jueves, 6 de diciembre de 2018

_La Conquista del Pan_ y la alimentación: Un clásico del S. XIX con mucho por decir en el S. XXI



Nelson Méndez

«Nosotros, “los utopistas”, deberemos ocuparnos del pan cotidiano. Tenemos la audacia de afirmar que cada uno debe y puede comer tanto como necesita.»
                                       Piotr Kropotkin, La Conquista del Pan

Haciendo alusión al título de dos de los libros más importantes entre la obra escrita que en el siglo XIX contribuyó a cimentar el anarquismo moderno, el interés libertario en lo gastronómico es inherente a su condición de “Filosofía de la Miseria” cuyo objetivo primordial es orientar la lucha por “La Conquista del Pan” para los oprimidos. Y es precisamente la obra así llamada donde –a nuestro entender- mejor y con más profundidad se expone lo que el anarquismo decimonónico tenía que decir acerca del hecho gastronómico integral.

La Conquista del Pan[1], del ruso Piotr Kropotkin, surgió de una compilación de artículos periodísticos que dieron origen al libro publicado en Francia en 1892, el cual ha conocido hasta nuestros días múltiples ediciones en distintos idiomas, siendo una de las obras que afianza la posición de su autor como voz fundamental, entre otras, del ideal ácrata, sitial que se ha consolidado al pasar de los años pues las reflexiones y propuestas del “Príncipe Anarquista” tanto en el tópico que nos interesa acá como en otros conservan plena actualidad y son estimulantes para su consideración y debate. Nos detendremos en este libro, en tanto establece elementos básicos y aún vigentes para comprender la relación entre gastronomía y anarquismo. Esto es patente en el capítulo 5 de la obra, que justamente se titula “La alimentación”, pero también en los capítulos 14 – “Consumo y producción”- y 17 –“La agricultura” donde examina otros ángulos del tema que nos interesa.

Lo esencial de la propuesta de Kropotkin, y que desde la publicación de la obra en adelante será asumido por la mayor parte del anarquismo, se condensa en los siguientes párrafos:

«Nosotros somos los utopistas, ya se sabe. En efecto, somos tan utopistas, que llevamos nuestra utopía hasta creer que la revolución deberá y podrá garantizar a todos el alojamiento, el vestido y el pan, lo que disgusta enormemente a los burgueses rojos o azules, porque saben  perfectamente que un pueblo que comiera satisfactoriamente sería muy difícil de dominar.

Pues bien, nosotros persistimos en ese propósito: es preciso asegurar el pan al pueblo sublevado, es menester que la cuestión del pan prive sobre todas las demás. Si se resuelve en interés del pueblo, la revolución estará bien encaminada; porque para resolver la cuestión de los alimentos hay que aceptar un principio de igualdad que se impondrá por encima de cualquier otra solución.»[2]

Pero no se queda sólo en esto que podría tal vez ser interpretado como una expresión genérica de buenos deseos para un futuro indeterminado. En radical oposición a quienes ven la revolución social como una suerte de sufrida travesía que necesariamente implicará someter al pueblo a las penurias de la escasez, las cocinas centralizadas y menú determinado por burócratas que no lo comen, Kropotkin propugna lo que llama un comunismo de la variedad o comunismo libertario, donde los víveres se repartan de acuerdo a la necesidad de las personas e, incluso, reconociendo las diferencias que la predilección y la sazón propias introducen a la hora del consumo de los alimentos. Precisamente en las páginas del capítulo 5 de la obra comentada[3], expresa una posición sobre este asunto que en aquel entonces, y aún hoy, es el mejor desmentido a quienes pretenden convencernos que la vía para construir la felicidad socialista pasa por el miserable rancho cuartelero, el sufrido ascetismo de monjes en ayuno o la libreta de racionamiento (así sea en formato digitalizado, como ese “Carnet de la Patria” que el autoritarismo rojo le ha impuesto al pueblo venezolano).

Contrario a lo que conjetura el desdeñoso e ignorante rechazo a un ideario etiquetado de utópico en el peyorativo sentido de irreal que algunos dan a este término, lo que propone Kropotkin en La Conquista del Pan está signado por una evidente preocupación por los aspectos prácticos que, por ejemplo, se muestra al tratar el tema de cómo serían las relaciones entre el campo abastecedor de alimentos y la ciudad que los consume, lo que emprende en los apartados V y VI del citado capítulo 5[4] y en donde plantea la necesidad de establecer términos para un intercambio justo en el cual la ciudad a su vez provea al campo de los artículos manufacturados y servicios que está en capacidad de suministrarle. También hay una gran confianza tanto en lo que se puede lograr como producto de la iniciativa y capacidad creadora de las colectividades, liberadas del yugo de opresión, explotación e ignorancia al que las someten el Estado y el Capital, como de los resultados de unir esta potencialidad constructiva con el desarrollo científico-tecnológico, en cuyo aporte positivo tiene el anarquista ruso una enorme confianza.

Precisamente uno de los puntos prácticos a los que Kropotkin ve en los términos más halagüeños para un porvenir anarquista, donde encontramos la expresión de esa gran fe  tanto en la ciencia y la técnica como en los poderes creadores del pueblo, es en el eventual desarrollo de la agricultura urbana, que discute en un lenguaje de resonancia muy actual[5]. Finalmente, también se expresa sentido práctico cuando aborda lo referido a alimentos que vienen del exterior, cuyos suministros cesarían casi por completo durante una revolución y en un período posterior, así que se impone contar mucho menos con ellos, por lo que en caso de su necesidad, las colectividades revolucionarias deben desarrollar o retomar soluciones alternativas que quizás el habitual acceso a lo importado hicieron descartar en otros tiempos[6].

      * * *
Concluimos estas consideraciones apuntando que La Conquista del Pan de Kropotkin es un hito de partida esencial para comprender la evolución histórica de la relación anarquismo-gastronomía_, más no debe verse como una suerte de “libro sagrado” que impuso pautas inamovibles para abordar las cuestiones gastronómicas desde el anarquismo, donde solo vale dilucidar y comentar sin poner en tela de juicio los principios canónicos. Fue y sigue siendo, a casi 140 años de su publicación original, un texto sugerente e indispensable en torno a un tema para el cual la teoría y la práctica requieren continua reelaboración, como la propuesta posteriormente por otros autores libertarios, en lo que sigue siendo un tópico activo de reflexión y creación.

Notas


[1] Consultamos acá la edición en castellano de Edit. Anarres, Buenos Aires, que en Internet es accesible en http://www.fondation-besnard.org/IMG/pdf/Kropotkin_La_Conquista_del_pan_PDF.pdf.

[2] Kropotkin, Op. Cit., pp. 65-66.

[3] Ver en específico ibid., pp. 72-76.

[4] Id., pp. 76-81.

[5] Id., pp. 81-84.

[6] Id., pp. 81-82.


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