miércoles, 24 de febrero de 2016

La militarización de la vida



Anónimo

¿Quién es el responsable? ¿Hay que recordar dónde fueron producidas las bombas de fósforo que quemaron Fallujah, quién entregó las tecnologías informáticas a los servicios secretos del régimen de Assad, de Sisi, quién entrenó a los pilotos que bombardearon Gaza? ¿Hay que recordar cómo se extraen de las profundidades de África el cobalto y el silicio para las chingaderas tecnológicas, de cómo son producidos todos los productos de consumo que se encuentran en los estantes de los supermercados y de los almacenes? ¿Hay que recordar cómo el capitalismo civilizado gestiona sus centenares de campos de trabajo de Bangladesh a México? ¿De dónde vienen la siniestras sombras de los drones que golpean en todo el mundo? ¿De cómo y en el nombre de qué ahogan desde hace años a miles de personas en el Mediterráneo? Entonces díganlo,
¿Quién es responsable?

                                 Anarquistas
                                 Bruselas, 23 de noviembre 2015

Vivimos en un proceso constante de refuerzo de la autoridad, de expansión de ésta. En el momento actual, el último paso que se dio para perfeccionar la dominación, para adaptarla a nuevos medios, está dando sus frutos. No se puede concretar con exactitud el principio de algo en un proceso histórico, pero sí se puede afirmar que este paso cobró fuerza al terminar la II Guerra Mundial, y se afianzó aún más cuando cayó el bloque soviético. Estamos ante el Amanecer (más bien la etapa final del manecer: cuando ya hay un regusto amargo de lo que se nos va a venir encima) de la Era de la globalización, la democracia, la electrónica y, sobretodo, el miedo. Sí, cuando vivimos en un mundo masificado, donde todo vínculo es destrozado, donde somos millones pero nadie conoce a nadie, la soledad atomizada del individuo endeudado posindustrial conduce inevitablemente a un miedo irracionalmente profundo pero construido racionalmente por las nuevas estructuras del Sistema. Este es el miedo a toda acción, el miedo a subvertir la realidad pasiva de la seguridad y la comodidad, el miedo a hacer algo. Nada debe pasar en las calles de las macrociudades del mundo desarrollado, todo debe estar en orden. La mierda debe esconderse, debe ser empujada al mundo colonizado, subdesarrollado: es decir, al mundo que está debajo de la Civilización Occidental, el cual pisotea y llena de sus desechos.

El Islamismo extremista y Europa: La guerra total y global

Como ha declarado ya el Primer Ministro francés, “Nos enfrentamos a una guerra total y global contra el terrorismo. La guerra que nosotros libramos tiene que ser también total, global e inmisericorde” (1). Estas palabras resumen el propósito final que ha tenido desde el principio la lucha anti-terrorista: Guerra total, global e inmisericorde. Los fundamentalistas islámicos (que en su momento fueron financiados y armados por los países occidentales en su lucha contra el bloque soviético y las insurrecciones populares en Oriente Medio) ahora han cogido fuerza y su aspiración de crear un Estado religioso con una amplia extensión de territorio puede llegar a ser factible. El tipo de Estado que buscan es enemigo del Estado democrático modernizado, por tanto una guerra es declarada contra estos aspirantes al poder.

Pero, ¿es realmente este el motivo de la guerra total y global? ¿O es un avance más en el perfeccionamiento de la dominación lo que interesa? Los ataques terroristas de París han justificado el estado de emergencia en Francia y Bélgica, llenando las calles de patrullas militares y policiales, con detenciones, registros y arrestos domiciliarios masivos sin necesidad de autorización judicial. Aquí, en el Estado Español (gracias a la histeria colectiva anti-terrorista causada por la lucha contra ETA), también hemos sufrido un aumento de la presencia y control policial. El miedo crece, y la unidad nacional y la estabilidad se ven mínimamente amenazadas; no hay mejor momento para reforzar la seguridad del Estado y aumentar el control sobre la vida de los súbditos. Así es, la verdadera guerra total, global e inmisericorde se libra contra los insurrectos, los indocumentados, contra el proletariado en general. Esta guerra anti-terrorista no es más que una fase en una guerra milenaria, en la que un bando siempre pierde: la guerra social. Ya se decía en 1945 por el batallón móvil de los Carabinieri de Milán: “la tarea principal asignada a nuestras fuerzas armadas en el ámbito de la OTAN, además de la contención de un eventual y cada vez más improbable enemigo oriental, ha sido desde el principio, y sigue siendo todavía, la de la defensa interna del territorio. Desde el momento de la reconstitución de las primera unidades, el enemigo potencial es el partisano, el obrero, el campesino: en una palabra, el proletariado en lucha” (2).

El estado de emergencia es solo una estrategia más para controlar a la clase oprimida con el consentimiento supuestamente generalizado de ésta (la democracia ha cumplido tan bien su papel que o se vela por la seguridad nacional, o se protesta dentro del marco legal, o se es indifirente; ningún otro tipo de respuesta a la medida represiva es aceptado, es decir, ningún ataque real al sistema democrático y su estado de emergencia). Además, los Estados occidentales consiguen renovar su justificación al bombardear Oriente Medio y llevar a cabo sus operaciones militares allí en busca del control de recursos estratégicos como el petróleo, mientras se siguen financiando con las armas que venden a sus propios enemigos. Para cerrar el ciclo, las fronteras europeas se blindan aún más y los discursos racistas cogen carrerilla. Se condena a una muerte fría en el Mediterráneo o a una vida de miseria y exclusión en Europa al proletariado que, a causa de las guerras (que han creado los Estados a los que quieren entrar) y los flujos de trabajadores que necesita el capitalismo, se ve atraído por el “sueño europeo”.

