domingo, 8 de junio de 2014

Movimiento socio-ambiental, neo-extractivismo y “Socialismo del Siglo XXI”


María Pilar García-Guadilla

[Nota de El Libertario: 2° artículo, publicado en nuestro # 73 de junio-julio 2014, resumiendo en formato periodístico algunas de las ideas desarrolladas ampliamente por la autora en “Neo-extractivismo, Neo-rentismo y Movimientos Sociales en la Venezuela del Siglo XXI: conflictos, protestas y resistencia”, trabajo presentado en el XXXI International Congress of the Latin American Studies Association (LASA). Washington D.C (29/5 al 1/6/13). Ver 1er. Artículo en http://periodicoellibertario.blogspot.com /2014/03/movimiento-ambientalista-venezolano-y.html.]

Si bien los planes de desarrollo nacional 2001-2013 incorporaron objetivos socio-ambientales, del análisis de contenido de éstos se desprende que sus directrices fueron el crecimiento económico potenciando la explotación petrolera e intentando convertir a Venezuela en una potencia energética mundial bajo la premisa de una minería ecológica. La imposibilidad de un “extractivismo verde” ha dificultado la concreción de estos planes de desarrollo en proyectos y políticas concretas de desarrollo sustentable. Por otro lado, el movimiento socio-ambiental no sólo ha cuestionado la “sustentabilidad” de los planes de desarrollo que propone el Socialismo del Siglo XXI en Venezuela sino también su capacidad para constituirse en una alternativa válida al Capitalismo en la medida que no incorpora nuevos conceptos y paradigmas sobre la naturaleza y el “buen vivir” y que la brecha existente entre los discursos y las praxis desarrolladas por el gobierno pone de manifiesto que existe una contradicción entre ambos. Si bien en el discurso gubernamental y en los planes nacionales de desarrollo se hace alusión a la “sostenibilidad ambiental”, con frecuencia las políticas y proyectos de desarrollo económico se instrumentan de acuerdo con una visión desarrollista que no incorpora ni la visión ambiental presente en la Constitución de 1999 ni los impactos negativos del modelo extractivo.

Además, si bien las políticas sociales del gobierno se diferencian del Neoliberalismo porque afirman centrarse en la población más vulnerable y desprotegida y tienen como objetivo la equidad y una distribución social más equitativa, su marco de la referencia continúa siendo el “rentismo neo-extractivista” pues el petróleo y los hidrocarburos en general se consideran como indispensables para garantizar y financiar tales objetivos sociales dejando en segundo plano el criterio de la sustentabilidad ambiental de las políticas económicas. Es así que el Socialismo del Siglo XXI en Venezuela comparte con el Socialismo real del Siglo XX y con el Capitalismo la noción del crecimiento y progreso así como también el desarrollo sin fin de las fuerzas productivas ya que se subordina la naturaleza, o la dimensión ambiental, al desarrollo económico.


En el discurso oficial, los hidrocarburos en Venezuela se consideran como una herramienta revolucionaria y transformadora que debe propender hacia múltiples objetivos: concretar el Socialismo del Siglo XXI; contribuir al desarrollo nacional endógeno y sostenible; reforzar el nacionalismo, la integración y la hegemonía regional; obtener la independencia del imperialismo, el bienestar y empoderamiento de la gente pobre; favorecer la inclusión social y equitativa. Tales objetivos deberían legitimarse y concretarse mediante el ejercicio de la democracia participativa lo cual no ha ocurrido debido a que los planes, políticas y proyectos de desarrollo fueran diseñados desde arriba hacia abajo y no reflejan la visión colectiva de las comunidades sobre la “buena vida”. Es por esta razón que tales planes y políticas en ocasiones transgreden los derechos ambientales, indígenas, sociales y humanos básicos e impiden que los objetivos discursivos sobre el desarrollo sustentable se logren.

Incómodas interrogantes

El dilema para los gobiernos de izquierda suramericanos y sobre todo para Venezuela es ¿cómo eliminar la alta dependencia que se tiene de la producción y exportación de combustibles fósiles de manera de lograr el desarrollo sostenible?, ¿cómo obtener suficiente ingreso para mantener las políticas sociales redistributivas que han sido tan exitosas para lograr la legitimidad social y política sin acentuar el modelo productivo extractivista? y ¿cómo continuar subvencionando el precio del petróleo al Caribe y a otros países latinoamericanos para legitimar las pretensiones de hegemonía en la región sin aumentar la explotación de los combustibles fósiles y sin sacrificar el ambiente y los derechos a la identidad cultural de las comunidades indígenas? ¿Se puede hablar de justicia, de equidad social y de solidaridad cuando el modelo de desarrollo no considera los derechos de las minorías que son generalmente las poblaciones más vulnerables y no estimula prácticas ambientales y relaciones más equitativas con las comunidades y generaciones del futuro?, ¿cuándo no se reconocen los impactos negativos de los mega-proyectos cuyos costos sociales, ambientales y culturales se ocultan en aras de la supuesta nueva visión sobre la integración latinoamericana alrededor del ALBA, UNASUR u otras instituciones regionales?, ¿es posible construir un nuevo socialismo que supere los errores del pasado, incorpore alternativas al desarrollo que sean sostenibles desde el punto de vista ambiental y social, estimule la democracia participativa e incluya a todos los actores?. Una pregunta final que queda abierta es cómo “superar” el “desarrollo y el neo-extractivismo” según han sugerido algunos estudiosos y orientarse hacia una alternativa al desarrollo, post-desarrollo o proyectos “decoloniales”.

