jueves, 26 de enero de 2017

El poder es implacable: El horrendo caso de Myanmar



Humberto Decarli

Recientemente hubo un llamamiento de varios premios Nobel de la Paz para denunciar la terrible violación de los derechos humanos en Myanmar e insistieron en exigirle a Aung San Suu Kyi que tomara cartas en el asunto porque hasta la fecha nada había hecho al respecto a pesar de haber sido una lideresa que otrora enfrentó a la logia militar gobernante de esa nación.

Birmania independiente

Después de la ocupación japonesa, el padre de la referida dirigente, Aung Sang, un general líder de la independencia del país frente a los británicos, fue asesinado por el generalato quien se adueñó de la nación desde ese momento en el año 1948. U Nu, alto cuadro castrense encabezó el gobierno derrotando a una insurgencia izquierdista pero en 1962 fue reemplazado por otro personero de los administradores de la violencia del Estado, Ne Win, quien definió a la república como socialista, se relacionó con los países socialistas y cerró al país al exterior.

La militarización se acentúa
Birmania se convirtió en un Estado militarizado y después de la muerte de Ne Win fue dirigido con mano de hierro por los uniformados. La resistencia de Aung San Suu Kyi y su partido Liga Nacional para la Democracia, de los estudiantes y de los monjes budistas, fue la tónica de enfrentamiento a los déspotas pero la presencia de transnacionales gasíferas y la ayuda de la República Popular China le dieron el soporte necesario, económico y político,  a los autócratas.

Como lo han hecho muchos regímenes totalitarios para dar una fachada de nacionalismo y establecer un neolenguaje, hubo un cambio de nombre del país y Birmania pasó a ser la Unión de Myanmar, así como el traslado de la capital tradicional, Yangoon antes Rangún, a una ciudad construida especialmente para alojar a los altos oficiales de las fuerzas armadas, denominada Naipydò. A muchas embajadas les ha costado la movilización al nuevo centro administrativo por ser distante de Rangún (a más de ochocientos kilómetros),

El mundo pudo conocer de la gravísima situación vivida en la antes Birmania e incluso Luc Besson filmó "The lady", una excelente película, donde se dio a conocer parte de la vida de la dirigente mencionada, sus vicisitudes políticas, su matrimonio con un profesor británico cuando estudió en el Reino Unido, la muerte del educador debido a una enfermedad terminal y la prohibición de la junta militar de salir del país para ir al funeral de su cónyuge so pena de impedir su regreso. Sufrió detenciones y arrestos domiciliarios frecuentemente  y además se desconoció una elección ganada por ella. Fue nombrada en 1991 Premio Nobel de la Paz motivado a su conducta de resistencia ante estos espantosos militares.

Es importante destacar la actitud de Occidente respecto a esta mujer, representante de la resistencia al militarismo en ese país. Le dio su apoyo formal aunque no ha ocurrido un bloqueo económico ni ninguna sanción internacional importante a este oprobioso régimen.

Cambio de rumbo

En los últimos cinco años los militares, por su desgaste, se han visto en la necesidad de negociar. Para ello se acercaron a Aung San Suu Kyi y la Liga Nacional para la Democracia. Producto de acuerdos la nombraron ministra de relaciones exteriores y de la Secretaria de la Presidencia porque no podía aspirar a dirigir al país por tener hijos extranjeros (británicos) debido a una ley promulgada a esos efectos. Un pupilo suyo, Kyaw es el presidente desde marzo de 2016 consecuencia de los pactos con los uniformados.

Myanmar ha sido criticada duramente por los entes internacionales defensores de los derechos humanos por el genocidio cometido contra varias minorías, en especial la etnia rohingya. Este grupo es islámico y los milicos los consideran invasores a pesar de tener un largo domicilio en esa nación. Sin embargo, la conocida dirigente no ha formulado ningún comentario al respecto y de allí el documento de los premios Nobel de la Paz instándolo a tomar posición.

La implacabilidad del poder

La conducta de esta líder birmana demuestra una vez más la fatalidad del poder. Luego del background presentado con tantas dificultades pero con un inmenso prestigio moral, cuando se adhiere a la estructura de dominación emerge una nueva postura. Ahora calla y omite cuando antes, previo a su designación como ministra, denunciaba, luchaba y movilizaba gente.

Nada nuevo bajo el sol. Tenemos infinidad de ejemplos de mutación de posiciones una vez escalado al eje de dominio. Lula Da Silva, de un honesto dirigente sindical hizo mutis hacia el centro del entramado de corrupción de varias empresas privadas y del Estado. Tsipras, luego de ganar la elección en Grecia prometiendo un rechazo a las proposiciones de los organismos multilaterales, hizo lo contrario y dio cabida a una intervención económica con el peso del sacrificio soportado por las grandes mayorías. Robert Mugabe pasó de héroe independentista de Zimbawe a un déspota sin parangón. Hugo Chávez habló de una agenda alternativa bolivariana donde era prioridad la deuda social frente a la externa y tiempo después fue el más cumplidor de obligaciones antes denostadas como inhumanas. Pacta sunt servanda. Y así existen de manera enunciativa muchos casos de movimientos copernicanos desde un antes hasta un después.

No obstante, no se trata de traiciones ni desviaciones sino del engullimiento de un dirigente por la estructura de poder. Esta no es otra cosa que una relación social donde una plataforma de entes y personas establecen un modelo de sumisión hacia la sociedad en su totalidad. Es ineluctable la orientación forzosa de todos estos casos.    

Mijaíl Bakunin afirmaba, palabras más palabras menos, que darle poder estatal al revolucionario más radical lo hacía el ser más reaccionario y despreciable. Es una verdad de Perogrullo y la afamada líder birmanesa lo ha confirmado al ser parte de un gobierno abyecto como el simbolizado por los militares genocidas de ese país asiático.



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