El racismo moderno y racional está en el corazón de la Democracia, que garantizará la seguridad nacional a toda costa. Pero primero hay que crear el monstruo. El terrorista, sea borroka o islamista, encarna el mal absoluto. Es la criatura del Diablo, la mayor amenaza del culto al Estado. Igual que el fascismo tiene al comunismo, igual que el españolito medio tiene al sin papeles que le roba el trabajo, la democracia tiene al terrorismo. Es gracias a esta contrucción social por lo que el estado de emergencia se puede aplicar sin riesgos. Es de esta construcción social de donde deriva el racismo moderno. Es de esta construcción social de donde deriva el miedo del proletario. Más que miedo al terrorista, es miedo a convertirse en terrorista. Miedo de hacer algo que el Dios Estado no acepte.

Desastres naturales, ONGs y ejércitos

La nueva estuctura de la guerra la hace menos evidente como potencia destructora de vida. Las prácticas de contrainsurgencia transforman la guerra hacia un campo distinto. Ahora se habla de LIC (Low Intensity Conflict), que vendría a ser “un espacio ambiguo entre la paz y la guerra, donde la contribución de la fuerza militar para conseguir los objetivos estratégicos es indirecta, donde las acciones no-militares establecen las condiciones bajo las cuales el objetivo estratégico es conseguido” (3). El objetivo viene a ser el mismo, pero los medios cambian a formas más sutiles. Ésto, unido a las intervenciones militares en los desastres naturales, y a la participación de las ONG en los conflictos se ha llegado a definir el concepto de guerra humanitaria. La población mundial es tan manipulable que una acción que requiere necesariamente de la destrucción de la vida, de la represión explícita y de la dominación, ha conseguido denominarse humanitaria.

Así, la institución militar se presenta a sí misma como una guardiana del bien, que lucha contra el mal absoluto (el terrorismo) y protege a los inocentes de desastres naturales. Este Síndrome de Estocolmo colectivo se consagra con el papel de las ONGs y la existencia de campos de refugiados (que para la opinion pública deben de ser paraísos terrenales). Las ONGs cumplen un papel extremadamente colaborador con el orden establecido, haciendo de colchón antimotín en las poblaciones en las que operan. Además, ONGs como la Cruz Roja administra CIEs (Centros de Internamiento de Extranjeros) en Europa, siendo abiertamente un eslabón más de la cadena que nos oprime. Sobre los campos de refugiados, creemos que este testimonio desde uno de los campos alrededor de L’Aquila, en Italia, mostrará el totalitarismo ‘humanitario’ de estos lugares:
“Además de los bomberos, para 60 mil habitantes, de los cuales 30 mil fueron evacuados hacia la costa, en L’Aquila hay más de 70 mil hombres y mujeres de uniforme, desde el ejército hasta los Carabinieri, desde la policía, municipal y no, hasta los GOM [Grupo Operativo Mobile, un cuerpo especial de la Polizia Penitenziaria – N. del T.], desde la Guardia di Finanza (incluso vestidos de antidisturbios) hasta la Guardia Forestale. [...] Y luego hay agentes de la Digos [la policía política italiana – N.del T.] y policías de paisano diseminados por todo el territorio. En cada campo hay por lo menos 200 esbirros de varios tipos para 160 refugiados, más los policías de paisano.

Estas tiendópolis son como los campos de concentración. No está permitido tener consigo animales (aparte de raras excepciones proclamadas en la televisión), no está permitido ir a visitar a amigos y parientes en los otros campos sin ser identificados, no está permitido cocinar, lavarse, autogestionarse. [...] Nos tratan como descerebrados. Nos han invadido, colonizado, desinformado. No llegan periódicos a los campos. Para ir a comprar un periódico hay que salir temprano por la mañana, después de haber sido identificado, e intentar alcanzar el quiosco más cercano que siga abierto (tenemos la marca de los terremotados: un carnet que hay que llevar siempre bien visible, también cuando estás en la cola para comer, para ir al baño, para tomar una ducha o para ir donde el barbero cada 15 días). [...] Y mientras estás intentando dormirte en medio de este horror, los hombres de uniforme entran en las tiendas de campo y te ciegan con las linternas, para ver quien está y quien no está, para ver que haces y si tienes el ordenador o la televisión encendidos (está prohibido tener cualquiera de los dos en la tienda). Está el toque de queda. Han detenido a un rumano por haber recuperado trozos de canalón de cobre desde las casas derrumbadas, mientras los verdaderos chacales están pagados para tenernos encerrados en los campos o para alejarnos con la desesperación [que crean]” (4).

Se nos viene encima una dominación llevada al extremo, un fascismo resurgido de las cenizas más potente gracias a los avances tecnológicos. Y lo único que podemos hacer frente a esto es perder el miedo. Perder el miedo y luchar, pues cada vez tiene más sentido lo de revolución o barbarie.

Notas:

(1) http://www.latercera.com/noticia/mundo/2016/01/678-665240-9-francia-mantendra-estado-de-emergencia-el-tiempo-que-sea-necesario.shtml

(2) Ejércitos en las calles, Algunas cuestiones en torno al informe: «Urban Operations in the year 2020» de la OTAN, Bardo Ediciones.

[3) Idem.

(4) Idem.

[Tomado de https://juventudeslibertariasmadrid.files.wordpress.com/2016/02/contragolpes8web.pdf.]