jueves, 31 de julio de 2014

Cotidianidad en Caracas: El sinsentido


Valentina Blanco

El 24 de Julio se celebra en Venezuela el natalicio de El Libertador Simón Bolívar. Desde que me conozco celebramos esa fecha, es uno de esos rituales de nación que se instaló generaciones atrás. Este 24 de Julio amanecimos en nuestro apartamento de La Candelaria con el sonido de la Diana poco después de las 5 am. La Diana, a todo volumen y proyectada desde uno de los dos ministerios vecinos, se escuchó seguida de aproximadamente cinco minutos de fuegos artificiales cuyas luces no se veían porque ya había salido el sol. Cinco minutos de estruendo, de estallidos agresivos en las ventanas del apartamento que despertaron a mis hijos a deshora y con desconcierto. Veíamos los estallidos de pólvora a pocos metros de la ventana. Esos cinco minutos vinieron seguidos de cinco horas de música a todo volumen. Algunos clásicos que aún amo, como algunas canciones de Alí Primera, y mucha música de campaña electoral pagada a Hani Kauam y otros equivalentes. De toda la música que sonó, ninguna era alegórica a la gesta libertaria de la independencia. Fueron cinco horas de nombrar al ex-presidente Chávez, y colocar diversas grabaciones de sus discursos en versión remix. No hubo una canción que hablara de Bolívar.



El 28 de Julio el ex-presidente Chávez hubiera cumplido 60 años. El 27, poco antes de la medianoche, nos despertaron gritos desde la calle. Había una golpiza de las que a menudo escuchamos en una de las tascas de enfrente. Mes tras mes las personas que frecuentan ese local nos despiertan a medianoche con frases gritadas como “¡no dispares!”, “¡para!”. En esta ocasión se veían desde la ventana más de diez personas en una golpiza que ocupaba todos los canales en sentido este de la Av. Urdaneta, una de las principales arterias viales de la ciudad, a escasas diez cuadras del Palacio de Miraflores. Otro grupo grande los alentaba desde lejos. No supe a quién llamar. Cuando he llamado a la policía siempre he escuchado (por parte de quien me atienda el teléfono) que mi preocupación o denuncia no es pertinente. La golpiza de esa noche se diluyó como todas las golpizas, se mimetizó con el ruido de la calle. Yo había logrado ignorarla para intentar dormir, pero no contaba con que escasos minutos después iniciaría la celebración de fuegos artificiales (estos sí de noche, al menos se veían) en todas las plazas cercanas a casa. El estruendo fue enorme. Los colores se veían hasta bonitos. Esta vez mis hijos no se despertaron (¿quizás se naturaliza la zozobra?). No pude dejar de pensar que parecía que estuviéramos celebrando la golpiza de la tasca de enfrente.

[Tomado de http://fueraderadar.wordpress.com/2014/07/29/el-sinsentido.]

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