martes, 15 de enero de 2019

Un rostro del siglo XXI para el tramposo circo capitalista de siempre



Lorcon

Eleon Musk, magnate de Silicon Valley, es una figura de empresario que ha alcanzado rasgos casi mitológicos: hecho a sí mismo, innovador genial, visionario y gran comunicador.

Personaje capaz de una extenuante autopromoción, ha seducido a amplios sectores de la “nerd culture” y a los mismos medios de comunicación: promete crear sistemas de transporte ultraveloces, el Loop Hole, relanzar la carrera espacial con Space X y los proyectos de colonización de Marte –escogiendo como nombre de su empresa el del gran inventor científico del siglo pasado– y ha creado uno de los sistemas de pago online más empleados del mundo, el PayPal.

En realidad, Musk es fundamentalmente un desalmado ladrón del siglo XXI, seguramente genial, incluso con las limitaciones de las que hablaremos más adelante, en el seno de las implícitas premisas propias del modo de producción capitalista.

La fábrica de automóviles Tesla va adelante gracias a enormes inyecciones de dinero público. Tiene grandísimos retrasos en las entregas, vive gracias a la publicidad y, no obstante, cuando Musk y sus pretorianos se obstinan en repetir, no será capaz de minimizar en absoluto la crisis medioambiental generada por el capitalismo, visto el coste medioambiental de las baterías de litio y la insostenibilidad implícita en los medios de transporte individual difundidos a nivel masivo.

Proyectos de transporte público como el Loop Hole, túnel de vacío para permitir viajar a trenes de velocidad elevada, no podrían resolver el problema de la congestión debido a la necesidad de trasladarse en áreas urbanas con altísima densidad de población: los sistemas locales de transporte requieren muchas paradas, cosa incompatible con la elevada velocidad –siempre que no se tenga deseo de divertirse y se acabe descoyuntando los huesos de los viajeros con los repetidos parones y arranques– y el traslado es una consecuencia directa de la organización irracional y no planificada del desarrollo urbano.

Pero pasemos a otro tema: Musk, en los últimos meses, ha dado de qué hablar por su comportamiento cada vez más peculiar. Por ejemplo, fijar arbitrariamente el precio de las acciones de Tesla en 420 dólares, en homenaje al consumo de cannabis (420 es utilizado como sinónimo de marihuana por ciertas culturas de internet), acto que ha causado un medio terremoto en bolsa, ha espantado a los inversores y ha motivado la intervención de la agencia de vigilancia federal sobre las finanzas. De alguna manera tiene que defenderse la clase dominante en su conjunto de comportamientos peculiares por parte de algunos de sus miembros.

¡Ah! Obviamente, el “libertariano” Musk –que políticamente se declara como tal aunque financie tanto a los demócratas como a los republicanos sin desdeñar tener durante más de un año un cargo en la administración Trump– es absolutamente favorable al consumo de sustancias psicotrópicas para sí mismo, incluso en las entrevistas en directo; pero en las fábricas Tesla, se emplean los test antidroga selectivos contra los trabajadores sindicados. También es un discreto campeón de prácticas antisindicales en sus empresas.

Pero seguramente la apoteosis de la irracionalidad de este empresario se puede apreciar mejor en el lanzamiento al espacio, con fines puramente publicitarios, de un coche eléctrico Tesla gracias a un vector Space X. Ahora, y dado que los vectores Space X son efectivamente una joya de la técnica, siendo reutilizables y no de un solo uso como los vectores tradicionales –y esto gracias a los ingenieros y a los técnicos que lo realizan, no gracias a Musk– quemar toneladas de propulsor para cohetes con el fin de poner en órbita un automóvil y hacer un spot publicitario no es precisamente una práctica medioambiental sostenible. Por otra parte, nosotros, viejos búhos, decimos desde hace tiempo que el capitalismo verde no es otra cosa que una payasada elaborada.

Esta breve disertación sobre este moderno ladrón desalmado ¿para decir qué? Pues simplemente para recordar que el capitalismo, por estar dotado de un cierto grado de coherencia interna, es un modo de producción de todo menos racional, que nunca podrá resolver las contradicciones que ha generado, y que de la crisis medioambiental no se saldrá gracias a los hallazgos de ningún “genio” de la empresa.

Ningún Musk nos salvará; tendremos que salvarnos solos.

[Publicado originalmente en el periódico Tierra y Libertad # 365-366, Madrid, diciembre 2018-enero 2019. Número completo accesible en https://www.nodo50.org/tierraylibertad.


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