miércoles, 28 de noviembre de 2018

La palabra "ANARQUÍA": Un debate que debemos asumir


Alfredo Vallota

Cualquier anarquista reacciona y se siente obligado, cada vez que la palabra anarquía se usa como sinónimo de caos y desorden, a sostener que se trata de un sistema político que, al contrario, busca en un orden pero diferente al estatal vigente. Y esto sucede desde que el gran Proudhon la instituyó como nombredel ideal que perseguía escrita an-arquía. Muchos han sido, y son, los que estiman que el maestro metió la pata porque la connotación negativa no es fácil de borrar y pareciera que tener que cargar con la lingüística es una piedra más en nuestras mochilas. A pesar, a mi personalmente me gusta, me suena bien cuando se la nombra, el sonido abierto de esas aes me simbolizan nuestras ganas de abarcar a todo y a todos y no una sino intentarlo todas la veces que sea necesario, y una más Pero, en español castellano, esas vocales fuertes tienen también un sonido dulce que, susurrado, acaricia como cuando uno, en solitario,llama por su nombre a la mujer amada, demandante y consuelo como nuestro ideal.Dulzura que no encuentro en Anarchy, por ejemplo. Pero desde el siglo XIII se usa con sinónimo de caos y desorden porque aparece frecuentemente con ese significado en las ordenanzas de Felipe el Hermoso, el rey de Francia que disolvió la orden de los Templarios a comienzos del 1300.

No podemos disculpar a Proudhon por ignorar este hecho porque así lo reconoce en su famosa ¿Qué es la propiedad? cuando dice: "El sentido ordinario atribuido a la palabra anarquía es el de ausencia de principio, de regla, de lo que proviene que se haya hecho sinónimo de desorden". Más aún, el 60 % de las veces que usa el término lo hace como sinónimo de desorden y caos y él mismo se definía como socialista revolucionario, mutualista, demócrata-socialista pero nunca como anarquista. Pero ciertamente que la usa para tratar de la anarquía de los privilegios, la anarquía capitalista o de la anarquía económica.

Bakunin, por su parte, ha utilizado 72 veces la palabra anarquía, 32 en sentido de caos, incluso barbarie, 29 para designar destrucción violenta y revolucionaria, 12 en sentido de libertad dentro del socialismo y una sola vez en el sentido de ideal social con que lo usamos en nuestros días. El gigante ruso, como gustaba llamarlo Cappelletti, prefería Socialismo y Federalismo. Por su parte, en el seno del anarquismo español, Ricardo Mella, Tárrida de Mármol y Francisco Ferrer se oponían y rechazaban el uso de anarquía, como lo registra Max Nettlau en su clásica La Anarquía a través de los tiempos e informa que Tárrida de Mármol, siguiendo a Francisco Ferrer, en 1906 propuso renunciar a la palabra anarquía que el público interpreta demasiado mal y decir socialismo libertario.

Entonces, ¿por qué se sigue usando? El artífice de la adopción fue Kropotkin que fue el que más la usó como definición de un ideal social, a pesar de ser consciente del equívoco  y, quizás, de  lo inadecuado del término. Leemos de esto en Palabras de un Revolucionario: "el nombre de nuestro partido es de muy mal gusto por lo que recomienda quitar el guión que le puso Proudhon para llamar anarquía pero mantener la denominación".

Gaston Leval, en sus consideraciones (que nos han nutrido para estas notas) señala que la palabra anarquía tiene un carácter de libertad fantasiosa, inorgánica, si se quiere irresponsable. Se apoya en que, y estoy de acuerdo en cierta medida, partir de una negación es sembrar la semilla de una posición crítica que no anuncia aportes positivos, y germen de confusiones. Una negación no es punto de partida para una teoría social, una meta a perseguir por los humanos, Sería como que, en lugar de llamarse socialistas se llamaran anti-capitalistas o en lugar de llamarse republicanos, fueran anti-monárquicos o en lugar de demócratas anti-dictadura. La negación no basta, al punto que cuando esto se escribe es la crítica que se hace a la oposición en Venezuela, que se limitan a ser anti-Maduro, los mismos que antes fueron anti-Chávez sin ulterior propuesta y van perdiendo apoyo paulatinamente por ello.

 Decir no-estado no es suficiente porque no se dice qué ponemos en su lugar y, dado se trata de un conjunto de acciones y actividades colectivasinterdependientes como son las económicas, culturales, políticas, biológicas que hay que armonizar,en otro orden que hay que pensar y proponer, ensayar y seguro que errar en muchos sentidos, hay que señalar un rumbo. No bastan declaraciones que abarcan todo y no resuelven nada, y menos si son negativas. Es el mismo defecto de Carlos Marx cuando fijó la meta de disolver el Estado y no dio pistas de lo que proponía para  después por lo que Lenin, Fidel Castro, Mao, Kim Il Sung, Ortega, Chávez, francas dictaduras totalitarias se pueden declarar herederas del marxismo, aunque sean capitalistas de otro modo, anti-dictaduras verbales o antimonárquicos de nombre.

Para sustituir la voz anarquía, la expresión en la que coincidieron Rudolf Rocker, los anarcosindicalistas, Gastón Leval, Albert Camus, Ferrer, Tárrida de Mármos y tantos otros es la de Socialismo Libertario. Por este lado del mundo gracias a Chávez, Maduro, Ortega, los Castro, los K, Lula y compañía,así como por otras referencias como el fracaso del régimen soviético, de los países atrás de la Cortina de Hierro (vaya nombre el que puso Churchill) o la Revolución Cultural china, o algunas social democracias europeas (por citar los más populares) tampoco la palabra socialismo es para que alguien se sienta seducido sino más bien para que huya a buscar otras opciones ¡Ojalá sea la anarquía! Pero me temo que vayan por otro lado,  igual de malos o peores.

En fin, la discusión de cómo nos llamamos sigue abierta pero creo conveniente intentar cerrarla, porque el nombre simboliza identidad.Pero esto señala que en este siglo XXI también está abiertala conversa para delinear lo nombrado por el nombre que, si bien no sea lo más urgente, puede que sea lo más importante.



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