jueves, 5 de marzo de 2020

Debate (A): Cooperativismo y pacifismo absoluto, dos rasgos del reformismo anarquista



Wayne Price

La principal tendencia reformista dentro del anarquismo ha consistido en el intento de construir instituciones alternativas, particularmente cooperativas de productores y consumidores y pequeñas comunas (comunidades intencionales). Tales instituciones podrían ser construidas por varias razones, pero para el anarquismo reformista una razón es estratégica: construir-las para que crezcan y se federen hasta que reemplacen al capitalismo y al Estado. Esto fue propuesto por primera vez por Proudhon. Este enfoque no necesariamente recurre al Estado pidiendo ayuda (aunque algunas versiones lo hacen) pero se espera que el Estado sea al menos neutral, permitiendo que las instituciones alternativas lo reemplacen. Más que confrontar al Estado y al capitalismo, se espera esquivarlo pacíficamente, sin necesidad de una revolución. Esta visión es coherente con la de aquellos que quieren usar la maquinaria estatal. El mismo Proudhon, durante la revolución de 1848, se postuló y fue elegido para la legislatura francesa, donde no logró nada.
 

Las cooperativas y otras instituciones alternativas son excelentes. Pueden hacer mucho bien por sus miembros y por la comunidad. Es muy difícil encontrar algún emprendimiento económico que no haya sido manejado exitosamente por una cooperativa de consumidores o productores (trabajadores). Pueden ser citadas cuando se argumenta sobre la posibilidad de una economía democrática y cooperativa. Sin embargo, los revolucionarios rechazan la idea de instituciones alternativas como una estrategia.

El principal problema de las cooperativas, a lo largo de la historia, ha sido que fallan por su propio éxito. Funcionan bien y entonces son absorbidas dentro de la economía capitalista como formas subsidiarias. Las tiendas cooperativas venden comida saludable pero pueden terminar explotando a trabajadores no sindicalizados. Las cooperativas de trabajadores funcionan tan bien que cuesta mucho que entre nueva gente; los miembros más antiguos pueden querer vender el negocio a una empresa capitalista por una ganancia enorme. Otras cooperativas simplemente se adaptan. Yo vivo en una casa cooperativa. Está manejada por un grupo de hombres de negocios jubilados y directores de escuela; no ha habido necesidad de contratar un administrador profesional. Pero, como todas las otras casas cooperativas o condominios, ¡no es ninguna amenaza para el sistema capitalista! Los ejemplos de comunidades intencionales más exitosos han sido los colectivos kibutz de Israel. Lejos de amenazar al capitalismo, han sido una parte importante del Estado colonial sionista que expropió a los árabes palestinos.

¿Qué tal si las cooperativas, colectivos y otras instituciones alternativas se volvieran una amenaza para el capitalismo? Los capitalistas no son tan estúpidos como para no darse cuenta de esto a tiempo. El mercado, aún más que el Estado, es el campo de juego de los capitalistas. Para avanzar, es necesario adaptarse. Cualquier institución que es demasiado “alternativa” no conseguirá préstamos, publicidad, productos que comprar o vender, etc. Si se vieran suficientemente amenazados, los capitalistas podrían hacer una campaña de propaganda sobre los malvados efectos de las cooperativas, que supuestamente socavan la libertad de empresa. El Estado podría sacar leyes limitándolas o incluso declarándolas ilegales. Por ejemplo, hace unos años los grandes bancos comenzaron a quejarse de las cooperativas de crédito. Éstas son bancos cooperativos sin fines de lucro, controladas por sus miembros, y muchas veces apoyadas por sindicatos y otras organizaciones populares. Funcionan muy bien. Los grandes bancos capitalistas afirmaban que las cooperativas de crédito recibían demasiadas exenciones impositivas y regulatorias. Querían que las leyes fueran más estrictas para las cooperativas de crédito, y lo consiguieron. Éste es un ejemplo menor.

Las cooperativas y otras instituciones alternativas tienen muchas virtudes, pero como estrategia para derribar al capitalismo, no funcionarán. No hay alternativa a la confrontación directa y de masas contra el Estado, tarde o temprano.

