viernes, 10 de abril de 2020

Ante pandemias, epidemias y endemias. Despertemos del sueño de las certezas



Desiderio Martín

«El aumento de la incidencia de los virus está estrechamente vinculado a la producción de alimentos y a la rentabilidad de las empresas multinacionales. Cualquiera que pretenda comprender por qué los virus se están volviendo más peligrosos debe investigar el modelo industrial de la agricultura y, más concretamente, de la producción ganadera. En la actualidad, pocos gobiernos y pocos científicos están preparados para hacerlo.»
(Rob Wallace, biólogo evolutivo)

Una de las certezas más extendida en el pensamiento occidental de los países ricos o enriquecidos (hablamos de la economía de mercado, de la rentabilidad y del beneficio, no de la economía que haga sostenible la vida), y por extensión de los millones de personas que nos movemos en esa lógica, es creernos que nuestros modos de alimentarnos como lo hacemos: siempre lo que deseamos, en cualquier temporada, y en las cantidades que “cada poder adquisitivo” tenga, no solo no contraen consecuencias (negativas) sobre la tierra, el medio en que se producen y distribuyen los alimentos, las relaciones de producción, es decir el cómo se producen, etc., sino que además, nuestra percepción es que este “grifo nunca se secará”.
 
El modelo capitalista de acumulación no busca satisfacer las necesidades humanas esenciales para la vida, algo obvio a estas alturas: tasas de mortalidad por hambre a cientos de miles; enfermedades (pandemias) en los países empobrecidos; las guerras por los recursos finitos que destrozan la tierra, las formas de producción autóctonas y causan muertes, miserias, empobrecimiento y migraciones a millones de personas; carencia de servicios esenciales (mínimos) de salud, educación, cuidados, que generan desesperación y negación de cualquier futuro para las personas y los pueblos, etc.

Parece obvio, desde un análisis sensato y sin necesidad de poner ningún “ismo”, que tenemos ciencia, saberes y tecnología más que suficiente como para haber Estados preparados para lo que tenemos encima y de manera global y en consecuencia no ser afectados tan de manera espantosa, pero claro, resultaría contrario al fin único de existencia del capitalismo: la acumulación para la obtención de beneficio [1].

Las grandes corporaciones farmacéuticas, que a la vez dominan las grandes corporaciones de toda la cadena de alimentación, que a la vez sus dueños y dueñas -en la época actual- son los fondos soberanos y/o fondos de riesgo, es decir el capital financiero, hubieran tenido que considerar que la Vida (a ser posible lo que todo quisqui entiende por una vida buena), es lo importante y haber renegado de su gran axioma o dogma: ...cualquier efecto, consecuencia que pueda causar la obtención del beneficio y la libre competencia, no es sino producto del progreso...

La relación costes/beneficios rige la vida a niveles planetarios y las fallas que el capitalismo enfrenta (crisis económicas, crisis climáticas, crisis sociales, etc.),pretenden resolverlas en lo que se viene denominando el Green New Deal, o capitalismo verde, como si esto fuera de “pintar” el colapso, catástrofe o simplemente tragedia, con un barniz de buenos deseos, en lo que no es sino un tratar de alargar en el tiempo su gran fracaso, fraude, en satisfacer las necesidades humanas en armonía con el medio donde se desarrolla la Vida.

«La crisis global por la extensión del coronavirus va a desencadenar una profundísima recesión mundial que puede dejar pequeña la de 2008. Desde luego, nada de lo que está sucediendo estos días en términos propiamente económicos, y están sucediendo muchas cosas, pilla por sorpresa a quienes han venido siguiendo la situación económica global en los últimos años» (Isidro López y Emma-nuel Rodríguez).

En las medidas tomadas por los gobiernos del mundo (el chino tiene capacidad de militarizar su fuerza de trabajo, rebajar la producción en un 20% de su PIB y trasladar al resto del mundo las consecuencias financieras), de lo que se trata -y lo están consiguiendo- es de imponer su relato económico, es decir, la lógica del capitalismo: el coronavirus es la causa de la crisis y/o recesión actual -el FMI la viene anunciando desde el 2017. Las tendencias de recuperación se han visto trastocadas por esta pandemia. Los dineros de los Bancos Centrales, de los Estados y de sus gobiernos, inyectados a la economía, son exclusivamente planes de choque en favor de las empresas (especialmente las grandes corporaciones de todos los sectores productivos y de distribución), convirtiéndose estos dos argumentos, sencillos y lineales, en el nuevo mantra que nos meten de manera pavorosa todos los días en los medios de “formación de la opinión pública”.

