domingo, 11 de noviembre de 2018

Contra las violencia machistas: Nunca más silenciadas



Periódico Rojo y Negro (Madrid)

Nuestro reto como sociedad avanzada es no escuchar más el silencio cuando la violencia machista nos arrebata otra compañera a través de un feminicidio. La violencia transversaliza nuestras vidas. Nos empobrece y cosifica, sometiendo nuestros cuerpos a deseos ajenos. Nos hipersexualiza, agrede, viola, prostituye y despoja de derechos para que la maternidad y la sexualidad sean una obligación con yugo.

Las violencias patriarcales alienan mentes, coaccionan, prohíben, silencian, asfixian económicamente para que la necesidad sea un factor más de sumisión. La violencia machista utiliza como arma a nuestras hijas e hijos, a la opinión que los demás tienen sobre nuestra moral y comportamientos. La violencia nos veja, vilipendia, lacra, humilla y vulnera.
 
La violencia habita en la jefatura de Estado, en la judicatura, en los cuerpos represivos del Estado, convirtiendo a los supuestos protectores de nuestras garantías en verdugos. La autoridad presumiblemente cuidadora se vuelve perversa y solo lo es para ejercer opresión hacía las personas más débiles. ¿A qué tienen miedo las fuerzas represoras? ¿A que el feminismo traiga la equidad? No se cumple deliberadamente el Convenio de Estambul y se pisotean los derechos humanos del 50% de la población para satisfacer la necesidad de privilegios del otro 50%.

La violencia estructural es ejercida por nuestros padres y compañeros con beneplácito social, como un juego macabro de poder y privilegios que aún muchos niegan y pocos repudian. El patriarcado tiene aliadas que por tal de ser consideradas cercanas a las elites del poder masculino, perpetúan las violencias contra sus compañeras por acción u omisión.

Las violencias nunca suman, siempre multiplican. Son estratificadas, estableciendo clases, tipos, razas, géneros. Y son ejercidas desde el plano sexual, afectivo psicológico, económico, familiar, obstétrico, médico, judicial, gubernamental, reproductivo, laboral, político, emocional, cultural.

Es necesario y urgente un cambio de sensibilidad social que nos haga reconocernos no solo como oprimidas, sino que nos haga empatizar con las otras y sus transversalidades. Entendiendo que la injusticia, la falta de igualdad, la pobreza y la violencia transversalizada en otras de manera ineludible nos pertenecen y nos empequeñecen en un plano social y humano que nos corresponde asumir y atajar a todos y a todas.

“La no violencia es un propósito más personal que el de la paz: una sola persona no puede declarar la guerra, ni la paz. Lo que sí puedes hacer en tu vida es optar por evitar la violencia en tu día a día” (Gandhi).

[Editorial del periódico Rojo y Negro # 328, Madrid, noviembre 2018. Número completo accesible en http://www.rojoynegro.info/sites/default/files/rojoynegro%20328%20noviembre.pdf.]


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