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El reformismo anarquista a menudo se superpone con el pacifismo absoluto. Esto ha sido propuesto por muchos anarquistas, como León Tolstoi y Paul Goodman. Rechazar el pacifismo no significa estar “por” la violencia. Más del 99,99 % de la raza humana cree que hay momentos en que la violencia es, desafortunadamente, necesaria. Lo mismo piensan los anarquistas no pacifistas.

En la actualidad la mayoría de los anarquistas rechazan el “terrorismo”, esto es, el uso de la violencia contra los políticos, los ricos, la policía o las muchedumbres. Hubo un tiempo, en el siglo XIX, antes de la Primera Guerra Mundial, en el que una minoría de anarquistas utilizó estos métodos, matando a algunas cabezas coronadas de Europa. En nuestro tiempo, el Unabomber, que se identificaba a sí mismo como anarquista, se hizo tristemente conocido por enviar cartas bomba para volar personas (la mayoría gente de bajo nivel; los ricos tienen empleados para abrir su correspondencia). Tales actos a menudo hacen que la gente común reaccione apoyando la represión del Estado (algo que sucedió en los Estados Unidos después del 9/11). En 1891 Kropotkin resumió la experiencia del siglo xix con el anarquismo terrorista, “... No son estos actos heroicos los que hacen revoluciones. La revolución es sobre todo un movimiento de masas... Instituciones enraizadas en siglos de historia no pueden ser destruidas por unos kilos de explosivos. El tiempo para tales acciones ha pasado y el tiempo para la idea anarcocomunista de penetrar en las masas ha llegado”.

El rechazo al “terrorismo” no justifica, sin embargo, el pacifismo absoluto. Los métodos no violentos son a menudo útiles, incluso durante las revoluciones, tales como abandonar el trabajo en una huelga o usar la “propaganda” para persuadir a las tropas del otro lado. Pero hay límites a la no violencia. La no violencia podría funcionar en situaciones en las cuales los conflictos son limitados. Así fue que Gandhi pudo expulsar a los británicos de la India, pero porque ellos sabían que podrían continuar invirtiendo capital británico en una India independiente. Pero algunos conflictos son irreconciliables; deben ser luchados para terminarse. O bien la clase capitalista seguirá mandando o bien la clase trabajadora la derrotará y tomará las riendas. No hay puntos intermedios. Ni tampoco funcionará la no violencia contra un enemigo sin misericordia, como los nazis. Las campañas no violentas pueden ser aplastadas por un enemigo que esté preparado para matar y matar y matar a los manifestantes no violentos. Esto sucedió con la lucha no violenta por la libertad en Sudáfrica en los años cincuenta, después de lo cual hubo un vuelco hacia una lucha armada. De manera similar los kosovares intentaron la resistencia no violenta por años contra los serbios antes de volverse una fuerza armada. Si el movimiento de Martin Luther King hubiera sido confrontado solamente por los blancos establecidos al sur de EE.UU., sin la intervención de la clase dominante nacional de EE.UU., éste hubiera sido ahogado en sangre. La no violencia usualmente usa las noticias nacionales e internacionales para propagar sus historias; un régimen suficientemente represivo podría suprimir todas las noticias de las luchas no violentas.

La no violencia también depende de la violencia, aunque más no fuere como trasfondo. Los británicos no pudieron reprimir el movimiento de Gandhi porque estaban debilitados por la Segunda Guerra Mundial. El ejército japonés los había ablandado para Gandhi. Los imperialistas británicos sabían que si Gandhi fallaba, tendrían que enfrentarse a una violenta lucha de liberación nacional. Era mejor llegar a un acuerdo con el Partido del Congreso. De manera similar, el movimiento por los derechos civiles de King descansaba sobre un trasfondo amenazante de violencia de masas (simbolizado por Malcolm X). Esto eventualmente explotó y se hizo realidad con las rebeliones de los ghettos del Norte (llamadas “revueltas”), que ganaron las leyes nacionales antidiscriminación... Una vez que las leyes por derechos civiles fueron aprobadas, por supuesto, fueron implementadas por el gobierno, usando las cortes y la policía, esto es, por la violencia estatal. La no violencia hubiera sido en vano sin esta violencia.

[Texto extraído del libro La abolición del Estado, que en versión completa es accesible en https://praxislibertaria.files.wordpress.com/2012/11/la-abolicion-del-estado-perspectivas-anarquistas-y-marxistas-wayne-price.pdf.]


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