martes, 21 de abril de 2020

Pensar el confinamiento


Mónica Jornet (Le Monde libertaire, Francia)

Contención: sí, pero...

Estoy en confinamiento sin aplaudir, sigue siendo una vez más la solución de costo cero que se nos ha impuesto: sin máscaras, sin pruebas serológicas, que podrían haber evitado precisamente esta medida totalizadora y, por lo tanto, fatalmente totalitaria. Estamos confinados porque nuestro gobierno no tiene absolutamente ningún plan medianamente sensato para enfrentar una crisis de salud.

De hecho, es un castigo para quienes se considera que trabajan -incluso sin protección- en el interés general, las desigualdades se están ampliando aún más para quienes carecen de protección. ¿Y si el desastre hubiera sido químico o nuclear? Probablemente ni siquiera estaríamos para hablar de eso. Así que ya conocíamos a los malos, descubrimos con consternación que el Estado era estúpido y malo. En cuanto al Ejército y la Iglesia, les debemos la llegada masiva del virus, gracias al sable y las misas, no es de extrañar cuando la obediencia y el dogma reemplazan la racionalidad. Pero si los votantes son demasiado buenos o demasiado estúpidos, olvidarán rápidamente que el mercado y la privatización no permitirán una respuesta más "eficiente" e incluso se sacrificarán para compensar los dividendos de los accionistas, es decir, lo que llaman “LA economía francesa”.


¿Qué pasa con el encierro?

La población fue puesta "fuera de peligro" (¡no lo está!), aislada para evitar cualquier contagio. Lo que me causa un problema con la contención es pensar que era evitable y no tener una perspectiva clara de su término y resultado ni desde el punto de vista de la salud ni desde el punto de vista político. Confinamiento sí, explicación razonable del mismo no: el confinamiento se ha vuelto necesario debido al descuido de nuestros gobernantes, y por eso nos convencen de aferrarnos a él libremente, pues pese a ser un método coercitivo y represivo, absolutamente criticable, es político. Podrían hacerlo incluso "mejor": reconocimiento facial, brazalete electrónico... solo están esperando nuestra aceptación y las declaraciones actuales denunciando a los vecinos que no respetan el confinamiento y llamando a la policía pueden ser la justificación deseada. El mundo que se está preparando da miedo, aunque así es como les gusta a quienes gobiernan. En Orleáns, los drones vigilarán las calles... ¡Ya hay bastonazos policiales por el único motivo de que haber salido sin una razón válida! ¿Estamos todavía en un régimen constitucional? Al igual que con la militarización de las calles con el pretexto de la seguridad, es de temer que el gobierno de marcha atras. Prohibir manifestaciones, reuniones, controlar nuestra vida privada, enumerar nuestros movimientos, nuestros contactos y todo esto socialmente aceptado: ¡qué bendición para el poder! Algo malo es bueno para ellos y para todos aquellos que ya se están preparando para hacerse ricos con el Covid-19 y sus secuelas.

Más aterrador que el Covid

En realidad, no debemos temer al coronavirus que, después de todo, es tratable en la gran mayoría de los casos, siempre que se trate de manera adecuada... sino a un gobierno que ha hundido el sistema de hospitales hasta el punto de que no hay respiradores para todos los pacientes críticos y no hay protección para los cuidadores. Y lo que me pareció aterrador fue esta lista oficial de personas a las que sería aceptable o no dejar morir en cuatro categorías. Huele a nazismo. Y ya escucho a la gente, balbucear que, después de todo, entre cierta edad y tal edad, ¡es normal elegir quien debe morir! Otros están felices de resolver el hacinamiento o el problema de las pensiones. Los partidos fascistas tienen un futuro brillante por delante, la sociedad está lista para lo que proponen. El neoliberalismo ha llevado allí, o más bien inevitablemente, lleva allí.

Después del Covid-19

Los más optimistas pero también los menos politizados, los mismos que creen que resolveremos el problema de la contaminación reduciendo nuestra pequeña huella de carbono individual, hablan de la increíble conciencia que está teniendo lugar, nada volverá a ser como antes, me dicen. Lamento amortiguar su entusiasmo, pero no es suficiente querer poder, ellos quieren, pero aquellos que pueden, no querrán renunciar a su sistema de poder y enriquecimiento. Afortunadamente, se crean redes de solidaridad, pero no creo que se cree una dinámica de ayuda mutua a largo plazo. De lo contrario. Es de temer que persista el cierre de fronteras y la justificación para un mayor nacionalismo. El post-covid también será el momento de la desconfianza (excesiva y sin máscara en el sentido figurado, quizás con máscara obligatoria en el sentido literal) de los demás, peligro potencial, disminución de la sociabilidad y hasta de la cortesía: "Lo siento, pero ya no beso al saludar".

[Texto original en francés accesible en https://www.monde-libertaire.fr/?article=Penser_le_confinement. Traducido por la Redacción de El Libertario.]


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