martes, 27 de diciembre de 2016

Censura y autocensura como política informativa impuesta: El ejemplo de de los saqueos en Ciudad Bolívar



Otto Jansen (Correo del Caroní)

En mi barriada en Maipure I, de la parroquia Marhuanta, en Ciudad Bolívar, todo el acontecer desde el sábado 17 en la tarde, fue movilización y expectativa de los vecinos. El rumor que llegó desde las 7:00 de la mañana era realidad comprobada: saqueos en el sector La Sabanita, que amenazaban extenderse. Desde el viernes al mediodía, mucho nerviosismo, y que tenía de epicentro la avenida Paseo Orinoco.

“Tranquilidad: no hay que hacerles caso a los rumores”, comentó un residente que habría dicho el gobernador Rangel Gómez, pero ya a esa hora del 17 de diciembre, cuando nadie recordó al Libertador y empezaron a llegar las noticias de los conatos de saqueos a la tienda Makro, cercana a nuestra comunidad. La información era de fuente directa de la propia población, protagonista de la noticia, sobre lo que acontecía con la furia de la indignación que produjo el depósito de los billetes de 100 bolívares. El rumor en la exhortación del mandatario regional era un susurro bajito, sin aprehensión con lo que los ojos de los bolivarenses estaban contemplando y los conocidos avances informativos en los medios de comunicación siempre con buen número de notas de prensa de la Gobernación, nunca llegaron a estar en las ondas hertzianas y por lo menos el día de la fecha de conmemoración de la muerte de Simón Bolívar, tampoco en la generalidad de los impresos.

Crisis desbordada decapita publicidad de Guayana Potencia

Como parece se ha vuelto costumbre en Venezuela y en Guayana, en estos 18 años, en este tipo de circunstancias, fueron las redes sociales y el intercambio directo de la población, en este caso la de Ciudad Bolívar, los que proporcionaron elementos sobre los graves acontecimientos que se sucedían. “Saqueos en la empresa Plumrose, vandalismo en el Mercado Periférico. Cierre de estaciones de servicio que esperaban para surtir a las colas inmensas que presentaba la ciudad. Cierre del sector La Campiña. Amenazas a residentes de San Rafael” fueron algunas noticias que cumplieron su ciclo desde la sola mención a convertirse en hecho probado.

Con movilización vecinal en Marhuanta, las fuentes de información fueron quienes estaban en el otrora gran almacén comercial, el sobrevuelo de los helicópteros militares por el sector y hasta de algunos de los saqueadores que regresaban con el botín para su casa ante la vista general de jóvenes, hombres, mujeres y niños en la esquina del barrio. Durante el vandalismo, el silencio oficial era una cadena tangible y la noticia era un sinfín de música alegre en las emisoras. Incluso las medidas decretadas por el alcalde Sergio Hernández en cuanto a la restricción de circulación en las calles no tuvo repercusión, más allá de  comentarios aislados que no otorgaban certificación, sobre lo que había ordenado el burgomaestre. Por supuesto, nadie escuchaba las cuñas repetidas,  una y otra vez, sobre “Que si usted, no podrá estar de acuerdo con el gobernador, pero escuche...” o el jingle navideño de la revolución bolivariana invitando a soñar patria.

Cuando el rumor es violencia

Ciudad Bolívar enfrentó desde su condición de sociedad, de población afín a la tertulia de cualquier tipo, lo verdadero y falso en medio de las angustias ante el desamparo y la falta de la palabra oportuna. Todavía el domingo volaban los helicópteros y los rumores eran profusos sobre las amenazas a los hogares con represalias del hampa.

Luego del mediodía, cuando las emisoras afectas al gobierno reaparecieron con el conocido formato informativo del sistema de medios públicos, la rueda de prensa del gobernador no tuvo impacto por el descrédito del mandatario y por la falta de un mensaje firme; ese que no fuera la justificación a la que apela la revolución permanentemente, culpando a todos y sin  reconocimiento de urgencias y gravedades colectivas. “Es difícil comer llaves de tubo”, manifestó en la alocución el general, explicando el número de ferreterías intervenidas por el vandalismo en contraposición a aquella frase que aconsejaba comer piedras fritas, del mismo vocero hace un año exactamente. El rumor se instituyó con un clima de suspenso y de terror que fue enfrentado con el despliegue y la organización vecinales, caso de los sectores Los Próceres, Caprenco, Vista Hermosa, La Paragua, El Perú, Los Coquitos, La Sabanita, campos de tiroteos. ¿Fue cierta la presencia de saqueadores y de pillos en casas y en residencias? No hubo información que lo desmintiera y la voz gubernamental (en los números telefónicos de la Sala Situacional en la tarde dominguera) para ofrecer garantías no fueron del total dominio público.

