martes, 13 de septiembre de 2016
Opinión: ¿El que se cansa, pierde?
Pedro D. Jérez
Como leña que se corta del árbol caído para hacer una fogata, como corderos que se enfilan al matadero. Los ciudadanos desasistidos de toda promesa de redención social, apostadas al margen de una dirigencia política que solo defiende sus intereses económicos. Así se encuentra la mayoría de la población venezolana casi al término de este año 2016, que ha sido uno de los más catastróficos: en cuanto a escasez de alimentos, medicinas, desempleo, asesinatos por habitantes y demás cifras que goza un país en guerra.
Sin lugar a dudas las cosas van mal, si, pero de que mejoraran no se distingue un horizonte colorido a poco distancia. Las colas en establecimientos de comida cada vez son más precarizadas, días y noches de interminable espera para lograr comprar míseros dos artículos a precio regulado. Los hospitales y centros asistencia en su peor estado en décadas. La confianza en una Venezuela mejor esta como dicen los dirigentes opositores “fuerza y fe, el que se cansa pierde”. Bueno, si les soy sincero, el pueblo está cansado desde hace rato y la fe es un lujo para comadres que se persignan en una iglesia de La Castellana.
El famoso poeta surrealista André Bretón decía que “Toda idea que triunfa marcha hacia su perdición”. Eso es clave recalcárselo al gobierno y toda su banda de criminales a sueldo, su bien aclamado socialismo del siglo XXI, remedo de Estalinismo y Maoismo caribeño va a pique, por haber tratado de revivir viejas utopías sepultadas por la realidad y la crudeza de la historia, la que forjan los hombres de a pie, los que viven incansablemente día a día vendiendo su fuerza de trabajo para poder comer. Los experimentos comunistas han fracasado, la elite socialista desmantelada por la historia. Dicen que las segundas partes nunca fueron buenas, allí reside la ruina de este gobierno.
Por esto, la libertad, la justicia, la solidaridad deben ser banderas que ondean y reclaman para sí la unión de las personas, sin intermediarios, sin jefes, sin patronos, sin amos ni gobierno. El anarquismo hoy más que nunca reclama para sí el protagonismo que ha reclamado desde siempre, desde lo más profundo del corazón ondea la llama de la libertad; a ella debemos acudir para vencer en este mundo de intereses y discordia.
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