jueves, 29 de noviembre de 2018

A diez años de la Masacre de La Encrucijada. Un crimen que sigue impune


Simón Rodríguez P. y Miguel Sorans

La noche del 27 de noviembre del 2008, un sicario asesinó a balazos a Richard Gallardo, Luis Hernández y Carlos Requena en un restaurant de La Encrucijada de Cagua, en Aragua.

Los tres habían estado todo el día apoyando la lucha de los 400 trabajadores de la multinacional colombiana Alpina, procesadora de lácteos. La patronal les había rebajado la bonificación de fin de año y amenazaba con cerrar la planta si no era destituida la dirección del sindicato de empresa. Ante estos atropellos, los trabajadores ocuparon las instalaciones de la fábrica. Alrededor de las 13:30, la policía regional irrumpió en el interior de la planta y arremetió brutalmente contra los trabajadores, hiriendo a cuatro de ellos. Pese a este intento de desalojo, la planta fue recuperada por los trabajadores, con apoyo de la población de Villa de Cura, convocada por Luis Hernández. Unas horas más tarde fue asesinado junto a sus dos compañeros.

Al día siguiente de la masacre grandes protestas obreras cruzaron Aragua con la paralización de tareas, asambleas generales en todas las empresas y barrios populares. Hubo 17 concentraciones en distintas ciudades del estado, con grandes retratos de los compañeros asesinados, reclamando celeridad y transparencia en la investigación y castigar ejemplarmente a los responsables del crimen.

Centenares de trabajadores y pobladores humildes se congregaron el sábado 29 para rendir homenaje y dar el último saludo a los obreros asesinados. Fueron tres entierros casi simultáneos. En Villa de Cura fue masiva la presencia para despedir a Luis Hernández. En el lugar del velorio había dos cuadras llenas de gente y se hacía cola para entrar a la sala. Luego el cortejo fúnebre se transformó en marcha hacia el cementerio municipal de Zamora. Eran los mismos pobladores y trabajadores que casi tomaron la ciudad en repudio al crimen. Las escenas de dolor y rabia contenida se repitieron en el entierro de Carlos Requena y Richard Gallardo, en Maracay. Familiares, amigos y trabajadores se congregaron para despedir a Requena en el cementerio. Un compañero dio las palabras de homenaje y despedida en medio de un caluroso aplauso.

A la hora de despedir a Richard, los trabajadores decidieron llevar a hombros el ataúd y hacer una marcha por las calles de Maracay hasta la Plaza Bolívar. El cortejo se hizo con música de Alí Primera, cantante popular de Venezuela, y su famosa canción “Los que mueren por la vida”. También se corearon consignas como ¡Richard vive!, ¡Justicia, justicia!, y ¡Unete, Unete! Frente a la casa de gobierno se hizo un acto en homenaje a Richard, Luis y Carlos. Hablaron, entre otros, dirigentes de la UNT de Aragua, Orlando Chirino, José Bodas por los petroleros de Anzoátegui; Miguel Sorans por la UIT e Izquierda Socialista de Argentina y un dirigente de Conlutas de Brasil.

Intentando restar fuerza a la huelga regional convocada para el 2 de diciembre, Chávez viajó a Maracay y dio un discurso en el que aseguró que el crimen sería investigado, se “nacionalizaría” Sanitarios Maracay y la policía de Aragua sería depurada. Ninguno de los anuncios fue honrado, pero tampoco sirvieron para restar fuerza a la huelga convocada por la UNT-Aragua, acompañada por decenas de cortes de carreteras. Ese mismo día, apenas horas después de acordar con las autoridades conformar una comisión investigadora con la participación de familiares de las víctimas y organizaciones sindicales, el ministro del Interior, Tareck El Aissami, quien en el 2017 sería nombrado vicepresidente de Maduro, aseguraba que el móvil del asesinato era el “ajuste de cuentas” y acusaba a un trabajador de Pepsi Cola que se encontraba en la fábrica al momento del crimen.

En realidad las principales sospechas recaían en el propio gobierno. El 23 de noviembre, un grupo armado ligado a Aldo Lovera, el alcalde electo de Villa de Cura, había disparado y proferido amenazas frente a la planta de la Pepsi Cola. Tomás Pérez, líder de una mafia sindical “bolivariana” de la construcción y principal sospechoso de la autoría intelectual del crimen, nunca fue investigado y apareció el 23 de mayo de 2010 en el programa de televisión Aló Presidente moderado por el propio Chávez. Menos de un mes antes de esa aparición, el 25 de abril, otro dirigente de C-cura, Jerry Díaz de la empresa Manpa, había sido asesinado por un sicario. Previo a la Masacre de La Encrucijada, la burocracia sindical chavista había asesinado a tres luchadores de la corriente clasista, Luis Delgado, Ramiro Ponce y Esdrás Vázquez, para garantizarse el control sindical de la construcción del ferrocarril Encrucijada-Puerto Cabello.

Además de los ocho dirigentes de C-cura asesinados por sicarios, otros dirigentes combativos como Argenis Vázquez de Toyota, en la ciudad oriental de Cumaná, también habían caído víctimas del sicariato “bolivariano”. Pero el 1° de agosto de 2010, el presidente aseguró en su columna de opinión Las líneas de Chávez que “en la Venezuela bolivariana no tenemos sindicalistas asesinados”. Una muestra más del compromiso oficial al más alto nivel con esa política asesina.

[Versión resumida de original publicado en http://laclase.info/content/a-diez-anos-de-la-masacre-de-la-encrucijada-un-crimen-que-sigue-impune.]


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