martes, 14 de abril de 2020

Península Ibérica - Felipe de Borbón: No queremos que renuncies a tus herencias, queremos tu abdicación


Secretariado Permanente del Comité Confederal de la CGT

En estos días estamos viviendo una situación que parece sacada de una peli americana, de esas tremendistas, que acostumbran a producir con catástrofes de gran magnitud. Pero hoy no asistimos a la proyección de una película sino a la experiencia vital, en nuestras carnes, con familiares y amistades afectadas. En general, estamos padeciendo una clausura que no es voluntaria sino por orden del Gobierno, quien asegura que de seguir estas instrucciones podremos atajar el agente que amenaza a nuestra salud, o eso es lo que se está difundiendo hasta el momento porque se desconoce el origen de este virus “Covid-19”.

Esta situación excepcional y sus consecuencias la estamos padeciendo y la padeceremos durante bastante tiempo, la clase trabajadora principalmente. Buena parte de ella encerrada en sus casas, haciendo el trabajo desde sus domicilios, habitualmente con medios propios, a la vez que cuidan de sus hijos y mayores y otras teniendo que desplazarse al trabajo, poniendo en riesgo su salud. Sin esperar nada de la clase política, podremos estar más o menos de acuerdo con las medidas que está tomando el Gobierno, o mejor dicho, los Gobiernos estatales y autonómicos, pero al menos la intención que muestran tener es la de hacer cualquier cosa que pueda solventar los males que se derivan de esta situación en la que nos encontramos.
 
Pero, ¿qué podemos decir de la Monarquía española? ¿Qué podemos pensar de esta institución medieval en estos momentos de crisis sanitaria en la que llevamos ya casi 1000 personas fallecidas y casi 20.000 contagiados por el Covid-19? ¿Qué están haciendo nuestros monarcas, eméritos o no, por las personas que están en primera línea de sufrimiento como sanitarios, trabajadores despedidos, ancianos, personas precarias, etc.?

Esta forma de traspaso de funciones y privilegios por línea sanguínea, en la que no es necesaria ningún tipo de valoración, ni capacidades de la persona que hereda la corona para “representar” al pueblo español y “trabajar” por su bienestar (no deberíamos, suponemos, utilizar el “femenino” para referirnos a esta “casa” puesto que es bien conocida a estas alturas la Ley Sálica, por la que el varón predomina sobre la hembra a la hora de heredar, incumpliéndose el principio de igualdad). El caso es que solo el hecho de ser “hijo de” ya te habilita en este país para tener en tus manos todo el poder del Estado. Esta Monarquía, para más inri, se ha declarado heredera de un dictador y jamás ha mostrado su rechazo a la forma en la que se instauró, por decisión de un genocida que mantuvo en la miseria y el miedo a todo un pueblo durante 40 años. Franco le dejó en herencia a Juan Carlos I centenares de personas enterradas en cunetas, miles de personas represaliadas en cárceles, miles de mujeres cuyos maridos o compañeros no estaban declarados “fallecidos” por no conocer su paradero y por lo tanto, mujeres que tuvieron que salir solas adelante, sin ningún tipo de ayuda por parte del Estado, con hijos e hijas a su cargo y sin pensión de ninguna clase que pudiera ayudarlas a vivir con un poco de dignidad. También heredó Juan Carlos I de Francisco Franco la vergüenza de los miles de bebés robados a sus legítimas madres y miles de personas esclavas del franquismo, muchas de ellas encontraron la muerte trabajando en lugares tan siniestros como el Valle de los Caídos.

Hoy más que nunca se ha demostrado la inutilidad de una figura como la de nuestros reyes, el mejor preparado de la historia de los Borbones (Felipe VI), y del emérito (vividor a costa del sacrificio de su pueblo). Hoy más que nunca ha tenido más sentido una de las muchas caceroladas que en este país se han organizado para protestar contra los Borbones, la que protagonizaron ayer, desde sus balcones, miles de ciudadanos y ciudadanas españoles, hartos y hartas de tanta hipocresía, mentiras y robos. El pueblo pidió ayer, desde sus ventanas y con sus cacerolas y sartenes, que Juan Carlos I devolviera el dinero sustraído a base de operaciones opacas disfrazadas de “representación estatal” a lo largo de sus muchos años como titular de una corona obsoleta. El pueblo exigió anoche al viejo emérito que esa gran cantidad econó- mica, que en absoluto le es necesaria para cubrir sus necesidades más básicas, se ponga a disposición del pueblo español en estos momentos de alerta sanitaria en la que los hospitales públicos, colapsados por los enormes recortes sociales de los nostálgicos del régimen que regaló la corona a Juan Carlos, más lo necesitan. Hoy más que nunca se ha demostrado que el discurso del Rey Felipe VI es un discurso vacío, sin contenido real ni efectivo para ayudar a la gente que hace posible su vida de privilegios. Más bien ha sido al contrario, con su discurso ha demostrado que el dinero empleado en la Casa Real, para mantener a su familia al completo desde hace más de cuatro décadas, ha sido un dinero despilfarrado a costa de las necesidades más básicas de muchísimas personas que lo han pasado y lo están pasando muy mal.

Es un buen momento este, ahora que estamos en casa cumpliendo un confinamiento por razones sanitarias, por la amenaza invisible de un enemigo letal para nuestros mayores y para las personas más vulnerables de nuestra sociedad, para reflexionar sobre “nuestra” Monarquía. Sobre si no ha llegado el momento de mandar a toda esta familia a dedicarse a los negocios que tantos beneficios han traído a unos y a otras desde hace siglos. Sobre si ha llegado el momento o no de permitir a la ciudadanía española librarse de “servir” con sus impuestos a estos canallas con coronas, títulos y reconocimientos, mandándolos a continuar viviendo lejos de palacetes y chalets lujosos, a casitas más modestas donde también cumplan la cuarentena como el resto de ciudadanos y ciudadanas de este país, sin plantillas de trabajadores y trabajadoras que no puedan quedarse guardándola junto a sus familias por tener que “atender” a la realeza.

Desde CGT, en estos momentos complicados, queremos manifestar que no nos creemos en absoluto la dignidad del monarca Felipe Uve Palito, y por eso no nos conformamos con su renuncia a las herencias familiares. Lo que exigimos al Borbón es su dimisión, que abdique y deje de ser el representante de una institución medieval para entrar de pleno en la modernidad. Desde CGT creemos que no hay mejor gobernante para un pueblo que su unión a la hora de tomar las riendas de su futuro como tal. Y lo creemos porque ya lo pusimos en práctica hace no demasiado tiempo, con las colectividades que surgieron durante la Guerra en 1936, donde quedó demostrado que el pueblo puede dirigirse a sí mismo sin necesidad de tener un monarca que le represente, decida o “vele” por sus intereses.

Como no podía ser de otra manera, CGT exige que la Casa Real y todos los miembros que hayan estado vinculados a negocios “raros” con los que se han lucrado durante años, conozcan el peso de la ley, esa que según los discursos navideños de nuestros monarcas “es igual para todas las personas”. Exigimos que entregue al pueblo todo el dinero que ha recolectado durante años de expolio y la abdicación inmediata de Felipe de Borbón para dejar a este país libre en cuanto a la decisión de cómo gobernarse.

[Públicado originalmente en el periódico Rojo y Negro # 344, Madrid, abril 2020. Número completo accesible en http://rojoynegro.info/sites/default/files/rojoynegro%20344%20abril.pdf.]



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