Dayrí Blanco (El Carabobeño)
Esta
historia no comienza en la cocina de Juana Ortega. Tampoco en la de su vecina,
ni en la del primo de su esposo. Todos ellos, como la mayoría de los que han
nacido en Venezuela, saben que la mañana huele a café, que el primer sorbo del
día debe ser negro y caliente y que no hay otro mejor que el que se cosecha en
el país. Al menos así fue hasta hace poco más de un año. El aroma se ha
extinguido. Se ha ido y ni en los campos se consigue. Es un producto que ya
hasta salió de la cesta básica en medio de una profunda caída en la siembra y
una caja sin fondos de dólares para la importación.
En
casa de Juana la crisis comenzó a sentirse a principios de año. Solo café
importado de Nicaragua encontraba en los anaqueles, a más de dos mil bolívares
el paquete de 250 gramos. Tuvo que racionar: solo en las mañanas se servía una
taza pequeña. Su esposo y su hija hacían lo mismo. Unos meses después compraba
otro de Brasil y seguía con la dinámica de ahorro. Pero desde hace tres semanas
inician su jornada sin tomarse la acostumbrada bebida ante la escasez absoluta
del rubro.
Hay
un punto de quiebre definido en esta historia: 1998. Fue cuando todo comenzó.
Hasta ese año Venezuela no solo satisfacía la demanda al 100% del consumo
interno, sino que exportaba un excedente equivalente a 450 mil quintales o 13
millones 800 mil kilos de granos ya trillados, listos para ser molidos. Eso
cambió dramáticamente. En 2015 solo se cosechó 22,5% de la necesidad del
mercado nacional, representado en 450 mil quintales, de dos millones que se
requieren. La temporada acaba de comenzar este año y se espera un repunte de
15% como consecuencia del comportamiento de los precios que han tenido una
tendencia hacia el alza debido a la escasez. Sin embargo, seguirá siendo
insuficiente.
El error de la estatización
En
los campos el retroceso ha sido evidente. “El Gobierno nos ha tenido como
esclavos”, sentenció Dioleglis Páez, directora de café y cacao de la Confederación de Asociaciones de Productores
Agropecuarios (Fedeagro). Ella ha visto en los informes que llegan a su
escritorio como en 56,25% se redujo el número de familias cafetaleras dedicas a
la siembra y cosecha. “Era un orgullo, ahora solo somos sobrevivientes”,
expresó mientras hacía su trabajo como productora en la zona alta de Portuguesa.
En
el capítulo que se escribe actualmente los trabajadores de la tierra tienen más
espacio para caminar sobre sus propiedades. Antes lograban cosechar hasta 20
quintales por hectárea, ahora solo llegan a tres o cinco, en el mejor de los
casos. Todo se agudizó en noviembre de 2009, cuando el entonces presidente Hugo
Chávez decidió firmar un decreto que dividió en dos la historia, con la
expropiación de las procesadoras de café que estaban intervenidas desde agosto
de 2008 por supuestos incumplimientos de las leyes venezolanas, y que juntas
representan 80% de la producción del rubro.
Se
estableció la nacionalización total de Fama de América, incluyendo sus plantas
en Caracas y en los estados de Carabobo y Táchira. Lo mismo pasó con El Peñón y
Café Madrid, ahora son juntas Café Venezuela. Todos los bienes inmuebles
pasaron a manos del Gobierno, así como los centros de distribución, almacenes,
puestos de compra, maquinaria, equipos industriales y de oficina.
Según
cifras del sector agroindustrial, antes de la expropiación, solo Fama de
América producía entre mil 500 y mil 600 toneladas (TN) de café molido y
tostado al año con la gerencia privada, mientras que Chávez en su mensaje anual
en la Asamblea Nacional en enero de 2011 aseguró que produjo mil 278 TN, una
disminución de 17,5%. Desde ese momento inició una debacle que se ha hecho
constante en cada una de las páginas de la historia en la que los más de 250
trabajadores han sido enviados a sus casas por la paralización de las plantas
en más de cinco oportunidades.
Sin dólares para importar
La
opacidad de información oficial también figura en la producción de café. Los
datos más recientes que se conocieron son de hace cuatro años. En nota de
prensa de la empresa estatal se indicó que desde 2010 hasta 2012 se invirtieron
más de nueve mil 921 millones 302,27 bolívares para aumentar los niveles de
producción, que en ese momento rondaban las 981,76 toneladas. Pero la historia
ha sido elocuente, se ha escrito sola. Este año se cuentan dos detenciones de
las torrefactoras ubicadas en Guacara, cada una de más de dos meses.
En
cada reinicio de la molienda la materia prima ha sido insuficiente. El 1 de
julio en el muelle 25 atracó el buque Maersk Wismar de bandera panameña. De
acuerdo a los datos de la revista Informes, editada por la Cámara de Comercio
del eje costero de Carabobo, fueron 41 contenedores en total, con 22 mil 460
TN. Una semana después llegó el barco San Antonio al muelle 26 con cuatro
contenedores y 86 TN de materia prima. Páez contabilizó que esa cantidad
alcanzaría para que las plantas trabajan a baja capacidad por dos meses. Y así
fue. Unas páginas más adelante la paralización se repitió.
La
reactivación llegó pero nuevamente de manera efímera. Mil 92 TN de granos
recibió Café Venezuela el 7 de octubre, que representan dos días de producción.
Solo eso.
Precios de esclavos
En
esta historia hay un capítulo que plasma las consecuencias de políticas que han
hecho de la siembra del café una actividad de esclavos, como lo calificó la
directora de Fedeagro. El control de precios ha sido letal. Producir un
quintal, que equivale a un saco de 46 kilos de café verde, es igual a 180 mil
bolívares. Pero el Gobierno insiste desde noviembre de 2015 que sea vendido en
15 mil, la pérdida es de 97%.
El
café no es de ciclo corto. Al sembrar una semilla hay que trabajarla por tres
años para que pueda dar fruto. Sin incentivos reales, muchos productores han
abandonado la actividad. “El Gobierno ha hablado de créditos, de pagar el
excedente del precio a través de un mecanismo de subsidio, pero nada lo ha
cumplido”.
Lo
económico ha sido determinante. Desde que el Ejecutivo tomó las riendas de la
comercialización de los insumos del sector todo ha empeorado. Agropatria
trabaja con múltiples intermediarios que hacen que los despachos sean
irregulares y que los precios sean cada vez más altos. Desde enero los
fertilizantes han aumentado en más de 1000% y los agroquímicos sobre 600%. “Es
insostenible este negocio”, expresó Páez anticipando el punto final de esta
historia de producción de café en Venezuela, donde aún existe capacidad para
cosechar más de 70% de lo que se requiere para el consumo interno. Pero la
falta de estímulos se ha impuesto. Los resultados han sido muy sensibles en
cada hogar del país, donde las mañanas ya no huelen a café.
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