lunes, 12 de diciembre de 2016

La Utopía Inmediatista



Humberto Decarli

El deseo de superación del difícil mundo que vivimos se traduce en la búsqueda de una realidad mejor. Es la tendencia a la superación, al empleo de la imaginación al servicio de la transformación hacia adelante porque puede haber metamorfosis gatopardianas y las peores, las regresivas.

UTOPÌA Y DISTOPÌA CONTRASTANTES

El término utopía se concibe generalmente como un sueño a ser materializado en contraste con distopìa que resulta en pesadilla. No obstante, esa posibilidad de pensar en un mundo mejor varía de acuerdo a la perspectiva de su realización. Hay mucha literatura acerca de este concepto, siendo la más conocidas la de Tomás Moro y la de Campanella.

LA DISTOPÌA

La distopìa ha sido analizada por dos escritores extraordinarios: Aldous Huxley y George Orwell. El primero enfoca la distorsión opresiva en escenarios más sofisticados y eficaces, como el lenguaje, el pensamiento, la consciencia social, las ideas promovidas por los medios al servicio del poder, la educación como instrumento ideológico, la droga y en general, todos los artilugios destinados al conformismo, a hacer feliz al esclavo. En un Mundo feliz se narra el ángulo totalitario sutil.

El trotskista británico se concentró en el poder disciplinario, en el Gran Hermano, en la represión, los elementos coercitivos como el derecho, la policía y las fuerzas armadas. Es la coacción tajante que oprime de una manera pedestre a las personas. Lo canalizó en obras como 1984 y Rebelión en la granja. Como ejemplos de la orweliana tenemos a la extinta Unión Soviética, la República Popular China, Corea del Norte, Cuba o Vietnam, entre otros. La de Huxley se cumple en los regímenes dictatoriales postmodernos como Belarus, Venezuela, Nicaragua y Kazajstán. Su plataforma ideológica reside en dogmas de fe o la comprensión del mundo a través de ontologías y no en categorías históricas. Verdades inmutables o axiomas incuestionables para sustentar la severidad de sus ideas sin probabilidad de cambios.

LA UTOPÌA INMEDIATA

En cambio la utopía se manifiesta de otra forma. Así, si su búsqueda se expresa de manera directa estaríamos en presencia de una utopía inmediata porque sus efectos y estructuración se dan en corto plazo con las secuelas propias del eco que pudiese generar. Por ejemplo, el mayo francés fue una derrota política pero dejó la impronta de un mundo mejor en medio del tedio del capitalismo en un país de desarrollo sostenido. También el caso de la rebelión del parlamento británico terminada en la dictadura de Oliver Cromwell porque fue el antecedente de la revolución gloriosa, apertura de las bases de la democracia representativa contemporánea. La misma guerra federal venezolana a pesar de su perversión dejó algunos mensajes libertarios en el imaginario social venezolano. De la misma manera, la rebelión de los señores feudales contra el rey Juan Sin Tierras se negoció con la Carta Magna y aunque no fue cumplida si demostró la necesidad de abandonar el poder absoluto. La inmediatista es un esfuerzo para la conquista de un anhelo o espacio de libertad y si se alcanza es un sueño tangible independientemente que no vaya más allá. Pudiera concatenarse a futuros logros para incrementar la satisfacción de aspiraciones humanas y sociales.

LA TELEOLÒGICA
   
Frente a la anterior encontramos a las llamadas utopías finalistas cuyo objeto es a largo plazo o estratégico. Muchos ejemplos dibujan esta modalidad como ciertas religiones y el marxismo en el plano social. Para las primeras existe un estadio en el cual se detiene la historia para el ejercicio de un juicio universal. Para el segundo el paraíso perdido radica en el comunismo, un nivel social en el cual no hay contradicciones y todo es felicidad porque se acaban las clases sociales, cuya lucha a juicio de esa tendencia es la partera de la historia humana. El problema de esta teleología es que se renuncia o se obvian las movilizaciones para llegar a una actividad con obtenciones inmediatas en función del final. De esta manera los marxistas no se detienen en luchas contra el racismo, por la igualdad de género, sobre los animales no humanos, la ecología y otras, porque lo fundamental es la toma del poder político y no se debe distraer la acumulación de movimientos distintos a la captura totalitaria del Estado. En este orden de ideas, no vale la pena conquistar reivindicaciones económicas en el ámbito laboral porque lo primordial gravita sobre los mecanismos de dominación y no las reformas o mejoras.

Las utopías teleológicas son futuristas y toda la conducta a su alcance debe adecuarse a su obtención. Las inmediatas se centran en la llegada en el presente y aunque pudieran no ser victoriosas siempre dejarán una huella indeleble en la sociedad. El dadaísmo fue una escuela estética surgida después del desastre de la primera guerra donde se probó que el progreso de la modernidad no fue tal porque el fanatismo lo despedazó. Terminó su ciclo y dio paso a otra idea, el surrealismo fundado en la libre asociación de ideas. Los socialismos soñadores de los siglos dieciocho y diecinueve, Fourier, Owens, Saint Simon, fueron catalogados peyorativamente como socialistas utópicos porque no llegaban a ser científicos producto del positivismo reinante que arropó al marxismo (Socialismo es soviets más electricidad, decía Lenin, en su recordado concepto basado en la rigidez epistemológica). Asimismo, intentar un salto cualitativo social por intermedio de artificios autoritarios llega a los actos de ingeniería social y el milenarismo. Hablar del hombre nuevo, idea creada por Franz Fanon y publicitada por el Che Guevara, se basa en actitudes vanguardistas con la orientación de  dirigir desde arriba la dinámica de la sociedad. 

Supeditar la trayectoria al largoplacismo es un elemento inhibidor hacia espacios de libertad dada la adecuación a un fin devenido en maquiavelismo. Al final, se convierte en un dispositivo perverso negador de las aspiraciones instantáneas implícitas en saborear la perfectibilidad. Incluso, pudieran terminar en distopìa cuando la justificación de los fines se pervierte en esclerosis y miopía mentales. 

COROLARIO

En definitiva, la utopía no puede desaparecer del pensamiento humano porque sería condenarnos al determinismo y a ser unos eunucos. Quienes plantean su extinción están celebrando la esclavitud y la negación de la libertad. Sin sueños, sin romanticismo y sin imaginación no habrá norte en la actividad humana, simplemente nos regiremos por cartabones preestablecidos como en los sismos mentales ocurridos sin consumir soma o temerle al Big Brother orweliano.  Es una opción importante la defensa de este trascendente concepto para poder sostener un bosquejo de la posibilidad de un universo con capacidad de escogencia, de elegir entre varios planteamientos. Es la respuesta más contundente frente a quienes aducen haber llegado a la eliminación de las ideologías porque con la democracia representativa y la economía de libre mercado hemos alcanzado el desiderátum de la humanidad y otros, más reaccionarios, pensando en modelos totalitarios con el barniz de la izquierda.


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