Ahora los medios bolivarenses, específicamente las emisoras, tan de la fidelidad de esta audiencia capitalina, sencillamente no figuraron. Esto tiene explicación: es innegable que el peso de la crisis económica que igual amarra a los propietarios de los medios, a sus productores y  comunicadores, además de la férrea normativa vigente hoy que protege intereses del Gobierno y no de la ciudadanía, han maniatado hasta el extravío (con la censura y autocensura) el compromiso de informar, el papel de guía en la sociedad y la función de servicio público de la comunicación bolivarense. Es patético el uso determinado de titulares para no desagradar al poder regional. Es penoso cómo se elimina la crítica, la pregunta escrutadora a la explicación del vocero oficial o político. Cómo la información es propaganda, aun en el medio del estado de conmoción en desarrollo. Cómo la noticia es un hecho aislado sin profundización. Con esas características ante el desbordamiento de la crisis, con vandalismo e irritación social acumulada, puede entenderse por qué no funciona el medio de comunicación. A ello hay que agregar en justicia que la mayoría de los dirigentes políticos, casi todos protagonistas de singulares campañas para alcaldes o gobernadores, enmudecieron y menos que algún distraído vecino (no de aquellos que arengan contra los desmanes de la injusticia) se quedaron contemplando el horizonte, encerrados en mutismo glacial.

El domingo, cuando aún faltaba la jornada nocturna de lo que ya era en esencia vandalismo, además de parálisis de los cuerpos policiales y militares (vaya usted a explicarse motivos) los medios impresos de la ciudad mostraron la tragedia: trabajos publicados por el licenciado Mejías y excelentes reseñas de Eduardo Osto. El batallador equipo de Correo del Caroní había cubierto desde el inicio los conatos en todas las jurisdicciones del estado Bolívar. Esto en rigor debe decirse, pero no oculta la gran verdad que vivimos los bolivarenses este fin de semana: la cadena de silencio de los medios locales, al margen de la explosión social que dejó marcada el alma de la antigua Angostura. A manera de conclusión, las siguientes citas:

“Otro desafío para los medios venezolanos está en el desarrollo de herramientas de lo que puede catalogarse como periodismo ciudadano, que no es otra cosa que abrir canales para que los propios ciudadanos hagan y difundan informaciones, aprovechando el enorme desarrollo actual de las nuevas tecnologías. Esto se conecta con la necesidad de que se establezcan y/o se fortalezcan los mecanismos para contar con participación ciudadana a través de diversos formatos y plataformas. Este es un desafío específico para la prensa venezolana en la actualidad, que a su vez se conecta con la tendencia mundial: concebir a los medios como espacio para la agenda ciudadana”. (Andrés Cañizales, periodista, profesor de la UCAB, exdirector de Medianálisis, comunicólogo, tomado de venezuelalibreblog el 10 agosto, 2011).

“Las comunicaciones figuran entre los protagonistas de la historia patria, ellas son nuestro primer líder de opinión y nuestro verdadero Ministerio de la Cultura Popular; es masoquista y cobarde seguir eludiendo un tema de semejante envergadura. Salir del chavismo debe representar no solo la superación del militarismo, si no el definitivo abandono de esa estúpida política del avestruz que mantuvo en vida sistemas de comunicación acaparados, centralizados, confiscados y de baja calidad”. Antonio Pasquali, periodista, investigador y escritor, en el artículo Por una democracia de comunicaciones libres, plurales y descentralizadas, de la revista Comunicación. Nº 156, del Centro Gumilla.

“La ausencia de información sobre tragedia de Ciudad Bolívar, la impunidad y la falta de gobierno fue clave para el éxito de los saqueos”. (@luisbeltranf. De la cuenta de red social twitter del doctor Luis Beltrán Franco. Lunes 19/12/2016).

[Tomado de http://www.correodelcaroni.com/index.php/opinion/item/52639-en-indignacion-social-medios-bolivarenses-encadenaron-el-silencio.]


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