El BCE europeo ha autorizado la compra, por 750.000 millones de euros, de deuda pública y privada y “el objetivo era que esa financiación llegara a las familias y empresas y que ampliara el margen de actuación de los gobiernos”, la realidad es que esta financiación se ha utilizado y se utiliza fundamentalmente para recompensar a los altos ejecutivos y grandes accionistas, a través de la recompra de acciones con el objeto de aumentar el valor en bolsa de las firmas y para abrir líneas de crédito a empresas “zombi” que ya acreditan altos niveles de endeudamiento.

El resultado ha sido un sustancial aumento de la deuda, especialmente la privada, la tendencia alcista de los índices bursátiles y el sustancial crecimiento de la desigualdad. En realidad, el BCE se ha movido, como siempre, en las coordenadas fijadas en su tratado fundacional, que prohíbe abrir vías de financiación directa a los Estados, los cuales, ¡cómo no!, tienen que acudir a los mercados para cubrir sus necesidades.

A lo que nos enfrentamos las personas asalariadas, trabajadoras, bien paradas, bien activas, bien precarias, bien pensionistas, mujeres y hom-bres, y especialmente las personas jóvenes (es su futuro, pues el nuestro tuvo fecha de caducidad con el neoliberalismo y antes), es saber si tendremos la fuerza moral, ética y la fuerza de la calle, como para no tragarnos nuevamente que todo lo colectivo se ponga al servicio de los intereses empresariales y de la oligarquía financiera y que el “día después” no puede ser gestionado, regulado y ordenado por quienes son los responsables de la barbarie.

La economía que sustenta la vida no pinta nada, ni en la crisis (pandemia) del coronavirus, ni lo va a pintar cuando a esta situación se le dé el pistoletazo de salida del confinamiento de personas y nos pongan a producir mercancías y servicios, bajo la misma lógica de la competitividad y el crecimiento, a no ser que seamos capaces de asumir comportamientos, pautas y modos de relacionarnos desde la solidaridad y poniendo por delante el bien común [2], el de todos y todas, y no la lógica individual que tenemos metida hasta en el tuétano, que rija los destinos de una humanidad deshumanizada y mercantilizada.

La otra certeza que perdurará probablemente después de que pase este momento excepcional, es que volverá la normalidad de lo anterior, la cual convivirá en lucha fratricida con la excepcionalidad de lo que ahora vivimos en común y sentimos y aplaudimos para que lo común y lo público y colectivo sea el nuevo modo de vida.

Notas

[1] Los científicos ya en el 2018 habíanpredicho que tal pandemia ocurriría,habiéndose alertado que el mundo noestaba preparado para ello a no serque se tomaran medidas urgentes parapaliar sus efectos negativos. Tales aler-tas no solo no se atendieron e ignoraron, sino que muchos Estados a losdos lados del Atlántico Norte aplicaron políticas públicas que han deterio-rado la infraestructura de servicios (abase de recortes de gasto público yprivatizaciones), así como otras políticas públicas desreguladoras de mer-cados laborales que han disminuido laprotección social de amplios sectoresde la población, afectando primordial-mente a las clases populares de talespaíses (citado por Vicenç Navarro).

[2] Habrá que poner todo el esfuerzo en impedir la vuelta a la normalidad anterior a esta crisis, exigiendo una ruptura radical con el ya viejo sentido común y forzando el desmantelamiento del conjunto de las políticas que han predominado durante la larga onda neoliberal. No se trata, por ejemplo, de que se suspendan temporalmente la Ley de Estabilidad Presupuestaria o el artículo 135 de la Constitución Española, sino de derogarlas, como ya han propuesto algunas fuerzas de izquierda en el reciente debate en el Parlamento español”. (Jaime Pastor, profesor de Ciencias Políticas).

[Publicado originalmente en el periódico Rojo y Negro # 344, Madrid, abril 2020. Número completo accesible en http://rojoynegro.info/sites/default/files/rojoynegro%20344%20abril.pdf.]


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