Frente a estas interrogantes, el Ecosocialismo del Siglo XXI no ha logrado superar el nivel discursivo de modo de dar respuesta efectiva a las contradicciones y a los conflictos ambientales existentes e incorporar una visión bio-céntrica de la naturaleza. A pesar que el Socialismo del Siglo XXI pretende ser una alternativa al Capitalismo y existen marcos constitucionales que legitiman los derechos ambientales e indígenas, e incluso planes de desarrollo nacional que incorporan una diversidad de artículos a favor de la sustentabilidad, los requisitos ambientales se siguen percibiendo como los obstáculos al desarrollo económico y como un freno para la reproducción del aparato del Estado y la ayuda económica al más necesitado. Por todas estas razones, la lógica productivista, instrumental y desarrollista del modelo de desarrollo extractivista ha fracasado en hacer frente a las contradicciones y conflictos sociopolíticos.

Las respuestas a estas preguntas deben construirse colectivamente en los distintos niveles nacionales, regionales y locales mediante los mecanismos de la democracia participativa como por ejemplo, los referéndums, donde se la población pueda participar en igualdad de condiciones. Como parte de este proceso, en el año 2007 el Foro Venezolano sobre Eco-Socialismo advirtió sobre la necesidad de evaluar críticamente las experiencias del Socialismo del Siglo XX con el fin de recuperar la credibilidad del Socialismo como proyecto alternativo al Capitalismo; también recomendó que tal evaluación requería ser repensada desde un nuevo paradigma pues la racionalidad o lógica de desarrollo implícita en el modelo productivo que sustenta el Socialismo del Siglo XXI, no parece haber cambiado.

Autonomía social: el vacío a llenar

Las movilizaciones contra el neoliberalismo y el imperialismo en Venezuela no han desempeñado el papel crítico y transformador que la literatura le asigna a los movimientos sociales. Mientras que Hugo Chávez ganó la primera elección en 1998 con los votos de una base ideológica y social diversa que incluyó mayormente los grupos de izquierda y sobretodo los sectores populares, algunos de los grupos de izquierda incluyendo muchos de los intelectuales, se distanciaron del proceso. El hecho de que desde la Presidencia de la República se haya intentado organizar según sus disposiciones a la “gente o el soberano” podría comprometer la autonomía de movimientos sociales, incluyendo el ambiental, ya que la lógica de movilización anti-imperialista y anti-neoliberal presupone la existencia de un movimiento social autónomo que además vaya más allá de los niveles locales y micro-local. Si bien es cierto que existen organizaciones sociales promovidas por el gobierno que pudieran responder a la lógica del movimiento social tal como el Movimiento Ezequiel Zamora, la Asociación Nacional de Medios Comunitarios, Libres y Alternativos (ANMCLA) y los comités de tierra urbanos entre otras, la mayor parte de los Consejos Comunales y demás bastiones organizacionales creados para promover la democracia participativa y protagónica se han ligado a las misiones sociales y difícilmente responden a la noción de la autonomía requerida por los movimientos sociales.

Por otro lado, en la actualidad no existe en Venezuela un movimiento social con suficiente poder para hacer las transformaciones del modelo de racionalidad. Sin embargo, es plausible que dado la heterogeneidad ideológica de los partidarios del gobierno, quienes carecen de un proyecto compartido sobre el desarrollo sustentable, se puedan desplegar entre ellos estrategias a favor de la sustentabilidad ambiental que implicarían ir en contra la racionalidad implícita en el modelo de desarrollo económico existente. En este sentido, el modelo bolivariano puede generar resistencia y movilización de parte de los movimientos sociales contra el neoliberalismo y la globalización sobre la base de que se trata de un modelo ambientalmente depredador que ocasiona impactos negativos socio-ambientales elevados. Ello se ve favorecido por el hecho que muchos de los miembros del movimiento socio-ambiental, independientemente de si apoyan o no políticamente al gobierno, son anti-neoliberales por definición lo que facilitaría el cuestionamiento a la lógica que subyace al Modelo de Civilización y la exigencia de transformar su lógica y racionalidad. La verdadera revolución no es solo en lo económico y social sino también en lo cultural, lo ambiental y de género, implicando un cambio en el modelo de la civilización.


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