miércoles, 29 de abril de 2020

Dictadura reincide en fórmulas fracasadas ante hiperinflación: control burocrático de precios y aumento salarial por decreto



Humberto Decarli

El gobierno madurista ha recurrido a la fórmula gastada empleada en diferentes oportunidades anteriores para combatir la inflación: el aumento del salario mínimo y el control de precios. Es un mecanismo fallido porque en el pasado demostró no ser eficaz para enfrentar el desmedido aumento de precios de los bienes y servicios. Y es inepto porque no ataca las raíces del fenómeno inflacionario pues obedece a una intención diáfana de mantener el estado de cosas y no a una iniciativa errónea.



La inflación
 

La inflación es un fenómeno relativamente reciente en el país porque anteriormente a 1973 el ingreso petrolero era progresivo pero racional. Éramos una nación rentista y extractivista pero en términos de normalidad. El problema vino después del abrupto aumento de diciembre de 1973 cuando se triplicó el número de petrodólares en cuestión de meses gracias al embargo petrolero árabe a occidente por su apoyo a Israel en la guerra del YomKippur. Allí comenzó la ordalía que aún vivimos coronada con dos nuevas bonanzas, la de 1978 por la guerra de Irak-Irán y la del siglo veintiuno por diferentes causas. Las erogaciones públicas se elevaron hasta llegar al déficit.

Para entender el problema debemos concebir las razones de la inflación en Venezuela. Tradicionalmente radicaba en la devaluación del Bolívar llevado a cabo por el Estado para obtener mayor liquidez por los mismos dólares cada vez que se agudizaba el déficit fiscal al disminuir el precio del crudo en una economía monoproductora y de puertos.

Posteriormente, ante la imposibilidad de conseguir dinero fresco y el estancamiento del mercado petrolero así como la incapacidad para producirlo, se apeló al financiamiento más funesto que pudiese uno imaginar. Nos referimos a la emisión de dinero inorgánico para disponer de liquidez para gastos internos, el corriente, desde noviembre del año 2017. Ha sido la peor respuesta a la hiperinflación porque la ha incrementado exponencialmente.

Recesión y estanflación

Paralelo a esta coyuntura se ha producido una recesión desde hace seis años motivado, en principio, a la disminución del ingreso petrolero por la caída de sus precios en el mercado internacional. Adicionalmente se agrega la incapacidad del país de producir el oro negro por el deterioro de PDVSA debido a la falta de mantenimiento de las instalaciones y equipos y la ausencia de nuevas inversiones en el área. Acompañada a la hiperinflación se produce el peor momento de la economía, la estanflación, una combinación letal para aprisionar más a una nación.

Pasa el tiempo y no se atisba ningún cambio. Nos dirigimos hacia un agujero negro manteniendo la desastrosa trayectoria sin variaciones que adicionada a una disciplina social fundada en la represión y una oposición desacertada presenta un rostro de relativa estabilidad de gobernanza. La resultante es una población con hambre, sin medicinas, seguridad social e incertidumbre pero consciente de su incapacidad de cambiar a la estructura gobernante. Una de sus opciones fue la emigración ahora en reverso por la recesión global existente debido a la pandemia del Covit-19.

Fines gubernamentales

Definitivamente no hay la intención de abatir la hiperinflación ni recuperar el aparato productivo porque los hechos hablan. Los asesores económicos del régimen no se equivocan, simplemente están aplicando las políticas económicas más convenientes para sortear de manera puntual la crisis descomunal que nos embarga. No existe simetría entre el hambre y la pobreza con la protesta. El pueblo venezolano es una demostración tajante de sumisión por miedo a la represión. Esas condiciones objetivas de que hablaba el marxismo no tienen poder per se.

Correr la arruga parece ser el telos de la orientación madurista.Buscando tiempo para alcanzar oxígeno en dirección a la permanencia. Lograr tranquilidad a cualquier precio para reproducir el esquema totalitario de Cuba, Corea del Norte o Myanmar, ejemplos con visos de perpetuidad aparente. La orientación de todas estas presuntas decisiones erróneas se centra en un objetivo nítido como es el establecimiento de otro esquema acompañante de Cuba y Nicaragua en el hemisferio.

Pulverización de los beneficios sociales

Todas las conquistas logradas en el marco del reformismo sindical se derrumbaron por las políticas ejercidas por los chavistas.Los logros de la lucha del capital y del trabajo se esfumaron por arte de unas decisiones lesivas a los intereses de los trabajadores. La reconversión monetaria de agosto de 2018 fue la estocada para golpear al salario, las prestaciones sociales y sus intereses, las pensiones y las jubilaciones amén de las cajas de ahorro. A partir de este aciago acontecimiento los trabajadores han sufrido un suplicio tantálico porque sus ingresos devinieron en hambre y pobreza.


Las sentencias de los tribunales laborales, cuando las demandadas son empresas del Estado, favorecen al sector público. Así lo demuestranlos fallos de la materia al respecto y se explica porque la mayoría de los jueces son transitorios o provisionales, pudiendo ser destituidos con un simple oficio sin defensa alguna al inexistir la estabilidad por no ser titulares.

Las convenciones colectivas de las empresas de Guayana, educación, Cantv, Corpoelec, Corporación Socialista de Cemento y demás entes del Estado, se han aplanado al salario mínimo y reducido los pocos beneficios anteriormente conseguidos mediante la discusión y la lucha. Es una verdadera regresión en esta materia, otrora fuente de mejoras en el nivel de vida de los obreros.

No había acontecido nunca en el país un perjuicio tan grave hacia el factor trabajo como el del presente. Cada vez que el gobierno habla de aumento del salario mínimo se produce una reducción de la remuneración real porque la hiperinflación se traga cualquier incremento y por supuesto, el miserablesueldo presente significado en menos de cinco dólares mensuales.

Prognosis

Estamos en el contexto de unas cavernas donde no se aprecia luz ni siquiera a su final. Los trabajadores están condenados a sufrir los efectos de la grave crisis económico-social por la cual atravesamos. Los ingresos como contraprestación al servicio prestado no alcanzan para nada. Tampoco hay compensaciones significativas para paliar la coyuntura. Para colmo el movimiento sindical está extremadamente débil por la crisis de la representación y la demolición hecha por Chávez sobre las centrales.

Con algún sentido común se sabe cómo superar la hiperinflación y la recesión. Darle un giro de ciento ochenta grados a la conducción del país estatuyendo condiciones para estimular la producción y cesar el reino de las importaciones; proteger la moneda mediante su revalorización para frenar la compra de bienes y servicios en el exterior; dejar de emitir dinero inorgánico para impedir el alza desmedida de los precios por obra de la expansión de la liquidez; invertir en educación no clientelar, en salud pública y en las industrias del futuro; en fin, rectificar la senda escogida para rescatar al país y seguir adelante.


La necesidad de retener el poder a cualquier costo es el motivo por el cual el madurismo no puede hacer algunos cambios en sus políticas, sobre todo las económicas y las sociales. Requieren hacer trucos de magia como es el caso de la reiteración de la fórmula salario mínimo-control de precios pretendiendo solventar la situación para capear el temporal. Simplemente eso porque de lo contrario terminaría el saqueo y la corrupción.



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