviera que cerrar el grifo, los estadounidenses tendrían problemas con sus producciones de alta tecnología. Por eso será que, al día siguiente del anuncio de la decisión de Google e Intel, el presidente chino Xi Jimping no ha hecho ninguna declaración pero si una visita oficial a la fábrica de Tantou, donde se refinan las “tierras raras”. Al día siguiente, Trump anuncio que suspendía por tres meses el bloqueo de los suministros para conseguir un acuerdo.

La guerra, y la digital no es una excepción, la deciden y declaran los poderosos, pero la pelean y sufren los de abajo. El desenlace de esta guerra digital será, independientemente de quien gane, una disminución de los espacios fuera de control del Estado y el Capital. Tengámoslo en cuenta.

[Originalmente aparecido en la publicación anarquista Tierra y Libertad # 373, Madrid, octubre-noviembre 2019.]


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